David Torres
Mariano ha dado una rueda de prensa que parecía un
especial de “Pasapalabra”: una respuesta menos y no caben más preguntas.
Se conoce que a estas alturas de julio el presidente ya está adaptado a
modalidad veraniega, un estado al que pasa directamente desde las
Navidades para hacer juego con el clima madrileño. Antes del flotador y
la piscina, Mariano no opina de la corrupción, ni de las acciones
judiciales, ni de Evo Morales. Por no opinar, no opina ni siquiera de
Bárcenas, un señor por el que antes ponía la mano en el fuego y al que
ahora no le da ya ni lumbre.
Hace no demasiado tiempo que los cuadernos de
Bárcenas eran mentira, luego eran casi todo mentira salvo alguna cosa y
ahora se van volviendo verdad de arriba abajo excepto el canutillo. Al
final los cuadernos de Bárcenas son como los deberes de Vacaciones
Santillana, en Génova ya los reparten para septiembre igual que antes
repartían sobres. Decía Hemingway que se necesitaban dos años para
aprender a hablar y sesenta años para aprender a callar, pero con
Bárcenas en el PP han aprendido a callar en diez minutos. Van por los
pasillos sordomudos perdidos, como si jugaran al mus, haciendo señas y
guiñando los ojos. Incluso Aznar se calla con el tema Bárcenas; el otro
día le preguntaron a la salida de una conferencia de la FAES y sonrió
con una de esas muecas suyas que parece un desprendimiento de bigote. O
de gaviota.
Cuando le tocó el turno sobre el incidente con Evo
Morales, Mariano chutó el balón a la grada y dijo que lo importante era
que dentro del avión boliviano no iba Snowden. Más le valdría haberse
callado y responder lo mismo que con Bárcenas: “¿Evo Morales? ¿Quién es
Evo Morales?” Porque no importaba un carajo si Snowden iba o no iba en
el avión sino el hecho de que Austria en particular y la Unión Europea
en general traten a todo un señor presidente como a un delincuente de
baja estofa (los de alta estofa se pasean por los aeropuertos a sus
anchas). Un incidente diplomático que demuestra el repugnante servilismo
con que los europeos obedecemos las consignas del enemigo americano, el
mismo que nos pincha los teléfonos, nos escanea los ordenadores y nos
llena el cielo de vuelos fantasma. Por lo demás, era casi fatal que este
sainete le sucediera a Evo Morales en Austria: ya decía Billy Wilder
que los austriacos son gente capaz de hacerte creer que Hitler era
alemán y Beethoven austriaco. Para pintar una viñeta más de esta
historieta xenófoba, el embajador español en Viena casi se sube al avión
a por un café en plan Chuck Norris y si llega a acompañarle Mariano les
practica un registro de la propiedad como no se le ve desde que sacó
las oposiciones.
En fin, que la culpa de todo la tienen los
periodistas, por no hacerle al presidente las preguntas adecuadas, por
ejemplo, qué piensa del fichaje de Isco, que rima en consonante con
marisco y en asonante con ministro.
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