Juan Torres López
Da vergüenza un país en donde justo cuando el gobierno se embarca en
vender la que llama Marca España, como si fuera una simple mercancía (no
puede ser casualidad), los medios de comunicación desvelan una
escandalosa trama de corrupción en la que están envueltos la mayoría de
sus dirigentes, personajes corruptos que han hecho del servicio público
la fuente de su lucro personal a base de concederse sobresueldos con el
dinero de todos los españoles o con el de las empresas a las que han
hecho favores allí donde gobiernan.
Da vergüenza un país en donde nada más y nada menos que el
responsable durante años de las finanzas del Partido Popular que nos
gobierna acaba de entrar en la cárcel porque sus fechorías son ya
indisumulables y que los dirigentes de su partido, justo a los que ha
estado financiando generosamente durante años, no tengan nada que decir y
se hagan los locos.
Da vergüenza un país en donde su primera autoridad, Don Juan Carlos
de Borbón, es también el primero en dar mal ejemplo a sus conciudadanos.
Da vergüenza un país en donde no hay manera de conocer de dónde viene
la fortuna que el Monarca ha amasado mientras representaba al Estado. Y
da vergüenza contemplar cómo mueve Roma con Santigo para evitar que su
hija haga frente a responsabilidades por las actividades en las que es
materialmente impensable que no haya estado implicada o incluso que él
no supiera que se llevaban a cabo.
Da vergüenza un país en donde tantos jueces y fiscales se ponen en
marcha, no para administrar justicia, sino para evitar que su peso caiga
sobre los delincuentes de almidón, empezando como digo por los miembros
de la Casa Real y terminando por banqueros, dirigentes políticos u
otros magistrados que entre ellos se protegen abiertamente.
Da vergüenza un país en donde los partidos mayoritarios se ponen de
acuerdo para tapar a quienes han robado y destruido el patrimonio de
millones de españoles. Da vergüenza que impidan que se investiga lo que
ha pasado y que no haya banqueros juzgados y en la cárcel por las
estafas que han orquestado en los últimos años y con las que han ganado
miles de millones de euros, o políticos por las privatizaciones a favor
de amigos que llevaron a cabo.
Da vergüenza un país en donde los partidos mayoritarios engañan
sistemáticamente a sus votantes cuando llegan al gobierno, olvidándose
de sus programas electorales, sin que pase nada.
Da vergüenza un país en el que los gobernantes y líderes políticos
mayoritarios pueden traicionar al pueblo y a la Nación entregándola a
intereses extranjeros o a los de grupos minoritarios, sin someter sus
decisiones a la voluntad popular. Da vergüenza un país gobernado por
mentirosos y traidores que cambien la Constitución sin consultar al
pueblo al que llaman soberano o que promulgan leyes electorales para
impedir que todos los intereses sociales estén fielmente representados
en las instituciones.
Da vergüenza un país en donde hay cientos de diputados que aceptan y
votan cualquier cosa que les digan sus jefes de filas, que mantienen
silencio y su culo pegado al sillón sin rechistar sea cual sea la
decisión que les impongan.
Da vergüenza un país que consiente que los parlamentarios roben a los
ciudadanos cobrando dietas por desplazarse o vivir en Madrid cuando
residen siempre allí y allí es donde tienen sus viviendas habituales.
Da vergüenza un país donde los líderes de los partidos han pedido a
los bancos créditos millonarios que no devuelven, haciendo que los
paguen todos los españoles.
Da vergüenza un país en donde tantos munícipes que deben velar por el
interés público y que cobran por ello jugosos sueldos han puesto en
bandeja a los promotores los negocios millonarios de los últimos años,
haciéndose ricos o financiando a sus partidos a base de cobrarles
comisiones.
Da vergüenza un país en donde los políticos manipulan tan
descaradamente los medios de comunicación o que reparten las licencias
con arbitrariedad y sectarismo para favorecer a sus afines. Da vergüenza
un país en donde la mayoría de los periodistas calla para obedecer a
sus amos, o que se limita a reproducir la letanía de mentiras con las
que justifican todo lo que está pasando. Y da vergüenza que la gente no
proteste día a día cuando comprueba que las voces disidentes apenas si
tienen presencia en los medios de comunicación para explicar lo que nos
pasa de otro modo.
Da vergüenza un país en donde las más altas instituciones o
tribunales del Estado, que se supone que deberían ser neutrales y
controlar a los demás poderes, se componen por cuotas de partido, de
modo que sus decisiones se toman con disciplina casi militar y en
función exclusiva de los intereses de quienes nombran a sus miembros. Da
vergüenza un Tribunal Constitucional en donde el voto de sus
magistrados se sabe de antemano porque son conmilitones que votan las
sentencias como por encargo. Y da vergüenza que el gobierno, con la
excusa de la crisis, desmantele poco a poco los órganos de vigilancia y
control de su actuación administrativa.
Da vergüenza un país en donde solo se sabe recurrir a mentiras, que
se difunden gracias al enorme poder mediático de los grupos financieros y
a la democracia tan imperfecta que tenemos, para justificar los
recortes en las pensiones, la educación o la sanidad públicas. Da
vergüenza un país en donde su universidad no estalla para denunciar lo
que pasa y las mentiras y estafas que se vienen produciendo, y en donde
la mayoría de sus intelectuales se acobardan o acomodan y se achantan.
Da vergüenza un país en donde el gobierno que está obligado a ser
neutral frente a las confesiones religiosas se alía con la jerarquía de
extrema derecha de una de ellas, imponiendo a la ciudadanía su
adoctrinamiento y dándole financiación privilegiada. Y da vergüenza que
sean tan escasos los fieles que rechazan ese trato, tan contrario a los
valores que su Iglesia dice transmitir a la sociedad.
Da vergüenza un país en donde los políticos pueden mentir, incumplir
sus promesas o decir hoy una cosa y mañana la contraria sin que tengan
que dar cuenta alguna por ello.
Da vergüenza un país en donde un partido llamado socialista es pieza
fundamental del dominio de los grandes poderes financieros, a los que
tan directamente sirve cuando gobierna. Y dan vergüenza sus militantes
honrados que, a pesar de serlo, callan y no se levantan contra sus
dirigentes vendidos.
Da vergüenza un país en donde la afiliaciòn a los sindicatos es tan
baja, haciendo que éstos tengan que luchar muy solos, pero da vergüenza
también que tantas veces sucumban a intereses corporativos y de que sean
esclavos de la financiación que reciben, o incapaces de combatir a sus
dirigentes corruptos. Y da vergüenza también la patronal ideologizada,
en donde han llegado a apoltronarse auténticos delincuentes, que
defiende políticas que son una máquina de destruir empresas y empleos.
Da vergüenza un país en donde las fuerzas opuestas a la agresión
política y a los recortes sociales que se están viviendo no logran
ponerse de acuerdo porque se dedican a atacarse a veces sin piedad entre
ellas, incapaces de entenderse y reconocerse diversas pero aliadas. Da
vergüenza que los dirigentes de Iquierda Unida, como partido principal a
la izquierda del PSOE, no hayan comparecido todavía con los demás
movimientos y organizaciones para anunciar que se unen y que promueven
candidaturas unitarias y abiertas a todos los sectores y sensibilidades
sociales, y da vergüenza que, en lugar de eso, la mayoría de ellos se
limiten a pedir que los demás se sumen a sus filas.
Da vergüenza un país en donde en medio de una agresión tan
impresionante contra los derechos ciudadanos, la izquierda que se dice
más transformadora y solidaria de algunas nacionalidades promueva como
horizonte el independentismo, desentendiéndose de los trabajadores y
pueblos del resto del Estado y prefiriendo unir sus destinos a las
oligarquías locales que agreden al suyo.
Da vergüenza un país en donde la mayoría de la gente no ve a su
patria más que en la camisa de una selección de fútbol y que solo la ve
en peligro cuando pierde en los campos de juego, y no cuando se atacan
su democracia o los derechos sociales de sus ciudadanos; que grita y se
enrabia solo cuando se cuelan goles o cuando se falla un penalti pero
que calla cuando le quitan servicios públicos esenciales, y que no sale
en masa a la calle para denunciar y pedir que se enjuicie a los ladrones
de dinero público que ocupan las instituciones.
Da vergüenza esta España corrupta y rota, de oligarcas y mercenarios
que todavía huele demasiado a dictadura, y da vergüenza que la mayoría
de la gente honrada no sea capaz todavía de levantarse y unirse, de
reaccionar con inteligencia y valentía ante lo que está pasando para
darle la vuelta y un buen limpiado.