diumenge, 2 d’octubre del 2016
Contra el periodismo de alcantarilla
JAUME ASENS
Han condenado a Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, por vulnerar el derecho al honor de Pablo Iglesias. Los hechos sucedieron durante un programa de La Sexta Nochesobre el franquismo. Allí el periodista acusó sin ningún tipo de rubor al político de ser, entre otras cosas, un “un chorizo y un mangante”. O de “cobrar del régimen iraní y venezolano”. El moderador intentó atemperar sin éxito sus ánimos y se produjo una escena vergonzante. Lo más impactante era que quien la protagonizaba fuera un profesional del periodismo. Le mandé un SMS a Iglesias: “!eso es un escándalo, es denunciable¡”. Y en directo, él mismo advirtió a Rojo que iba a llevarle a los tribunales."Porque nos merecemos un periodismo decente, por respeto a la profesión y a la ciudadanía, denunciaré a Alfonso Rojo", decía en un tuit posterior. La verdad es que al periodista poco le importó. En otro programa televisivo persistió en sus ofensas y llegó a decir que “les den por el culo”, “no le voy a decir a su abogado donde tiene que poner la boca porque me da igual, si quieren querellarse, que se querellen”. No es la primera vez que condenan a Rojo. O que éste recurre al comentario zafio y grosero. En La Sexta Nochefue echado del plató por llamar "gordita" a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. El periodista polaco Kapuscinski solía decir que “las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Gente que recurre con facilidad al insulto y el desprecio soez, sin duda, tampoco.
El juicio contra el director de Periodista Digital fue el último que hice, ya en plena campaña electoral, antes de colgar la toga. Dos años después, siendo ya teniente de alcalde de Barcelona, recibo la notificación de la condena. Con ella, la Audiencia Provincial de Madrid cierra el lamentable episodio. Los magistrados consideraron –igual que la jueza que lo juzgó- que sus epítetos vejatorios eran una extralimitación intolerable.El condenado deberá indemnizar a Iglesias por el daño ocasionado y publicar el contenido del veredicto en su propio periódico. Lo criticable en este asunto, como sucede demasiado a menudo, fue el papel de la Fiscalía. Lejos de ejercer su rol de acusación, se convirtió en otro abogado defensor de Rojo. Llegó a manifestar que eran expresiones —poco “afortunadas” eso sí— que “definen el comportamiento” de Iglesias. No es extraño que muchos tengamos la percepción que la Fiscalía es más un órgano que actúa al dictado ciego del Gobierno de turno que un garante de la legalidad.
Sea como sea, la sentencia es un claro aviso de que no todo vale en el periodismo. En los últimos tiempos, el mundo de las noticias como el de la red se ha degradado. En algunos medios se publica acríticamente noticias inmundas sin rendir cuentas a nadie. El periodismo riguroso, de interés público, es un oficio duro. Requiere valentía, veracidad y honestidad intelectual. Valores que ahora necesitamos más que nunca. Los hechos y la información fiable son esenciales para el funcionamiento de la democracia. Lo cierto, no obstante, es que en política uno se da cuenta rápido de cómo funcionan las cosas. Que los rumores se pueden convertir en noticia sin mucha dificultad. Que los titulares pueden no tener nada que ver con el cuerpo de la información. Los primeros los redactan la empresa y los segundos los periodistas. O que a menudo importa más lo que se explica que lo que ha sucedido. Con todo, hay ciertos límites de la decencia que pocos se atreven a franquear.El insulto y la injuria son uno de ellos. Con la condena a Rojo, sin duda, el periodismo de alcantarilla recibe un severo correctivo. Y, seguramente, ayudará a que no actúe con tanta impunidad.
El juicio contra el director de Periodista Digital fue el último que hice, ya en plena campaña electoral, antes de colgar la toga. Dos años después, siendo ya teniente de alcalde de Barcelona, recibo la notificación de la condena. Con ella, la Audiencia Provincial de Madrid cierra el lamentable episodio. Los magistrados consideraron –igual que la jueza que lo juzgó- que sus epítetos vejatorios eran una extralimitación intolerable.El condenado deberá indemnizar a Iglesias por el daño ocasionado y publicar el contenido del veredicto en su propio periódico. Lo criticable en este asunto, como sucede demasiado a menudo, fue el papel de la Fiscalía. Lejos de ejercer su rol de acusación, se convirtió en otro abogado defensor de Rojo. Llegó a manifestar que eran expresiones —poco “afortunadas” eso sí— que “definen el comportamiento” de Iglesias. No es extraño que muchos tengamos la percepción que la Fiscalía es más un órgano que actúa al dictado ciego del Gobierno de turno que un garante de la legalidad.
Sea como sea, la sentencia es un claro aviso de que no todo vale en el periodismo. En los últimos tiempos, el mundo de las noticias como el de la red se ha degradado. En algunos medios se publica acríticamente noticias inmundas sin rendir cuentas a nadie. El periodismo riguroso, de interés público, es un oficio duro. Requiere valentía, veracidad y honestidad intelectual. Valores que ahora necesitamos más que nunca. Los hechos y la información fiable son esenciales para el funcionamiento de la democracia. Lo cierto, no obstante, es que en política uno se da cuenta rápido de cómo funcionan las cosas. Que los rumores se pueden convertir en noticia sin mucha dificultad. Que los titulares pueden no tener nada que ver con el cuerpo de la información. Los primeros los redactan la empresa y los segundos los periodistas. O que a menudo importa más lo que se explica que lo que ha sucedido. Con todo, hay ciertos límites de la decencia que pocos se atreven a franquear.El insulto y la injuria son uno de ellos. Con la condena a Rojo, sin duda, el periodismo de alcantarilla recibe un severo correctivo. Y, seguramente, ayudará a que no actúe con tanta impunidad.
dissabte, 1 d’octubre del 2016
BUSCANT CLIENTELA
De Ferreres al Periódico. |
En un món globalitzat on les xarxes socials dominen Internet i controlen les nostres vides, fa que la finalitat d’alguns del seus usuaris sigui la obtenció de una gran clientela a qui es fidelitza amb publicacions i missatges atractius a la seva manera de pensar, sovint monotemàtics. Un exemple molt clar és Mark Serra, un addicte a la independència catalana i a Facebook.
Encara que no ens haguem unit a la seva pàgina de Facebook, segurament heu vist que demana que t’hi facis seguidor, tot explicant que els administradors de la xarxa sé la va clausurar fa uns mesos per culpa de les denuncies de l’espanyolisme radical. Quan això va passar tenia més de 90.000 seguidors; ara ja ne té més de 57.000.
Els seus seguidors tenen un únic perfil: estan convençuts de que la independència de Catalunya arribarà aviat, sense importar-los com i amb qui passarà.
Aquesta dèria per obtenir més i més seguidors es deu, segurament, a un alt grau d’egocentrisme i, en certa manera, d’exhibicionisme virtual.
És inqüestionable que el concepte d’independència té molts de seguidors, tal i com sé comprova cada 11 de setembre o el referèndum que es va fer el 9-N de 2014 i malgrat algunes opinions que diuen que el moviment va de baixa. Si és cert que va de baixa (les xifres són molt interpretables), no és menys cert que es pot tornar a activar en qualsevol moment si un dia es donen les condicions necessàries per a que això passi... Per exemple una nova agressió per part dels estaments de l’Estat o la convocatòria imminent d’un referèndum o unes plebiscitàries de debò, no com les que ens van voler vendre ara fa un any...
Els qui també van com a boixos buscant clientela són els del PDC o PDEC o, per a què ens entenguem, la vella Convergència (els hi costarà anys i panys desempallegar-se d’aquesta denominació que tants maldecaps els hi ha portat), tal com ho ha expressat aquests darrers dies l’actual coordinadora general del partit Marta Pascal.
Sembla ser que el trànsit de militants de l’antic al nou partit no és automàtic. A part d’això igual el cens de militants de l’antiga Convergència estava inflat. No seria ni el primer ni el darrer cop que passaria una cosa així, ja que molts partits no esborren de les llistes els militants que es donen de baixa o moren. I si m’apureu, fins i tot hi deuen d’haver que ni saben que ho són. Els ha afiliat algú perquè necessitava suport i de vegades fins i tot els hi ha estat pagant la quota durant anys...
Però aquesta no seria l’única causa. Per molt que una gran majoria d’afiliats van seguir el camí que va iniciar el seu líder el 12 de setembre de 2012, és evident que sempre hi ha afiliats díscols als que no els va atreure el viratge independentista que va donar el partit de tota la seva vida. Catalanistes, sí, independentistes? Això ja és una altra cosa...
Tampoc han hagut de renovar el carnet la família Pujol Ferrusola. Prou contratemps estant tenint com per a pensar que han de passar per els noves oficines del nou partit a formalitzar la seva afiliació. En uns altres temps hauria estat la mateixa direcció del PDEC (o com es digui) els que els hi hauria ofert la presidència honorífica (Jordi Pujol) i ves a saber quins altres honors a la família.
Fins i tot, li les coses no s’haguessin torçat, ara mateix l’Oriol Pujol hauria pogut estar al front de la nau convergent rumb a Ítaca. Però la seva nau mai va sortir del port. El motiu? No passar la corresponent ITV.
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