Antonio Antón
Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
Este 1º de Mayo: ¡Lucha por tus derechos!. Es el lema central
de los grandes sindicatos, CC.OO y UGT, frente al temor de la ofensiva
gubernamental y los poderes económicos, caracterizada de antisocial y
que según ellos No tiene límites. Supone una ardua tarea que
exige un gran esfuerzo de movilización social y, al mismo tiempo, una
renovación de los propios sindicatos para hacer frente a sus
insuficiencias de legitimidad social y capacidad reivindicativa.Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
La acción sindical y la función de los sindicatos se legitiman por los logros sustantivos alcanzados en su doble finalidad: avances reivindicativos (o freno a los retrocesos) y capacidad representativa y transformadora. Los representantes sindicales son medios imprescindibles para defender las condiciones y demandas de sus bases sociales y de la mayoría de la sociedad. Los derechos sindicales y la representatividad y la operatividad de las estructuras de los sindicatos son instrumentos necesarios en el complejo proceso de mediación sociolaboral, que también requiere adecuados instrumentos organizativos, de información y asesoramiento.
La actual ofensiva de la política de austeridad, además de imponer un retroceso en las condiciones y derechos sociolaborales de la mayoría de la sociedad, también pretende debilitar la función reivindicativa, social, representativa y dinamizadora de los sindicatos y limitar su capacidad contractual y transformadora. Defender esos derechos sindicales, reafirmar el papel del sindicalismo, se convierte en un objetivo adicional. La idea de ‘salvar al sindicato’ puede sintetizar el interés legítimo de la representación sindical. No obstante, también se corre otro peligro: priorizar la defensa del estatus de los aparatos de los grandes sindicatos o sustituir los fines por los medios. Se produce la disociación entre interés del sindicato e intereses de sus bases sociales y la sociedad que, a veces, lo ven como algo ajeno.
Así, existen deficiencias de legitimidad social, particularmente, para determinadas actuaciones de las cúpulas sindicales que no sintonizan con sectores significativos de la ciudadanía. Por tanto, es fundamental la renovación profunda de los sindicatos para reforzar su legitimidad, su capacidad articuladora y su eficacia reivindicativa.
Existe una amplia desconfianza ciudadana en los líderes políticos. Pero, es especialmente preocupante el poco prestigio de los sindicatos que, según distintas encuestas de opinión, se queda en un apoyo escaso del 29% de la población. En la percepción de la gente, los sindicatos, al igual que los partidos políticos, son fundamentalmente sus aparatos y sus cúpulas, no el conjunto del movimiento sindical. En este caso, la alta burocracia sindical no cuenta con una gran confianza popular, aunque se pueda deducir que es algo más superior entre la población asalariada y, particularmente, en las grandes empresas donde se concentran los núcleos sindicales fundamentales.
Las direcciones sindicales han cometido algunos errores estratégicos, como el aval al recorte de los derechos de las pensiones (enero de 2011), que tuvo grandes dificultades de legitimación social, y la firma con las organizaciones empresariales de los pactos para la negociación colectiva con pérdida de poder adquisitivo de los salarios (enero de 2012), que no evitó la ofensiva del nuevo Gobierno del PP y la implantación de la agresiva reforma laboral y los siguientes ajustes y recortes. Esos pactos institucionales son el pretexto utilizado por una parte de la opinión indignada para meterlos, injustificadamente, en el mismo saco que la clase política gestora de los recortes. Confluyen dos dinámicas. Por un lado, la relativa desafección de algunas capas trabajadoras y de jóvenes precarios e indignados hacia las estructuras sindicales. Por otro lado, la ofensiva cultural de la derecha mediática y política, intentando presentarlas como obsoletas y corporativas, cuando todavía son el instrumento principal de defensa de las clases trabajadoras, existente en las empresas y en el marco más general.
El sindicalismo tiene una amplia representatividad, con cerca de tres millones de afiliados y seis millones de votantes y articulan la representación de la mayoría de los quince millones de asalariados en la negociación colectiva y el diálogo social. Los representantes directos de trabajadores y trabajadoras realizan una ardua tarea en las empresas de asesoramiento y defensa de sus representados frente a la coacción empresarial. Además, a pesar de esos errores de estrategia sindical o de distintas prácticas burocráticas, los sindicatos han promovido, con el arrope de múltiples grupos sociales y distintos altibajos, la más amplia contestación social en España de los últimos tiempos, con tres huelgas generales (entre cuatro y cinco millones de participantes), grandes manifestaciones (entre uno y dos millones) y movilizaciones y conflictos sectoriales y ciudadanos masivos (como en enseñanza y sanidad). Son instrumentos fundamentales para defender a las clases trabajadoras y promover el cambio social.
El sindicalismo sigue en una encrucijada estratégica. El diálogo social, en el actual contexto, tiene poca operatividad. Los sindicatos tienen el reto de fortalecer la oposición a estas políticas de ajuste duro y austeridad, defender los derechos sociales y laborales de las clases trabajadoras y estimular un amplio proceso participativo que asegure un cambio social progresista. No obstante, existe un desequilibrio entre, por un lado, la amplia capacidad de movilización y articulación social del sindicalismo y la gran representatividad de sus representantes directos en las empresas (más de trescientos mil delegados y delegadas) y, por otro lado, la débil legitimidad ciudadana de sus dirigentes y aparatos, aun cuando mantengan la confianza de gran parte de sus estructuras de base.
Los recientes Congresos confederales de CC.OO y UGT han puesto a punto sus estrategias. En particular, el primero de ellos ha hecho alusión en su lema central a la tarea de renovar el sindicato. Es una imperiosa necesidad abordar una profunda renovación de sus dinámicas organizativas y sus discursos, para reorientar su acción reivindicativa, fortalecer su dimensión social y ampliar su capacidad representativa y contractual. Favorecerá la apuesta progresista contra la austeridad y por los derechos sociolaborales y democráticos y una salida justa de la crisis.