Vicenç Navarro
¿Existe la lucha de clases? En realidad, muchos se preguntarán
incluso si existen clases sociales. Algunos columnistas ultraliberales
que gozan de grandes cajas de resonancia en los medios públicos y
privados de Catalunya incluso han llegado a ridiculizar el mero concepto
de clase social. En realidad, términos como
burguesía,
pequeña burguesía o
clase trabajadora
casi nunca aparecen en las páginas de los medios de mayor difusión. El
único término que se utiliza en tales medios es el de clase media,
donde, por lo visto, la mayoría de la ciudadanía se encuentra. En esa
estructura social, la población se divide en ricos, clase media y
pobres. Esta definición de la estructura social refleja, por cierto, la
enorme influencia en España de la cultura dominante en EEUU, donde
términos como burguesía o clase trabajadora nunca se utilizan. Son parte
del lenguaje prohibido. En aquel país, el término clase media se
utiliza para definir clase trabajadora. La americanización de la cultura
política y mediática de España (fenómeno masivo que considero muy
preocupante) se traduce, así, en la americanización del lenguaje.
Y en este nuevo lenguaje, el concepto de lucha de clases aparece
también en España como anticuado. Ya nadie lo utiliza. ¿Por qué? Por la
misma razón por la que está en la práctica prohibido en EEUU. La enorme
influencia de la clase dominante, es decir, de la clase capitalista
(término que es considerado más que anticuado; se define casi como
blasfemo) aparece en una cultura en la que el lenguaje de clases y
lucha de clases no existe. Este es uno de los mayores indicadores de
aquel dominio de clase. El mero concepto de clase desaparece. Y esto es
lo que está ocurriendo en nuestro país.
Y, sin embargo, continúa existiendo lo que Noam Chomsky, en la introducción al libro
Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España (de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón) ha definido acertadamente como la
guerra de clases unilateral,
es decir, la agresividad que se ve y se palpa en bases diarias de la
clase capitalista en contra de la clase trabajadora y de las clases
medias, que juntas suman la gran mayoría de la población, las clases
populares. Es lo que en lenguaje anglosajón radical (del Occupy Wall
Street Movement) se llama la lucha del 1% de la población (los súper
ricos, que junto con otro 9% constituyen los establishments financieros,
empresariales -de las grandes corporaciones-, mediáticos y políticos
que dominan las instituciones mal llamadas representativas del país)
contra la gran mayoría de la población. En esta “guerra de clases”, la
lucha de la burguesía en contra de la clase obrera se ha ampliado y
redefinido para pasar a ser la lucha de una minoría –las elites
financieras y de las grandes corporaciones que controlan la actividad
económica del país- ayudada por las elites mediáticas y políticas,
frente a la gran mayoría de la población (el 90%).
No hay manera más fácil de demostrar que España tiene clases sociales
que mirar a nuestro alrededor, observando dónde vive la gente, cómo
vive y cuándo muere. Cojan ustedes un taxi y conduzcan por los barrios
de Barcelona. Verán ustedes que hay claramente barrios burgueses,
barrios pequeño burgueses, barrios de clase media y barrios de clase
trabajadora, que a su vez pueden diferenciarse entre clase trabajadora
cualificada y clase trabajadora no cualificada. Verán fácilmente que no
es cierto que todos los barceloneses vivamos en barrios de clase media. Y
verán también como el tipo de comercio va orientado a distintas clases
sociales. Y si miran las tasas de mortalidad verán que siguen un
gradiente según su clase social, de manera que en España un burgués,
como promedio, vive diez años más (sí, diez años más) que un trabajador
no cualificado en paro crónico.
¿Existe lucha de clases?
Una manera fácil de verlo es analizar la distribución
de las rentas en el Estado español hoy. Estas, las rentas del país,
derivan bien de poseer capital (tal como acciones bancarias u otros
bienes que generan dinero) o del trabajo, es decir, de los salarios y
otras rentas asociadas al trabajo. La gran mayoría de la ciudadanía
consigue sus rentas a partir de su trabajo. Solo una minoría (muy
minoría) deriva sus rentas del capital.
Pues bien, analicemos cómo han ido evolucionando estos dos tipos de
rentas en España. Si las rentas estuvieran distribuidas
proporcionalmente a como se distribuye la población, las rentas del
capital serían un porcentaje del total de rentas muy bajo, pues los
capitalistas –que obtienen sus rentas de la propiedad del capital- son
un sector muy pequeño de la población. Pero en realidad, debido a la
mala distribución de las rentas a favor del capital (es decir, de los
capitalistas) a costa del mundo del trabajo (incluido usted lector y yo,
puesto que deduzco que los capitalistas no me leen), observamos como
las rentas del capital alcanzaron más del 40% de las rentas totales. Y
las rentas del trabajo oscilaron alrededor de un 50% (hay un 10% que
procede de otras fuentes) durante los últimos treinta años.
Esta cifra ya le da a usted una idea de quién tiene más poder en
España. Por cierto, que España es uno de los países de la UE-15 donde
las rentas del capital son más altas, y por lo tanto donde las rentas
del trabajo son más bajas. El poder del capital sobre el Estado explica
que las rentas del capital se gravaran mucho menos que las rentas del
trabajo. Incluso el Banco Central Europeo (que es una institución de las
más conservadoras que hay en el establishment conservador que gobierna
la Eurozona) ha indicado que los beneficios de las grandes empresas en
España son demasiado altos en comparación con otros países de la
Eurozona.
Pero, por si fuera poco, las políticas neoliberales (que son las
políticas promovidas por el capital en los medios y en las instituciones
llamadas democráticas) han ido acentuando todavía más esa polarización,
de manera que este año
las rentas del capital, por primera vez desde que se recogen datos sobre la distribución de las rentas, han sido mayores (46%) que
las rentas del trabajo (45%). La situación no podía haber ido mejor
para los capitalistas. Aunque usted no lo sabrá puesto que no aparecerá
en los medios de mayor difusión, donde usar la palabra “capitalista” es
anticuado, y hablar de “lucha de clases” es “demagógico”.
¿Se da cuenta usted, lector, del significado que tiene que a un
lenguaje se le fuerce y margine para que aparezca como anticuado? Y
mientras tanto la lucha de clases ha alcanzado un nivel de hostilidad
sin precedentes. Excepto en la mal llamada Guerra Civil, que fue una
lucha de clases de primera magnitud, realizada por medios militares, no
habíamos visto una lucha con semejante agresividad. Llevada a cabo ahora
por el gobierno más reaccionario que España (ver “El gobierno Rajoy, el
más reaccionario de la eurozona”,
El Plural, 01.07.13) ha tenido
desde el establecimiento de la democracia, se están recortando derechos
laborales, sociales, civiles y políticos con una hostilidad que
justifica la definición de “guerra de clases” que utiliza Chomsky. La
única alternativa a esta situación es que esta guerra sea bilateral y
que la mayoría de la ciudadanía, que deriva sus rentas del trabajo, se
rebele por todos medios (siempre y cuando no sean violentos) a fin de
parar/revertir aquella agresividad. Nunca olvidemos lo que se nos quiere
hacer olvidar: que Franco murió en la cama pero la dictadura murió en
la calle. Hoy estamos al final del periodo que se inició con aquella
Transición de la dictadura a la democracia, una Transición profundamente
inmodélica que nos dio una democracia profundamente limitada y un
bienestar sumamente insuficiente. Hoy se requiere una segunda Transición
que permita el paso a una democracia completa y a un bienestar social
que responda a las necesidades de las clases populares (que son la gran
mayoría de la ciudadanía), revirtiendo y cambiando la enorme
concentración de las rentas y de la riqueza en España que están
corrompiendo la democracia subdesarrollada que existe en este país.