diumenge, 13 d’agost del 2017

UN ACUDIT DE PEP GIMENO ‘BOTIFARRA’

Durant el concert que fan oferir divendres a Amposta Pep Gimeno Botifarra, Miquel Gil, Pau Puig, Silvia Ampolla, Guardet lo Cantador i Suc d’Anguila, el músic valencià va explicar el següent acudit (Ja aviso que no és el mateix llegir-lo que escoltar-lo de la seva boca)

Diu que era un xicot que tenia un munt de vicis: jugador de cartes, bevedor, fumador, li agradava anar amb dones de dubtosa reputació... Total que estava carregat de deutes. Tantes que va arruïnar la família... Fixeu-vos com estaven a casa que per culpar de no tenir un duro no van poder donar-li la comunió a la xiqueta... 
Tan mala vida portava que un dia va morir...
Malgrat tot la dona anava sovint al cementiri a portar-li flors i plorar desconsolada davant de la seva tomba...

-Ai Pepe! Pepe...! Que ens has deixat a la ruïna... Ni a la xiqueta li hem pogut donar la comunió...

Va passar un per allí i mirant l’escena, sé va dirigir a la dona i li va dir:

-Pepe? Però si a la tomba posa Rafel...


-És que no podia tenir res a nom seu! - Li va replicar la dona-. 


Huelgas sí, pero sin molestar

Hay mucha gente, y entre ella numerosos trabajadores, jubilados y hasta parados, que ha comprado la idea de que se deben convocar huelgas que no molesten a nadie

CARLOS HERNÁNDEZ 

Corría el año 1980 cuando mis padres me llevaron, sin duda por error, a ver una película llamada… 'Y al tercer año resucitó'. Con once años recién cumplidos, yo apenas entendía nada de la supuesta comedia satírica que se desarrollaba delante de mis ojos. En los insufribles noventa minutos que duraba, se describía supuestamente aquella España que empezaba a salir del franquismo. Era una España dirigida por vagos, maleantes, maricones y putas que habían sumido al país en el caos y la violencia más absoluta. La “genialidad” que hilaba toda la trama era la resurrección de Franco, mientras que de la burda moraleja ya se hacía spoiler desde el mismísimo cartel promocional de la película; en él se veía un esbozo de retrato del dictador que sentenciaba: «No se os puede dejar solos».
No tengo dudas de que Tejero y el resto de golpistas que unos meses después asaltarían el Congreso de los Diputados debieron sentirse ultramotivados tras ver aquella impúdica denigración de la democracia. Yo, supongo que por ser un crío, solo me quedé impactado por una escena que aún recuerdo vagamente (perdonen si hay alguna inexactitud, pero no he vuelto a ver aquel engendro). En una sala, una prostituta y varios maleantes beben y ríen mientras programan caprichosamente la convocatoria de centenares de huelgas para joder a los españoles de bien. Quizás tenga que ir al psicólogo, pero cada vez que asisto a una campaña política y mediática para deslegitimar una huelga, me viene a la mente aquella imagen que pintaban los herederos del franquismo de ese derecho constitucional tan fundamental para los trabajadores.
Han pasado casi 40 años de aquello y, sin embargo, el ataque a los huelguistas se basa en patrones parecidos. Obviamente, los tiempos han cambiado y con ellos las formas. Las toscas caricaturas pseudofascistas que dibujaba Fernando Vizcaíno Casas en el libro en que estaba basada la película ya no serían tan eficaces, pero la criminalización del trabajador viene a ser la misma. Ayer fueron los mineros, unos malditos subvencionados; después los vagos de los profesores; el verano pasado le tocó el turno a los privilegiados controladores aéreos; después a los estibadores que tenían la desfachatez de pedir, entre otras cosas, que no les quitaran sus contratos indefinidos; hace un par de meses los trabajadores de la limpieza del aeropuerto de Ibiza, a los que no les importaba manchar la imagen de España por su egoísta pretensión de cobrar las nóminas atrasadas que les adeudaban sus jefes.
Hoy salen a escena los empleados de seguridad del aeropuerto de El Prat que constituyen un buen ejemplo, ya que representan un caso prototípico. Una gran empresa, en este caso la mayoritariamente estatal Aena, tiene externalizada la mayor parte de sus servicios “para ahorrar costes”. Con ese fin otorga la concesión al mejor postor, esta vez Eulen, que se compromete a ofrecer la misma prestación a un precio muy inferior. Casualmente, y ya de paso, la empresa adjudicataria tiene vínculos con dirigentes políticos afines o con amiguetes (entre los directivos de Eulen figura la hermana del presidente de la Xunta de Galicia). No hay que ser muy inteligente para, al margen de sacar las debidas conclusiones de esas relaciones familiares, suponer que la reducción de costes solo será posible bajando los salarios y la calidad del servicio. Así, un trabajador de seguridad de El Prat, con la subrogación a Eulen, pasó a perder cerca de un 20% de su sueldo, de la noche a la mañana. Los nuevos contratos se depreciaron más del 30% hasta quedarse en 900 euros netos mensuales. Menos sueldo y más trabajo porque se alargaron los turnos y se les obligó a incrementar el ritmo debido a la falta de personal.  ¿Y de verdad les sorprende que esté pasando lo que está pasando?
Ante todo esto, los responsables de Aena, es decir el Gobierno, dicen que el problema no va con ellos; y, lo que es peor, buena parte de los pasajeros de El Prat afectados por la huelga, en lugar de arremeter contra la empresa, la toman con los trabajadores. "Se pueden reivindicar los derechos laborales de otra manera, sin molestar a nadie", decía un turista español en televisión, harto de esperar horas en la cola del control de seguridad. La frase de este ciudadano, siguiendo la estela marcada por numerosos políticos y tertulianos,  resume perfectamente el estado de la cuestión. Hay mucha gente, y entre ella numerosos trabajadores, jubilados y hasta parados, que ha comprado la idea de que se pueden y se deben convocar huelgas que no molesten a nadie.
Si ya este derecho constitucional se encuentra más que pisoteado por las reformas laborales de los últimos gobiernos y por la imposición de unos servicios mínimos generalmente abusivos, ahora parece que debemos dar un paso más. Quizás habría que inventar las huelgas-ficción o, mejor aún, las huelgas virtuales en las que los trabajadores tengan que seguir ejerciendo sus tareas, pero se les permita aparecer fotografiados, con los brazos caídos, en sus perfiles de las redes sociales. Seguro que los empresarios se cagaban de miedo y aceptaban, inmediatamente, sus reivindicaciones. Puede parecer ridículo, pero quizás no estemos tan lejos de ello; hace ya años que se planteó seriamente la creación de un “manifestódromo” en las afueras de Madrid para que desfilasen por él los colectivos agraviados sin molestar al resto de los mortales; y últimamente nos resulta más cómodo protestar en Twitter y tranquilizar nuestras conciencias firmando una petición en Change.org que echarnos a la calle para reivindicar nuestros derechos.
Después de tanto tiempo y de tanta lucha, quizás las nuevas tecnologías combinadas con el discurso ultraliberal imperante consigan aquello que, sin duda, soñó aquel escritor franquista que no dudó en resucitar literaria y cinematográficamente a su queridísimo dictador.

dissabte, 12 d’agost del 2017

15è RACÓ DELS ARTESANS DEL MAS DE BARBERANS. PECES CONCURS 1









L’AVENTURA DE VIATJAR... EN TEMPS DE FRANCO

Passaport d'aquella época amb una inscripció similar.
Dilluns passat llegia al Periódico que quan Àngel Nieto va començar a córrer amb motos, tenia serioses dificultats per a poder viatjar als països de l’Est. Avui en dia costa de creure-ho, però és que la lògica franquista dista molt de la d’avui.
El primer passaport el vaig tenir als 10 anys. Si encara no tenies aquesta edat podies viatjar a l’estranger dintre del passaport d’un dels progenitors. Quan tenia 5 anys vaig anar a França acompanyant a mons pares. Ells anaven a treballar, però l’únic que podia fer-ho legalment era mon pare que hi anava amb un contracte de treball. Ma mare ho havia fer de turista, ja que de no ver estat així, jo no hauria pogut viatjar amb ella. Imagineu-vos! Anar a fer turisme quan pràcticament no podies estalviar! La majoria d’espanyols que sortien del país cap a França, Suïssa o Alemanya Occidental anaven a treballar.  
Encara recordo quan la policia de Tortosa me va expedir el passaport. Me va fer firmar amb ploma estilogràfica, tota una novetat per a un jovenet que només escrivia en llapis o bolígraf. Però encara hi havia un detall que me va cridar més l’atenció. A una de les fulles, estampat amb segell, s’hi podia llegir: Válido para viajar por todo el mundo excepto Rusia y países satélites. En canvi al de ma mare només posava que era apte per a Europa amb les mateixes excepcions. A la pràctica era el mateix, ja que més allà de França no havíem d’anar.
Anys més tard Josep Lluís Huerta, de Godall me va explicar una anècdota. Ell era fill d’un empresari i això li permetia disposar dels diners suficients per a viatjar a l’estranger, poc freqüent en aquells temps, tal com us explicava més amunt. Però que passava si viatjaven a un país dels considerats satèl·lits? Josep Lluís m’ho va explicar.
Quan arribaven a un país, com Hongria o l’antiga Iugoslàvia, posem per cas (mitja Europa estava considerada com a països satèl·lits de l’antiga URSS), no tenien cap problema per entrar-hi. De fet els policies fronterers no sabien llegir ni una paraula d’espanyol i, per tant, aquella advertència la obviaven totalment.
El problema el tenien quan arribaven a Espanya. L’estada a un país comunista els convertia automàticament en revolucionaris i en creuar la duana els escorcollaven tot el cotxe per veure si els trobaven alguna cosa il·legal i creieu-me que en aquell temps ne podien ser moltes.
En un d’aquells escorcolls els hi van trobar una revista satírica. A la contraportada, per tan a un lloc ben visible, s’hi veia un gran cartell que ocupava tota la pàgina amb el següent text: Por orden del señor alcalde se prohíbe fijar carteles. Però què m’estàs contant!        
L’agent de duanes va posar ràpidament el crit al cel en pensar que havia trobat un material altament perillós. Va entrar a l’oficina on hi havia un comandament superior per a ensenyar-li el material subversiu que havia trobat a uns joves que venien de passar uns dies d’un país comunista.
El comandament, va demostrar que ho era per alguna cosa i mirant amb deteniment aquella contraportada, a la seva part inferior, va poder llegir: Depósito legal  i una sèrie de lletres i números.  
El dipòsit legal era el requisit necessari per a que una impremta pogués editar una revista, un cartell o qualsevol publicació i poder sortir al carrer. Això volia dir que havia passat la censura i, per tant, la seva publicació era legal.
Després d’aquell incident els van deixar marxar sense més entrebancs.