A raíz de las declaraciones de José
Bono en Catalunya, indicando que el nacionalismo catalán se asemeja al
nazismo, siento la necesidad de publicar en Público un artículo que
escribí el 5 de octubre en Sistema, lo cual hago con el permiso de los
editores.
Durante los Juegos Olímpicos pudimos oír cómo la BBC presentaba con
toda naturalidad a Gran Bretaña como un Estado de varias naciones:
Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales, que tienen sus propios
derechos claramente diferenciados. Sería impensable, sin embargo, que la
televisión pública española diera un informe semejante sobre España. Y
sería también impensable que el establishment español, basado en Madrid,
admitiera que España es un Estado de varias naciones, cada una con su
pleno derecho de autodeterminación, incluyendo su poder de escisión, si
así lo desean, como ocurre en Gran Bretaña con Escocia o en Canadá con
Quebec. Lo máximo que se llega a admitir es que España ya es, en
realidad, un Estado federal, pues el gasto de las autonomías es mayor
que el gasto gestionado por algunos Estados en un sistema federal.
Este argumento se repite una y otra vez sin haber variado ni un ápice
desde hace ya años. Y desde luego, tales establishments tampoco
reconocen que ellos mismos son profundamente nacionalistas, lo cual es
fácil de ver que lo son, pues defienden una visión de España que niega
la plurinacionalidad del Estado, sometiendo todas las otras
nacionalidades al Estado español, a su cultura, idioma y
comportamientos. En esta resistencia a la plurinacionalidad no ven
ninguna expresión de dominio. El hecho de que los parlamentarios
catalanes no puedan expresarse en catalán no lo ven como una imposición
de dominio cultural. Cualquier defensa de tal plurinacionalidad es
acusada de victimismo, de secesionismo, de falta de internacionalismo o
peor, para una persona de izquierdas, de falta de solidaridad con el
resto de España, asumiendo que tener un Estado central es la condición
necesaria para distribuir la riqueza. Tal nacionalismo españolista se
justifica así como garante de solidaridad, confundiendo solidaridad con
uniformidad. Por lo demás, las demandas por parte de la gran mayoría de
partidos políticos en Catalunya, excepto el PP catalán, son definidas
como el resultado de los deseos de la burguesía catalana de expandir sus
privilegios de clase a costa del resto de España. Esta interpretación
de los hechos está enormemente generalizada y ha creado un sentimiento
hostil hacia Catalunya que la derecha española ha rentabilizado
electoralmente, estimulando tal sentimiento. Estos sentimientos aparecen
también en sectores del nacionalismo españolista dentro de las
izquierdas, de las que he llegado a oír que el entonces presidente
Montilla o la dirigente socialista Manuela de Madre, “estaban
contaminados de nacionalismo”.
Y el establishment españolista, basado en Madrid, considera un
disparate indicar que tal establishment esté explotando a Catalunya o a
cualquier otra comunidad. El hecho de que el sistema de transporte
ferroviario sea enormemente radial, centrado en su gran parte en Madrid,
se considera lógico y razonable, debido a la capitalidad de tal ciudad.
Y el hecho de que se pueda ir de Barcelona a Madrid en dos horas y
media, y que conlleve más de seis horas ir de Barcelona a Bilbao (que
tiene la misma distancia), no se reconoce como indicador de algo que es
profundamente injusto.
Es esta actitud y estos argumentos que han llevado a gran parte de
Catalunya a un hartazgo y al deseo de separarse de España. Tengo
muchísimos amigos aquí en Catalunya que nunca pensaron en separarse de
España, y ahora lo están pensando y deseando.
Veamos.
1. Un socialista tiene que estar en contra de cualquier tipo de
explotación, sea ésta de clase, género, raza o nación. Y dentro de
España hay explotación de todo tipo, incluso de nación. Ya sé que esto
nunca (repito, nunca) un intelectual del establishment madrileño, desde
Fernando Savater al político José Bono y muchos otros lo aceptará. Pero,
mientras, repito, pueden ir de Madrid a Barcelona en dos horas, pero
para ir de Barcelona a Bilbao se necesitan seis horas y cuarto. ¿Nunca
han oído el dicho del presidente Aznar de que el modelo ferroviario de
España debería basarse en que cualquier capital de provincia no
estuviera más distante de Madrid que 4 horas?
2. Las personas que pagan impuestos no viven en el vacío. Viven en
territorios que necesitan servicios públicos e infraestructuras. Esta
frase que continuamente se utiliza de que no son territorios pero
individuos los que pagan impuestos, ignora que los individuos viven en
territorios cuyos recursos públicos se financian por aportaciones
individuales.
3. De ahí que sea lógico que desde Catalunya se hable de que ésta, al
ser más rica, aporte más recursos, lo cual ninguna fuerza catalana ha
cuestionado. La continua acusación que se hace a Catalunya de ser
insolidaria es otro insulto más entre otros muchos que constantemente se
hacen a Catalunya. El cuestionamiento de solidaridad, por muy extraño
que parezca, no es el tema que está llevando a miles de catalanes a la
calle. Que Catalunya, al ser más rica que el promedio de España, aporte
más al erario público del Estado español que otras partes de España, por
tener ciudadanos con más recursos, no ha conllevado ninguna objeción
por la gran mayoría de partidos políticos catalanes. Ahora bien, los
recursos que el Estado español recoge, debe revertirlos en Catalunya,
donde tales ciudadanos viven, una vez se descuenta el pago de gastos
comunes y la solidaridad con otras partes de España. Y en esta
devolución a Catalunya tiene que incorporarse una variable más, el coste
de vida, pues un pensionista catalán recibiendo la misma pensión que un
extremeño, tiene menos capacidad adquisitiva, pues al ser el nivel de
vida superior en Catalunya que en Extremadura, el pensionista catalán
sale perjudicado. Y esto ocurre en muchas otras transferencias de gasto
público. Recibir igual no es lo más equitativo. Además, una nación como
Catalunya tiene la responsabilidad de garantizar la viabilidad y
fortaleza de su lengua y de su cultura, lo cual requiere dinero y
capacidad de decisión. Si Catalunya quiere permanecer como nación, debe
considerar el catalán como la lengua prioritaria, sin que ello implique
ninguna minusvaloración del idioma castellano, también patrimonio de
Catalunya. Si ello no ocurriera, la propia fortaleza del castellano
diluiría la cultura catalana hasta el punto de desaparecer (como ha
ocurrido en Francia). ¿Es esto lo que desean los nacionalistas
españoles? Me temo que algunos sí. Y que tal posibilidad exista, el
nacionalismo españolista lo ignora.
4. El nacionalismo españolista es el más oprimente, pues es el que ha
mandado y dominado el Estado español. Y actualmente está enrocado en la
Constitución, que se considera erróneamente como reflejo de la voluntad
de todos los españoles, sin tener en cuenta el momento y contexto en
que se aprobó. Un gran desequilibrio de fuerzas explica la Transición
inmodélica que creó una Constitución que reproduce este nacionalismo,
hasta el punto que prohíbe por fuerza de las armas que Catalunya o el
País Vasco pudieran escindirse de España si así lo desearan. Y a esto no
le llaman los intelectuales en Madrid dominio y explotación. Por lo
visto no se dan cuenta de que una unión es oprimente si no se hace
voluntariamente.
5. El Estado de las autonomías no es un Estado federalista.
Considerarlo como indicador a través del dato del porcentaje del gasto
estatal total que se consume y se gestiona en una Comunidad Autónoma es
un error metodológico notable, pues se confunde descentralización con
autogobierno. Catalunya puede tener el 80% del gasto sanitario pero
tiene una capacidad decisoria limitada en sanidad. Un tanto igual ocurre
en educación. Como director de un programa académico en la UPF, tengo
que pedir permiso a Madrid, al Ministerio de Educación, para cambiar una
asignatura de mi programa. Imposible en EEUU, un Estado federal. Es
inimaginable que yo tenga que llamar a Washington para pedir permiso
para cambiar una asignatura de un programa académico en la The Johns
Hopkins University en Baltimore, en el Estado de Maryland. En Barcelona,
sin embargo, sí que tengo que hacerlo, llamando a la capital del Reino.
6. La Transición inmodélica, ocurrió en una situación excepcional,
con gran dominio del proceso por parte de las fuerzas conservadoras que
dominaban al Estado, estableciendo un Estado que es insatisfactorio para
un número creciente de españoles. Su gran retraso social y su falta de
plurinacionalidad son un indicador de ello. Y lo que está ocurriendo hoy
en las calles de Barcelona (y también en Madrid) es un ejemplo muy
claro. La animosidad de gran parte de la población catalana no es hacia
España, sino hacia el establishment español y hacia el Estado, lo cual
está ocurriendo a lo largo del territorio español. Se requiere un
profundo cambio hacia el establecimiento de una España heredera de su
pasado republicano con un Estado auténticamente democrático, social y
plurinacional, en el que la democracia representativa sea auténticamente
proporcional y auténticamente participativa en que las distintas
naciones y regiones puedan desarrollar referéndums sobre lo que desean,
con una Constitución en la que la unidad en el Estado sea voluntaria,
libremente expresada, sin ninguna imposición, y en el que la solidaridad
se ejerce, entre otros indicadores, por un pago contributivo según su
riqueza, a un nivel que permita el continuo desarrollo de todas las
naciones, incluyendo Catalunya, en que los órganos centrales estén
distribuidos entre las distintas naciones sin que exista una capitalidad
que centralice el poder del Estado. En EEUU, hay muchas agencias
federales que están ubicadas en varios estados.
7. El hecho de que la derecha nacionalista catalana esté ahora
intentando liderar el movimiento a favor de la autodeterminación no
quiere decir que tal derecha sea la auténtica representante del
movimiento. En realidad, en los momentos difíciles en Catalunya, como
durante la dictadura, fueron las izquierdas las que, en una lucha
heroica, defendieron más la identidad catalana, como incluso el
presidente Pujol reconoció en su día. La burguesía catalana y la Iglesia
catalana, incluyendo Montserrat, apoyaron el fascismo. Tampoco es
cierto que todos los que estamos apoyando el derecho de
autodeterminación estemos deseando la Secesión. Las encuestas muestran
que la mayoría de los ciudadanos en Catalunya que ya están pidiendo el
autogobierno no están pidiendo la Secesión. Lo que sí que hay es un
deseo mayoritario de que el Estado español no es el que se desea, lo
cual no quiere decir la rotura con España.
8. No hay duda de que el gobierno CiU está utilizando tal movimiento
para desviar la atención popular de lo que en este momento debería ser
central, es decir, el impacto en la población de sus políticas
neoliberales, llevadas a cabo con apoyo del PP en el Parlament y en las
Cortes, donde CiU apoya tales políticas. Pero confundir esta realidad
con la creciente fuerza de tal movimiento, evaluándolo como una simple
estrategia de CiU es un profundo error. Hoy hay un hartazgo hacia el
establishment español, basado en Madrid, que el establishment político
catalán está intentando utilizar. Pero también el establishment
españolista basado en Madrid lo está utilizando para movilizar, una vez
más, el anticatalanismo.
9. Muchos en Catalunya han abandonado este proyecto de luchar por
otra España, pues creen que España nunca cambiará. Hoy son
independentistas. Simpatizo con ellos. Pero no quiero abandonar el
proyecto de construir otra España, muy distinta a la actual, que sea
auténticamente democrática, justa y plurinacional. Pero no es nada
fácil, incluso también bastante agotador. Las izquierdas españolas
gobernantes a pesar de definirse como federalistas, han hecho muy poco
para desarrollar el federalismo. Ha sido un indicador más de su excesivo
conformismo.