Pablo Iglesias
Según la web El Mundo en Cifras La Vanguardia acaba de hacer pública una estimación de escaños usando los datos del último sondeo del CIS. Presenta un escenario en el que el PSOE obtendría 126 diputados, el PP 122, IU 44 y UPyD 17. El resto de escaños se los repartirían, fundamentalmente, fuerzas políticas de ámbito no estatal. Entre ERC y CIU sumarían 22 (13 y 9 respectivamente) y entre PNV y Amaiur 10 (6 y 4 respectivamente). Los sondeos y sus estimaciones son sólo eso pero permiten simular escenarios políticos sobre los que siempre es útil reflexionar.
Según la web El Mundo en Cifras La Vanguardia acaba de hacer pública una estimación de escaños usando los datos del último sondeo del CIS. Presenta un escenario en el que el PSOE obtendría 126 diputados, el PP 122, IU 44 y UPyD 17. El resto de escaños se los repartirían, fundamentalmente, fuerzas políticas de ámbito no estatal. Entre ERC y CIU sumarían 22 (13 y 9 respectivamente) y entre PNV y Amaiur 10 (6 y 4 respectivamente). Los sondeos y sus estimaciones son sólo eso pero permiten simular escenarios políticos sobre los que siempre es útil reflexionar.
Con semejantes resultados, sólo se me
antojan dos posibilidades para la formación de un gobierno (toda vez que
un acuerdo entre uno de los dos grandes partidos españoles con las
fuerzas moderadas catalana y/o vasca no bastaría para que el gobierno
contara con suficiente apoyo en el Congreso).
La primera posibilidad sería un gran
pacto de régimen que se concretara en un gobierno (monocolor o no)
apoyado en el Parlamento por los diputados del PSOE y del PP. Un acuerdo
así podría contar con el apoyo de las autoridades europeas y los
organismos internacionales así como con el de la patronal e incluso con
el de los sindicatos. Sin embargo, esta opción a la griega haría
peligrar a medio plazo la estabilidad del régimen político español, pues
entregaría definitivamente la hegemonía en la oposición a Izquierda
Unida. Es dudoso que el PSOE se suicidara de tal forma; todavía no es el
PASOK y mucho menos con 126 diputados.
La segunda opción sería un acuerdo de
gobierno PSOE-IU (con gobierno monocolor o no) apoyado en el Parlamento
por los diputados del PSOE e IU, con concursos ocasionales de otros
grupos según las medidas a aprobar. Esta opción sería terriblemente
difícil para Izquierda Unida; mucho más difícil que manejar su
participación en el Gobierno andaluz de la que, de hecho, puede obtener
beneficios si se consolida la imagen de que las medidas populares de
este gobierno autonómico han tenido en IU su condición necesaria. Pero
el gobierno del Estado es, al menos simbólicamente, otra cosa. Aunque la
institucionalidad euro-alemana hace de España poco más que una
provincia sin control sobre su política monetaria, sin industrias
suficientes y sin recursos estratégicos que le permitan competir en el
mercado mundial (más allá del turismo), la acción de gobierno sigue
asociada al ejercicio de la soberanía. Hablando en plata: una izquierda
con responsabilidades estatales de gobierno jamás podría decir “tengo
las manos atadas”; cosa que sí se puede permitir un gobernante
autonómico.
Con un PSOE comprometido, como toda la
socialdemocracia europea, con la autoridad de la troika y como fuerza
más votada, hay muy poco espacio para hacer un programa de gobierno
presentable y con capacidad de movilizar a los ciudadanos que se
convierta en una referencia para el Sur de Europa. Quedaría la opción de
apoyar desde el Parlamento sólo las leyes progresistas de ese eventual
gobierno socialista, pero el efecto no sería muy diferente.
Por eso IU debe pelear desesperadamente por el sorpasso;
porque puede que no vuelva a haber otra oportunidad. Indudablemente un
gobierno encabezado por una Izquierda Unida con, pongamos por caso, 100 o
110 diputados, presentaría gigantescas dificultades; habría que
enfrentarse a todos los poderes internacionales imaginables y a la
traición de buena parte de los aparatos del Estado; habría que presionar
a los sectores críticos del PSOE para que tomaran el control de su
partido y apoyaran al gobierno; habría que rendir cuentas con el derecho
a decir de catalanes, vascos y gallegos al tiempo que se les invita a
formar parte de un nuevo proceso constituyente; habría que diseñar una
política exterior inédita en la historia de nuestro país; quien sabe si
no habría incluso que abandonar el euro, con todas las implicaciones que
ello tendría. Podríamos llenar folios y folios de eventuales
dificultades pero se supone que todo aquel que hace política desde un
partido aspira a ser gobierno.
Cualquier observador perspicaz se dará
cuenta de que los espíritus prudentes se sentirían más cómodos como
fuerza subalterna antes que asumir asomarse al abismo de superar al PSOE
y poder formar gobierno como fuerza mayoritaria. Pero la crisis no deja
espacio ya para la prudencia. Por eso IU debe querer ganar; no puede
conformarse con los resultados de unas encuestas que dibujan un panorama
político inmanejable.
¿Cómo superar la subalternidad electoral
respecto al PSOE? Una respuesta concluyente a esta pregunta sería un
fútil ejercicio de arrogancia pero diré, al menos, que para superar al
PSOE es crucial consolidar una imagen y un discurso que trasladen, más
allá del espacio de la izquierda ya conquistado, un proyecto alternativo
de país. Se trata de liderar en lo electoral la movilización y el
estado de ánimo de la sociedad para dirigirlos hacia un proceso
constituyente que los concrete en lo político.
Sé que decirlo es fácil pero más fácil es
celebrar unas encuestas que, de confirmarse, nos llevarían a un viaje
de corto recorrido.
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