dissabte, 8 de juliol del 2017

El incendio de Huelva comenzó en los despachos

DAVID BOLLERO

Hoy tod@s nos lamentamos sobre el terrible incendio que se está viviendo en Huelva, amenazando el Parque Nacional de Doñana y toda su riqueza natural. Hoy, mientras miramos horrorizados cómo todavía luchan los bomberos por extinguir un fuego que todo indica que fue provocado, olvidamos que este incendió se inició en los despachos de nuestros representantes políticos.
En los últimos años, la Junta de Andalucía ha ido recortando la plantilla de agentes forestales y de plantilla del Plan Infoca. A veces, con un goteo, que casi no se percibe, como cuando se redujo a la mitad el dispositivo de agentes forestales para los fines de semana, pasando de patrullar por parejas a individualmente. Otras, con auténticos tajos a los efectivos de una plantilla envejecida para la que los sindicatos al fin consiguieron jubilaciones anticipadas para iniciar el proceso de renovación.
Hace años, incluso, desde la Junta se emitió una orden que impedía a los agentes de medio ambiente presentar denuncias en el Registro General o, lo que es lo mismo, impedía que quedara constancia de las mismas, quizás, por si hubiera alguna que no interesara, que ésta se pudiera traspapelar. Un despropósito. Quizás para que no perjudicara a empresas como Gas Natural Fenosa, a la que el Gobierno de Susana Díaz permite construir su almacén de gas en pleno Doñana.
Más recientemente, los recortes afectaban al combustible. Desde la Asociación de Agentes de Medio Ambiente de Andalucía denunciaban cómo la reducción de combustible impuesta desde la Junta no les permite realizar con normalidad su cometido. Según indicaban, a los recortes aplicados en meses anteriores en la partida para el combustible se ha sumado una adicional de 66% en la partida para el parque móvil, cuyas condiciones no son las más óptimas en muchos casos.
No es un situación que únicamente se dé en Andalucía; sucede en la práctica totalidad del territorio nacional, sujeto a una deleznable Ley de Montes made in PP, que no sólo abrió la puerta a la posibilidad de construir en zonas incendiadas, sino que sumergía a los agentes forestales en la más absoluta inseguidad jurídica.
Aquella ley limitaba la condición de estos agentes como policía judicial lo que, a efectos prácticos, imposibilita su actuación frente a los delitos medioambientales. Tras la aprobación de aquella ley, los agentes forestales únicamente intervienen “de forma auxiliar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad”, lo que a todas luces complica la persecución de delitos medioambientales.
¿Qué se perseguía con esta ley que entonces afectaba a cerca de 6.000 agentes forestales -que habían tenido que aprobar una oposición? Privatizar la gestión del medio natural, ni más ni menos. Todo es un negocio, incluida la naturaleza. Como ya sucede en las cárceles, por ejemplo, el sector de la seguridad privada hace años que se frota las manos viendo cómo llenarán sus bolsillos con el monte.
Mientras, las llamas los devoran todo porque, entre los recortes y la precarización de las condiciones laborales de los agentes forestales, es imposible vigilar el monte en condiciones, mantenerlo como es debido para que los cortafuegos estén despejados. Hoy, tod@s lamentamos esta catástrofe medioambiental. Ojalá la misma cobertura mediática, las mismas conversaciones de bar, los mismos clics de ratón se hubieran dado cuando el incendió se inició en los despachos. A ver si de este modo despertamos y aprendemos a poner remedio antes de que el problema no tenga solución. Y no hablo ahora de incendios forestales, sino de auténticos incendios sociales que nos achicharran todos los días.

divendres, 7 de juliol del 2017

LA NOSTRA RIBERA 226






MUSEU LULA PÉREZ-MARÇÀGINÉ (MARÇÀ) 7






Bárcenas y Villarejo se cruzan en la cloaca

ISAAC ROCA

El ex tesorero y el comisario han llevado vidas paralelas, acumulando dinero, información y poder. Pero mientras el primero se ha propuesto salir, el policía se hunde cada vez más


Si la serie "Corrupción en España" tuviese detrás un buen equipo de guionistas, los caminos de Bárcenas y Villarejo se habrían cruzado ya en alguna cloaca. Total, las suyas son vidas sorprendentemente paralelas, cada uno en su cloaca: el comisario en la policial, el ex tesorero en la de financiación de los partidos. Y como las redes de cloacas suelen ser laberínticas, seguramente ambas canalizaciones cruzan sus aguas sucias en más de un punto.
Preguntado en el Congreso, Bárcenas dijo que no, que no tenía el gusto de conocer al comisario. Y entrevistado por Jordi Évole, Villarejo dijo que tampoco: que estuvo a punto de investigar al ex tesorero, pero no le dejaron. Ahí se frustró un encuentro que habría revolucionado el mundo cloacal y dado más emoción a nuestra serie.
Yo los imagino a los dos en plena huida, pues ambos cayeron en desgracia a la vez. Uno correría por la cloaca del PP cargado de papeles, contabilidades B, recibís y grabaciones; el otro recorrería frenético la alcantarilla policial con la mochila llena de vídeos y audios comprometedores. Y al girar una esquina, de pronto, se encuentran de frente. Imaginémoslo por un momento.
Se mirarían primero con desconfianza de ratas, pero en seguida se relajarían al reconocerse como semejantes. Los dos llevan décadas en el lado oscuro. Los dos han visto cosas que vosotros no creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión, presidentes cobrando sobresueldos, ministros encargando operaciones policiales contra adversarios políticos. Los dos conocen golferías de políticos y empresarios. Los dos aprovecharon su reinado en la cloaca para hacer negocios, crear sus propias redes y acumular fortuna.
Más paralelismos: tanto Bárcenas como Villarejo fueron protegidos por los suyos cuando ya apestaban en público. Uno con sueldo, coche y abogado; el otro incluso condecorado. Los dos creyeron que podrían cobrar caro su silencio. Los dos acabaron huyendo cargados de explosivos. Y cuando se vieron acorralados, empezaron a soltar munición en la prensa como aviso: cuidado conmigo, que voy armado y estoy muy loco.
Se convirtieron en los hombres más peligrosos del país: de Bárcenas se decía que tenía munición para tumbar a Rajoy. De Villarejo, que acumulaba material sensible sobre media España, del rey abajo. Dos bombas con piernas, corriendo desquiciados por las cloacas. Si decidiesen aliarse, serían una bomba atómica.
"Sígueme, buscaremos una salida", propondría Villarejo. Pero Bárcenas, agotado, prefiere dejar de correr como una rata, se agarra a la primera escalerilla, sube y se pone a golpear la tapa para que le dejen salir. Mientras, el comisario sigue su carrera, hundiéndose cada vez más en aguas residuales.
Bárcenas se ablandó tras pasar por la cárcel. Y tras comprobar el poco efecto de su munición (ahí sigue Rajoy, al que dimos por muerto tras los papeles de Bárcenas) se convenció de que la mejor defensa no era un buen ataque. Cambió de estrategia, y mira qué bien le ha ido: su silencio y negación a cambio de una ayudita judicial del PP. Con suerte, saldrá de la cloaca en pocos años, y ya veremos si el pacto no incluye también conservar parte de su fortuna en el extranjero.
Villarejo en cambio aceleró su huida. Pensó que tenía armamento suficiente para resistir y negociar una salida ventajosa, pero nada. El domingo disparó a discreción en prime time, descargó una ametralladora de nombres, sin causar mucho daño, pues el policía más oscuro de España no inspira demasiada credibilidad. Seguramente dijese no pocas cosas ciertas, pero no parece que nadie vaya a mover una ceja por lo revelado.
En su huida se ha ido adentrando en aguas cada vez más profundas, se le ha mojado la pólvora y la mierda le llega por el cuello. Su teatral minuto de gloria televisivo parece el final de la escapada. Y Bárcenas debió de verlo en el sofá de casa, alegrándose de no haber ido a 'Salvados'.