dissabte, 24 d’agost del 2013

XIQÜELOS I XIQÜELES DEL DELTA A LA SÉNIA (FESTA MAJOR) V
















El oráculo de Bárcenas

David Torres

Cada día que pasa los papeles de Bárcenas se parecen más y más a la realidad. Son como una profecía al revés, vamos leyendo en ellos lo que sucedió en lugar de adivinar lo que va a suceder. Los militantes del PP deberían consultarlo como los griegos acudían al oráculo de Delfos, no tanto para descubrir el futuro sino para saber quiénes eran, quiénes han sido, quiénes son y qué coño han hecho. “Conócete a ti mismo” era la inscripción grabada en el frontispicio del templo de Delfos. Traducido al genovés viene a decir aproximadamente: “Y a mí qué me cuenta”.
Es lo que han respondido Javier Arenas y Álvarez-Cascos en sendas declaraciones ante el juez Ruz, una comparecencia donde, para el caso, podían haber enviado al mayordomo. No lo sé, no me consta, no recuerdo. Sólo sé que no sé nada. Cascos y Arenas han recurrido a Sócrates en un caso fundamentalmente presocrático. La negación como línea de defensa, el olvido como forma de vida. El juez Ruz va a tener que abandonar la toga y estrenar un diván de psicoanalista. Los malos recuerdos (los fraudes, los sobresueldos, la contabilidad falsa, las donaciones ilegales) se encuentran bloqueados por algún trauma edípico, alguna falla psíquica oculta en la infancia del partido. Por lo común el psicoanalista bucea en la infancia del paciente para dar con la verdad, pero ponerse a rastrear ahora en los orígenes del PP es como irse a excavar en Atapuerca: uno puede encontrar cualquier cosa, incluidas pruebas de canibalismo.
Desde los préstamos reconocidos de algunos dirigentes hasta la confirmación de ayer de Cristóbal Páez, que admitió haber recibido pagos en negro, el horóscopo de Bárcenas se va cumpliendo y conjugando con la puntualidad de un pretérito perfecto. Al contrario que con Nostradamus, cuyas cuartetas hay que interpretar con calzador y en diferido, con las profecías de Bárcenas no hace falta ni calculadora. Aquella memorable sentencia filosófica (“Todo es falso, salvo alguna cosa”) empieza a revelarse como la única verdad que ha brotado de la boca de Mariano desde tiempos inmemoriales. La “cosa”, en el sentido freudiano del término, sigue creciendo y creciendo como el número de cadáveres en una fosa séptica. A este paso, la cosa va a acabar siendo más grande que el todo.
El psicoanálisis, tal como lo inventó Freud, es una práctica terapéutica donde se intenta llegar a la verdad a través de la mentira, la resistencia y la vergüenza. Normalmente, los propios pacientes desconocen lo jodidos que están, del mismo modo que Edipo ignoraba que había matado a su padre y que se había acostado con su madre. Lo ignoraba aunque lo sospechaba. La verdad os hará libres, queridos desmemoriados del PP, excepto esta vez, que os puede llevar a todos al trullo. Al final descubriremos, no con demasiada sorpresa, que la pobre gaviota carroñera del PP era, en realidad, una esfinge con alas.

divendres, 23 d’agost del 2013

XIQÜELOS I XIQÜELES DEL DELTA A LA SÉNIA (FESTA MAJOR) IV


















¿Puede IU superar al PSOE?

Pablo Iglesias

Según la web El Mundo en Cifras La Vanguardia acaba de hacer pública una estimación de escaños usando los datos del último sondeo del CIS. Presenta un escenario en el que el PSOE obtendría 126 diputados, el PP 122, IU 44 y UPyD 17. El resto de escaños se los repartirían, fundamentalmente, fuerzas políticas de ámbito no estatal. Entre ERC y CIU sumarían 22 (13 y 9 respectivamente) y entre PNV y Amaiur 10 (6 y 4 respectivamente). Los sondeos y sus estimaciones son sólo eso pero permiten simular escenarios políticos sobre los que siempre es útil reflexionar.
Con semejantes resultados, sólo se me antojan dos posibilidades para la formación de un gobierno (toda vez que un acuerdo entre uno de los dos grandes partidos españoles con las fuerzas moderadas catalana y/o vasca no bastaría para que el gobierno contara con suficiente apoyo en el Congreso).
La primera posibilidad sería un gran pacto de régimen que se concretara en un gobierno (monocolor o no) apoyado en el Parlamento por los diputados del PSOE y del PP. Un acuerdo así podría contar con el apoyo de las autoridades europeas y los organismos internacionales así como con el de la patronal e incluso con el de los sindicatos. Sin embargo, esta opción a la griega haría peligrar a medio plazo la estabilidad del régimen político español, pues entregaría definitivamente la hegemonía en la oposición a Izquierda Unida. Es dudoso que el PSOE se suicidara de tal forma; todavía no es el PASOK y mucho menos con 126 diputados.
La segunda opción sería un acuerdo de gobierno PSOE-IU (con gobierno monocolor o no) apoyado en el Parlamento por los diputados del PSOE e IU, con concursos ocasionales de otros grupos según las medidas a aprobar. Esta opción sería terriblemente difícil para Izquierda Unida; mucho más difícil que manejar su participación en el Gobierno andaluz de la que, de hecho, puede obtener beneficios si se consolida la imagen de que las medidas populares de este gobierno autonómico han tenido en IU su condición necesaria. Pero el gobierno del Estado es, al menos simbólicamente, otra cosa. Aunque la institucionalidad euro-alemana hace de España poco más que una provincia sin control sobre su política monetaria, sin industrias suficientes y sin recursos estratégicos que le permitan competir en el mercado mundial (más allá del turismo), la acción de gobierno sigue asociada al ejercicio de la soberanía. Hablando en plata: una izquierda con responsabilidades estatales de gobierno jamás podría decir “tengo las manos atadas”; cosa que sí se puede permitir un gobernante autonómico.
Con un PSOE comprometido, como toda la socialdemocracia europea, con la autoridad de la troika y como fuerza más votada, hay muy poco espacio para hacer un programa de gobierno presentable y con capacidad de movilizar a los ciudadanos que se convierta en una referencia para el Sur de Europa. Quedaría la opción de apoyar desde el Parlamento sólo las leyes progresistas de ese eventual gobierno socialista, pero el efecto no sería muy diferente.
Por eso IU debe pelear desesperadamente por el sorpasso; porque puede que no vuelva a haber otra oportunidad. Indudablemente un gobierno encabezado por una Izquierda Unida con, pongamos por caso, 100 o 110 diputados, presentaría gigantescas dificultades; habría que enfrentarse a todos los poderes internacionales imaginables y a la traición de buena parte de los aparatos del Estado; habría que presionar a los sectores críticos del PSOE para que tomaran el control de su partido y apoyaran al gobierno; habría que rendir cuentas con el derecho a decir de catalanes, vascos y gallegos al tiempo que se les invita a formar parte de un nuevo proceso constituyente; habría que diseñar una política exterior inédita en la historia de nuestro país; quien sabe si no habría incluso que abandonar el euro, con todas las implicaciones que ello tendría. Podríamos llenar folios y folios de eventuales dificultades pero se supone que todo aquel que hace política desde un partido aspira a ser gobierno.
Cualquier observador perspicaz se dará cuenta de que los espíritus prudentes se sentirían más cómodos como fuerza subalterna antes que asumir asomarse al abismo de superar al PSOE y poder formar gobierno como fuerza mayoritaria. Pero la crisis no deja espacio ya para la prudencia. Por eso IU debe querer ganar; no puede conformarse con los resultados de unas encuestas que dibujan un panorama político inmanejable.
¿Cómo superar la subalternidad electoral respecto al PSOE? Una respuesta concluyente a esta pregunta sería un fútil ejercicio de arrogancia pero diré, al menos, que para superar al PSOE es crucial consolidar una imagen y un discurso que trasladen, más allá del espacio de la izquierda ya conquistado, un proyecto alternativo de país. Se trata de liderar en lo electoral la movilización y el estado de ánimo de la sociedad para dirigirlos hacia un proceso constituyente que los concrete en lo político.
Sé que decirlo es fácil pero más fácil es celebrar unas encuestas que, de confirmarse, nos llevarían a un viaje de corto recorrido.