dissabte, 12 de març del 2016

ELS COLORS DE LA BADIA DELS ALFACS (31)











OLIVERES DE MASDENVERGE -alguna de monumental- (2)











La onda gravitacional del TTIP

José Antonio Nieto Solís
Profesor de Economía Aplicada, miembro de econoNuestra y escritor. Autor de la novela “Los crímenes de la secta. Una investigación sobre la casta”
Hace 75 años Roosevelt y Churchill firmaron Carta del Atlántico. Fue una declaración conjunta por la que Estados Unidos y el Reino Unido asumían ciertos principios comunes, con el objetivo de “establecer una paz que permita a todas las naciones vivir con seguridad en el interior de sus propias fronteras y que garantice a todos los hombres de todos los países una existencia libre sin miedo ni pobreza”. Y fue también el origen de los nuevos mecanismos de cooperación internacional que condujeron a la creación de las Naciones Unidas, el FMI y el Banco Mundial, y la OTAN. Además, en Europa se abrió el camino al Plan Marshall, la actual OCDE y las primeras Comunidades Europeas, antecedentes de la UE.
Simbólicamente, la Carta de Atlántico fue un monolito de proporciones atómicas cuya onda expansiva se extendió a ambas orillas del Océano. Primero, afianzando explícitamente el modelo económico, político y militar occidental frente a las amenazas nazi y soviética. Segundo, abriendo el camino implícitamente a un modelo social y cultural edificado a partir del encumbramiento de la sociedad de consumo, como complemento necesario de la defensa fundamental de las libertades individuales. En realidad, aquel documento fue un paso necesario para el inicio del vigente orden mundial.
Pero el mundo ha dado muchas vueltas, la globalización ha empezado a inundar todo el aire respirable, y los organismos internacionales se muestran cada vez más incapaces de regular las relaciones económicas mundiales. Un ejemplo de ello es la OMC (Organización Mundial del Comercio), abocada a morir de éxito tras consolidar durante décadas un modelo de reducciones arancelarias multilaterales que en el siglo XXI resulta insuficiente para satisfacer las necesidades de expansión de las empresas transnacionales. Por ello, el gobierno de EEUU, impulsor y garante de los intereses de sus empresas en el mundo, ha lanzado en las últimas décadas diversas iniciativas trasatlánticas que parecen estar cobrando forma con el TTIP (Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversiones).
Una de las dudas que plantea el TTIP es si será beneficioso para los europeos o si, ante todo, es una herramienta estratégica de EEUU para afianzar su posición en la nueva economía global, fomentando acuerdos similares en Asia-Pacífico y las Américas. Pero la pregunta, así formulada, es ciertamente tramposa, porque ni los europeos, ni los norteamericanos, ni ningún otro pueblo somos sociedades homogéneas para las que pueda hablarse de efectos similares sobre los agentes económicos, la concentración de la riqueza o el bienestar de las personas. Los acuerdos internacionales de nueva generación, como el TTIP, parecen más bien la respuesta lógica del modelo de acumulación vigente, que a su vez es prisionero de la tendencia a la concentración y centralización del capital y el poder, pero ha de enfrentarse también a una globalización cuya base material no deja de expandirse, a pesar de que las condiciones para la reproducción de ese modelo hegemónico distan de ser ideales.
Pese a que el nivel de información y debate deja mucho que desear, cada vez se habla más en Europa del TTIP y sus consecuencias. Entre otros aspectos, se alude a la opacidad de las negociaciones y a las servidumbres frente a los intereses empresariales, se insiste en que la idea central es homogeneizar normas, probablemente adoptando los criterios menos exigentes, y se subraya la anomalía que supone la creación de un Tribunal Internacional de carácter privado, formado por tres jueces que estarán fuera de los ámbitos jurisdiccionales nacionales y, por lo tanto, quedarán sometidos a la presión de los lobbies, en lugar de preservar los intereses de los Estados y los ciudadanos. Se dice incluso que los acuerdos como el TTIP exacerbarán las tensiones entre países y entre áreas vinculadas por distintos acuerdos bilateralmente plurilaterales, sin que los organismos mundiales puedan poner orden en las previsibles disputas, si es que realmente están capacitados para hacerlo.
Por ello, el TTIP puede considerarse un nuevo sujeto emergente en el panorama internacional, cuyos efectos se asemejarán a los de un segundo monolito de gran dimensión lanzado por Occidente sobre las aguas del Atlántico, siempre con fines pacíficos. Pero en esta ocasión el impacto podría ser incluso más extenso y profundo que en 1941. Podría dar origen a una secuencia de ondas gravitacionales al estilo de las que predijo Einstein hace un siglo. Porque no habrá barreras que frenen sus efectos, ni accidentes geográficos ni gobiernos que las contengan, ni circunstancias espacio-temporales capaces de limitar su expansión, siempre que sigan vigentes las condiciones vitales que impulsan al capitalismo a ocuparlo todo, a su manera, mientras no haya fuerzas que lo contrarresten. Lo cual tampoco implica confiar necesariamente en esas fuerzas, ni en las instituciones nacionales o internacionales que las sustentan.
Quizá el TTIP se convierta en uno de los hechos de mayor relevancia en las relaciones económicas internacionales desde la II Guerra Mundial. ¿Exagero?, quizá no, si consideramos que su influencia va mucho más allá del Atlántico y supera ampliamente el ámbito de los acuerdos económicos convencionales, para adentrarse en la esfera política (mediante nuevas formas paralegítimas de cesión de soberanía), en la esfera social (profundizando el dogmatismo fiscal que asfixia a los Estados de bienestar tal y como se conocen en algunos países europeos), y en las esferas cultural y medio ambiental (propagando un estilo de vida consumista, individualista y depredador del medio ambiente, como corresponde a la actual fase de internacionalización del capital).
Así concebido, el TTIP está blindado de manera intangible para atravesar los espacios nacionales y empresariales clásicos, y para superponerse jerárquicamente a todos ellos, siguiendo la estela de lo que ya hacen las empresas transnacionales, aunque con la legitimidad institucionalizada que le otorguen a partir de ahora quienes lo suscriban y sustenten. En consecuencia, el TTIP transformará gran parte de las relaciones públicas internacionales en relaciones privadas, y contribuirá a sacralizar un modelo ideológico, el neoliberalismo, que se ha mostrado ineficiente para predecir y combatir las crisis, insolidario e injusto con la mayoría de las personas, e incapacitado para contrarrestar los efectos más perniciosos de la financiarización (progresivo poder de las finanzas sobre todos los ámbitos de nuestras vidas y nuestras actividades).
La guinda la pondrá la propaganda. ¿Volverán a recordarnos, como en 1941, que lo importante para las naciones es “vivir con seguridad en el interior de sus propias fronteras” y garantizar para todos “una existencia libre sin miedo ni pobreza”? Desde esa perspectiva místico-diplomática, el TTIP es el corolario ideal para nuestro porvenir. Su onda gravitacional será plena y lo abarcará todo. Si alguien propone lo contrario, será fulminado o ignorado por el pensamiento único. La UE, EEUU y las grandes empresas nos convencerán de que la plenitud individual y colectiva exige fomentar el consumo, pero también combatir a los enemigos del sistema. A los de dentro, y a los de fuera. A los enemigos poco dóciles y a los nuevos bárbaros, con su intolerancia teológica y sus abominables actos terroristas. Los enemigos son tan necesarios que si no están, se los busca donde haga falta. Por desgracia, ya hay demasiados enemigos y los más canallas no siempre son los que reciben oficialmente ese calificativo.

divendres, 11 de març del 2016

POSEU-VOS LES PILES!

De Faro a Diari de Tarragona. 
L’opinió pública comença a dictar sentència; no definitiva, però si al menys per a tenir-se en compte i mirar de donar-li la volta ara que encara estem a temps.
He intentat ser contundent, ja que la situació em preocupa. Avui el Periódico publica una enquesta electoral (anit ja estava disponible a la seva web i la vaig publicar al Facebook) on el partit C’s aconsegueix un notable augment de vot (uns 20 escons) que sumat al del PP (què patiria un lleuger descens) fregarien la majoria absoluta i, en tot cas, si entre els dos partits sumen uns resultats incontestables, ningú posaria en dubte la seva legitimitat per a formar govern. Com a votant d’esquerres que sóc (sempre m’he mogut pel mateix segment de vot) no perdonaré (políticament parlant, es clar), a aquell o aquells partits que no facilitin un relleu al govern.    
Ja fa dies que ho dic i ho tornaré a repetir. El primer objectiu després de les eleccions del 20D hauria de ser fer fora a Rajoy i els seus, un partit marcat per les retallades i per la corrupció. Crec que més malament no s’hauria pogut fer ni volent! Per tant, una versió 2.0 del mateix govern, per molt que pugui integrar càrrecs del partit d’Albert Ribera, significarà una continuació de les polítiques que, desgraciadament, ens hem acostumat a viure.
Suposo que el pacte subscrit entre el PSOE i C’s té una data de caducitat: una hipotètica convocatòria d’eleccions. A partir de llavors, tots dos partits es veuran deslliurats del compromís i per tant, seran lliures de tornar a negociar els acords que creguin més convenients.
Si les eleccions es repeteixen, molt probablement Mariano Rajoy no repetirà com a cap de llista. El PP voldrà maquillar (una altra cosa no pot fer) la corrupció interna buscant un candidat sobre el qual no planegi la mínima ombra de sospita. Qui serà? Pot ser l’actual presidenta Soraya Sáenz de Santamaria o Núñez Feijoo, ves a saber. Tampoc és que sigui el meu problema.
Si el PP renova les cares i subscriu una declaració de lluita contra la corrupció que sigui mitjanament creïble, no ho dubteu, hi haurà un pacte entre PP i C’s.
Diuen que la cabra tira al monte... A ningú sé li escapa que el partit de Rivera és un partit de dretes i tot i que va pactar amb el PSOE, va intentar apropar al PP a aquest pacte per a que al menys, no obstaculitzés la investidura de Sánchez. Tard o d’hora acabaran mostrat la seva veritable cara , però potser quan la gent se’n adoni de la situació ja serà massa tard.
Fa mesos que llegeixo en alguns mitjans proper als socialistes com per exemple el Plural, que l’objectiu de Iglesias i Podemos és enfonsar el PSOE. Fins ara no m’ho havia cregut o potser no m’ho volia acabar de creure, però si en aquesta segona ronda no veig un canvi d’actitud per part de Iglesias, Errejón i companyia, possiblement canviï d’opinió.
S’ha criticat molt que el PSOE hagi renunciat a alguns punts programàtics que a priori es podrien considerar com a línies roges o quasi bé. Però  es tracta d’això. Quan dos parts negociïn han de poder arribar a acords i per això sempre és necessari que cedeixin en determinades qüestions per a intentar trobar l’equilibri necessari on ningú guanyi o perdi més que l’altre.
Vist des de fora veig a Pablo Iglesias molt intransigent. Potser perquè el seu grup parlamentari està format per una amalgama de partits i formacions i és difícil acontentar tothom. Però en tot cas és un problema interna de la formació que haurien de saber solucionar sense perjudicar a la ciutadania.
Durant els darrers dies sembla que Podemos s’està començat a descompondre, al menys a Madrid on han renunciat diversos càrrecs. D’aquesta situació, el que me sembla surrealista és que es busquin fantasmes on no el hi ha. Resulta que culpen al PSOE, al diari el País i al grup PRISA de crear dos bàndols: els partidaris de Iglesias i els d’Errejón.
Fa temps que no llegeixo el País, al menys amb certa assiduïtat, però crec recordar que fa anys va abandonar la seva tradicional posició propera al PSOE per a decantar-se més al centre dreta buscant connectar amb la majoria de la ciutadania espanyola que l’any 2011 va donar la majoria absoluta al PP.
Si finalment el PSOE i Podemos no es posen les piles i arriben a un acord de govern, pensaré que realment el que volen Iglesias i els seus és ocupar l’espai que avui ocupa el partit de Sánchez i que no l’importa esperar... I mentre que governi la dreta!