Juan Tortosa
A los políticos les pone de los nervios ver imágenes suyas en la tele que no pueden controlar. Para definir su contrariedad y su irritación hace tiempo que acuñaron una expresión que acabó haciendo fortuna: “Nos someten a pena de telediario“, protestaban. Y protestan.
Entre otras cosas “pena de telediario” es, según ellos, aparecer en los informativos de televisión haciendo el paseíllo camino de un juzgado para declarar bien como acusado, como imputado o sencillamente como testigo. No soportan que los medios informen de las pruebas inculpatorias que pesan sobre los presuntos corruptos antes de ser juzgados.
Durante una intensa docena de años, yo he debido ser para ellos uno de esos pérfidos informadores que los sometía a la “pena de informativo de televisión”. Mi zona de operaciones era Andalucía, así que me conozco a conciencia los juzgados de toda la región: Estepona, Alhaurín el Grande, Marbella. El Ejido, Ayamonte, Casares, Ronda, Málaga, Almería… Tantas horas he pasado en juzgados de toda índole que me sé al dedillo dónde están todas las puertas traseras, los pasillos, las antesalas, cuáles son los mejores sitios para esperar a que terminen de declarar los detenidos…
El denominador común de mis visitas a tan acogedores lugares durante el primer decenio de este siglo casi siempre era el mismo: informar sobre la detención de un alcalde acusado de trincar pasta y de ser sospechosamente generoso a la hora de poner terrenos del pueblo a disposición de diligentes promotores inmobiliarios. Ni un pueblo sin pelotazo, parecía ser la consigna. Maricón el último. Así un año tras otro, de pueblo en pueblo, el trinque parecía reproducirse por esporas hasta que el globo explotó de tanto soplar.
He visto esposados a decenas de alcaldes, concejales, constructores… he visto entrar en el furgón de la guardia civil camino de la cárcel a todo un consejero de la Junta de Andalucía, a directores generales, exsindicalistas, chóferes… no todo ha sido ladrillo en el universo del trinque. Los juzgados de Palma de Mallorca, los de Valencia, Barcelona, no te digo ya la Audiencia Nacional, han tenido el honor de ser visitados en los últimos años por lo más granado de todo el arco institucional por habérselo llevado presuntamente crudo de mil maneras diferentes: desde vestimenta hasta informes inexistentes pasando por pagos bien en especie, bien en sobres marrones.
Hace ya dos años que la plataforma ciudadana “No les votes” elaboró un Mapa de la Corrupción en España en el que señalaban aquellos lugares del país en los que se había denunciado algún caso de corrupción política. El mapa, en el que ninguna autonomía aparecía libre de culpa, está ya tan repleto de puntitos que resulta complicado actualizarlo cada vez que surge un nuevo caso.
Subiendo subiendo, de los ayuntamientos y las autonomías hemos acabado llegando arriba del todo: por un lado la Casa Real, que menuda tienen liada en esa familia; y por otro el partido del gobierno en el que un acaudalado extesorero, al que sus compañeros de siempre llaman ahora delincuente y traidor, ha puesto patas arriba los cimientos de la casa para la que estuvo trabajando durante más de veinte años.
Esta semana, y por culpa del ahora encarcelado Bárcenas, le ha tocado acudir a declarar, en calidad de testigos, ni más ni menos que a tres insignes secretarios generales del partido del gobierno: Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas Bocanegra y María Dolores de Cospedal García. Expertos en chupar cámara con fondo azul y los focos bien colocados, esta vez en cambio se sometían, muy a su pesar, a la por ellos llamada “pena de telediario”: grupos tras las vallas de seguridad que increpaban o aplaudían y ellos todo dignos, con cara de circunstancias, camino de su encuentro con el juez.
Una sola cosa he sacado en claro yo de todo esto: que según Cospedal fueron Rajoy y Arenas quienes decidieron continuar pagándole al extesorero un pastón en “diferido”. Cuesta un huevo arrancar cada novedad, pero ya vamos sabiendo algo. Por lo demás, la actual “masca” del pp y sus dos predecesores se instalaron en el “no me consta”, “no me acuerdo” o “yo no he sido” y de ahí no se movieron. Veremos hasta cuándo.
Empezamos por los alcaldes y fíjate por dónde vamos ya. ¿Quién queda por hacer el paseíllo? Venga, Mariano, anímate, que en peores plazas has toreao.
A los políticos les pone de los nervios ver imágenes suyas en la tele que no pueden controlar. Para definir su contrariedad y su irritación hace tiempo que acuñaron una expresión que acabó haciendo fortuna: “Nos someten a pena de telediario“, protestaban. Y protestan.
Entre otras cosas “pena de telediario” es, según ellos, aparecer en los informativos de televisión haciendo el paseíllo camino de un juzgado para declarar bien como acusado, como imputado o sencillamente como testigo. No soportan que los medios informen de las pruebas inculpatorias que pesan sobre los presuntos corruptos antes de ser juzgados.
Durante una intensa docena de años, yo he debido ser para ellos uno de esos pérfidos informadores que los sometía a la “pena de informativo de televisión”. Mi zona de operaciones era Andalucía, así que me conozco a conciencia los juzgados de toda la región: Estepona, Alhaurín el Grande, Marbella. El Ejido, Ayamonte, Casares, Ronda, Málaga, Almería… Tantas horas he pasado en juzgados de toda índole que me sé al dedillo dónde están todas las puertas traseras, los pasillos, las antesalas, cuáles son los mejores sitios para esperar a que terminen de declarar los detenidos…
El denominador común de mis visitas a tan acogedores lugares durante el primer decenio de este siglo casi siempre era el mismo: informar sobre la detención de un alcalde acusado de trincar pasta y de ser sospechosamente generoso a la hora de poner terrenos del pueblo a disposición de diligentes promotores inmobiliarios. Ni un pueblo sin pelotazo, parecía ser la consigna. Maricón el último. Así un año tras otro, de pueblo en pueblo, el trinque parecía reproducirse por esporas hasta que el globo explotó de tanto soplar.
He visto esposados a decenas de alcaldes, concejales, constructores… he visto entrar en el furgón de la guardia civil camino de la cárcel a todo un consejero de la Junta de Andalucía, a directores generales, exsindicalistas, chóferes… no todo ha sido ladrillo en el universo del trinque. Los juzgados de Palma de Mallorca, los de Valencia, Barcelona, no te digo ya la Audiencia Nacional, han tenido el honor de ser visitados en los últimos años por lo más granado de todo el arco institucional por habérselo llevado presuntamente crudo de mil maneras diferentes: desde vestimenta hasta informes inexistentes pasando por pagos bien en especie, bien en sobres marrones.
Hace ya dos años que la plataforma ciudadana “No les votes” elaboró un Mapa de la Corrupción en España en el que señalaban aquellos lugares del país en los que se había denunciado algún caso de corrupción política. El mapa, en el que ninguna autonomía aparecía libre de culpa, está ya tan repleto de puntitos que resulta complicado actualizarlo cada vez que surge un nuevo caso.
Subiendo subiendo, de los ayuntamientos y las autonomías hemos acabado llegando arriba del todo: por un lado la Casa Real, que menuda tienen liada en esa familia; y por otro el partido del gobierno en el que un acaudalado extesorero, al que sus compañeros de siempre llaman ahora delincuente y traidor, ha puesto patas arriba los cimientos de la casa para la que estuvo trabajando durante más de veinte años.
Esta semana, y por culpa del ahora encarcelado Bárcenas, le ha tocado acudir a declarar, en calidad de testigos, ni más ni menos que a tres insignes secretarios generales del partido del gobierno: Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas Bocanegra y María Dolores de Cospedal García. Expertos en chupar cámara con fondo azul y los focos bien colocados, esta vez en cambio se sometían, muy a su pesar, a la por ellos llamada “pena de telediario”: grupos tras las vallas de seguridad que increpaban o aplaudían y ellos todo dignos, con cara de circunstancias, camino de su encuentro con el juez.
Una sola cosa he sacado en claro yo de todo esto: que según Cospedal fueron Rajoy y Arenas quienes decidieron continuar pagándole al extesorero un pastón en “diferido”. Cuesta un huevo arrancar cada novedad, pero ya vamos sabiendo algo. Por lo demás, la actual “masca” del pp y sus dos predecesores se instalaron en el “no me consta”, “no me acuerdo” o “yo no he sido” y de ahí no se movieron. Veremos hasta cuándo.
Empezamos por los alcaldes y fíjate por dónde vamos ya. ¿Quién queda por hacer el paseíllo? Venga, Mariano, anímate, que en peores plazas has toreao.
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