Luis García Moreno.
En su ejemplar política de recortes y austeridad, siempre al servicio de la buena economía y del futuro de España, el Partido Popular ha decidido suprimir el mes de agosto tal y como lo conocíamos hasta ahora. Una vez recortados los presupuestos, los sueldos, las inversiones públicas, el ahorro y el consumo nacional, era el momento de empezar con el calendario. Se acabó ese mes inútil del año, hueco por dentro, en el que la gente se abandonaba al ejercicio poco productivo de matar el tiempo y resultaba tan difícil rellenar las páginas de los periódicos.
Gracias a la cúpula el Partido Popular, nunca bien ponderada, ya no hacen falta serpientes de verano, noticias tontas, rumores simpáticos sobre apariciones de extraterrestres o reportajes sobre los asuntos curiosos que encierra el ancho mundo. ¡Aquí se trabaja! Estamos en condiciones de dar una lección a los turistas europeos que nos visitan por estas fechas. España ha decidido sembrar el mes de agosto de palpitante actualidad con temas políticos y declaraciones de primera magnitud.
Siempre hay gente mezquina que niega la alabanza justa y aguafiestas incapaces de reconocer los logros y las altas misiones. Algunos columnistas e intelectuales, esos tipejos oscuros que se empeñan en separarse del pueblo, pretenden manipular la realidad. Hablan de corrupción, cuentas falsas, compra de favores y financiaciones ilegales. Menos mal que el pueblo sano, gracias a la ejemplar programación de las televisiones públicas y privadas, sabe reconocer la labor de un Gobierno que no da puntada sin hilo y arregla los problemas de dos en dos.
Desarrollemos como ejemplo esta nueva filosofía pensada para el mes de agosto. Los aguafiestas habían pregonado con rabia los momentos difíciles que sufren los periodistas y las preocupaciones económicas de los honrados propietarios de los medios de comunicación. ¿Qué ayuda podía ofrecer el Estado? Pues está claro: la supresión del mes de agosto como tiempo muerto. Se sirven noticias en bandeja y declaraciones oficiales a la carta para que nadie se despegue de los televisores, las radios y los periódicos. Como en el mundo hay mucho desagradecido, todavía se oyen voces dispuestas a protestar y a no comprender los beneficios de la situación.
Unos beneficios dobles porque, como hemos dicho, el Gobierno arregla los problemas de dos en dos. Los aguafiestas se han cansado de hablar sobre la crisis de la cultura y el hundimiento de la industria cinematográfica. Aunque el mundo de las artes y las letras no se merece nada, porque está compuesto de pesebreros y maldicientes que protestan por todo, el Gobierno, en su infinita generosidad, quiere ayudar. Por eso convierte al país en un inmenso cine de verano y anima las noches calurosas con explicaciones de película. El argumento no puede ser más apropiado: una casa con fantasmas, un lugar donde empiezan a ocurrir fenómenos extraños, acontecimientos sin causa lógica, los cajones que se abren o se cierran, los azucareros que se caen el suelo, las cuentas de banco que surgen en Suiza, los recibos y las contabilidades que aparecen o desaparecen. Y nadie sabe nada. ¿Se necesita algo más para una agradable sesión de cine? El mérito, en este caso, no corresponde sólo a nuestras autoridades. Justo es reconocer la parte del guión que se debe a sus abogados.
Añadamos finalmente que el buen hacer del Gobierno del PP está sirviendo para acabar con numerosos mitos nacionales e internacionales de enorme peligro. Una mención especial, aunque sea breve, merecen la política, los negocios y la imagen de la familia española.
Mucho se habló de las mezquindades de la política, de las luchas internas y de los rencores entre compañeros. Pues es mentira. A los responsables del PP todo se les olvida, no recuerdan, nunca han controlado a sus compañeros, no se han enterado de nada por pura lealtad al sentimiento de inocencia que marca sus conductas y sus aplausos.
Mucho se habló de la avaricia en el mundo de los negocios. Puras ganas de desacreditar. Cientos de empresarios honrados han contribuido a sanear las finanzas de Suiza y las cuentas del PP sin que nadie se lo agradezca y sin que ningún responsable político se haya enterado. Todo por generosidad.
Mucho se habló de la falta de libertad en la familia tradicional española. Pues falso y más que falso. En nuestros matrimonios reina una independencia absoluta. Ni la mujer sabe lo que hace el marido, ni el marido sabe lo que hace la mujer.
Menos mal que en España tienen poco éxito los calumniadores. Desde que la Sagrada Inquisición acabó con los reformistas y los ilustrados, disfrutamos de un reino saludable donde siempre resplandece la verdad.
En su ejemplar política de recortes y austeridad, siempre al servicio de la buena economía y del futuro de España, el Partido Popular ha decidido suprimir el mes de agosto tal y como lo conocíamos hasta ahora. Una vez recortados los presupuestos, los sueldos, las inversiones públicas, el ahorro y el consumo nacional, era el momento de empezar con el calendario. Se acabó ese mes inútil del año, hueco por dentro, en el que la gente se abandonaba al ejercicio poco productivo de matar el tiempo y resultaba tan difícil rellenar las páginas de los periódicos.
Gracias a la cúpula el Partido Popular, nunca bien ponderada, ya no hacen falta serpientes de verano, noticias tontas, rumores simpáticos sobre apariciones de extraterrestres o reportajes sobre los asuntos curiosos que encierra el ancho mundo. ¡Aquí se trabaja! Estamos en condiciones de dar una lección a los turistas europeos que nos visitan por estas fechas. España ha decidido sembrar el mes de agosto de palpitante actualidad con temas políticos y declaraciones de primera magnitud.
Siempre hay gente mezquina que niega la alabanza justa y aguafiestas incapaces de reconocer los logros y las altas misiones. Algunos columnistas e intelectuales, esos tipejos oscuros que se empeñan en separarse del pueblo, pretenden manipular la realidad. Hablan de corrupción, cuentas falsas, compra de favores y financiaciones ilegales. Menos mal que el pueblo sano, gracias a la ejemplar programación de las televisiones públicas y privadas, sabe reconocer la labor de un Gobierno que no da puntada sin hilo y arregla los problemas de dos en dos.
Desarrollemos como ejemplo esta nueva filosofía pensada para el mes de agosto. Los aguafiestas habían pregonado con rabia los momentos difíciles que sufren los periodistas y las preocupaciones económicas de los honrados propietarios de los medios de comunicación. ¿Qué ayuda podía ofrecer el Estado? Pues está claro: la supresión del mes de agosto como tiempo muerto. Se sirven noticias en bandeja y declaraciones oficiales a la carta para que nadie se despegue de los televisores, las radios y los periódicos. Como en el mundo hay mucho desagradecido, todavía se oyen voces dispuestas a protestar y a no comprender los beneficios de la situación.
Unos beneficios dobles porque, como hemos dicho, el Gobierno arregla los problemas de dos en dos. Los aguafiestas se han cansado de hablar sobre la crisis de la cultura y el hundimiento de la industria cinematográfica. Aunque el mundo de las artes y las letras no se merece nada, porque está compuesto de pesebreros y maldicientes que protestan por todo, el Gobierno, en su infinita generosidad, quiere ayudar. Por eso convierte al país en un inmenso cine de verano y anima las noches calurosas con explicaciones de película. El argumento no puede ser más apropiado: una casa con fantasmas, un lugar donde empiezan a ocurrir fenómenos extraños, acontecimientos sin causa lógica, los cajones que se abren o se cierran, los azucareros que se caen el suelo, las cuentas de banco que surgen en Suiza, los recibos y las contabilidades que aparecen o desaparecen. Y nadie sabe nada. ¿Se necesita algo más para una agradable sesión de cine? El mérito, en este caso, no corresponde sólo a nuestras autoridades. Justo es reconocer la parte del guión que se debe a sus abogados.
Añadamos finalmente que el buen hacer del Gobierno del PP está sirviendo para acabar con numerosos mitos nacionales e internacionales de enorme peligro. Una mención especial, aunque sea breve, merecen la política, los negocios y la imagen de la familia española.
Mucho se habló de las mezquindades de la política, de las luchas internas y de los rencores entre compañeros. Pues es mentira. A los responsables del PP todo se les olvida, no recuerdan, nunca han controlado a sus compañeros, no se han enterado de nada por pura lealtad al sentimiento de inocencia que marca sus conductas y sus aplausos.
Mucho se habló de la avaricia en el mundo de los negocios. Puras ganas de desacreditar. Cientos de empresarios honrados han contribuido a sanear las finanzas de Suiza y las cuentas del PP sin que nadie se lo agradezca y sin que ningún responsable político se haya enterado. Todo por generosidad.
Mucho se habló de la falta de libertad en la familia tradicional española. Pues falso y más que falso. En nuestros matrimonios reina una independencia absoluta. Ni la mujer sabe lo que hace el marido, ni el marido sabe lo que hace la mujer.
Menos mal que en España tienen poco éxito los calumniadores. Desde que la Sagrada Inquisición acabó con los reformistas y los ilustrados, disfrutamos de un reino saludable donde siempre resplandece la verdad.