dilluns, 14 d’octubre del 2013
¿Salvar a la Transición para seguir en política?
Juan Carlos Monedero
Hay algunos movimientos políticos que se me escapan. O quizás no. Quizás me gustaría que se me escaparan.
Tengo la sensación de que hay una generación de gente de la política o de su entorno que ha llegado a la conclusión de que si las nuevas generaciones impugnan la Transición, también van a impugnar a los actores que la protagonizaron. Razón no les falta. La última etapa de ZP y el posterior gobierno de Rajoy, unido a la crisis de El país y también a la crisis del país, corrió hacia a la izquierda a los constructores de la versión oficial de la Transición y también a parte de sus principales voceros públicos. Corremos pues el riesgo de que los que nos hicieron comulgar con las ruedas de molino de aquel proceso, quieran venir ahora a rescatarnos precisamente de esa mentira. De una manera improductiva. Ellos saben que nosotros sabemos que su hora ya ha pasado. No necesitamos una segunda Transición. Necesitamos una primera ruptura.
Los que tienen biografías ligadas a la Transición se mueven en zigzag logrando ciertamente desconcertarnos. Han firmado demasiados manifiestos contradictorios entre sí, pero siguen queriendo ser los abajofirmantes y arribapresentes que marquen la pauta de la protesta en el reino de España. Es necesario sumar y es mejor que estén en el bando de la decendencia que en el de la indecencia. Hacen mucha falta. Pero ¿tienen que seguir siendo las cabezas visibles? ¿Tienen que estar siempre en el puente de mando? ¿Nunca va a llegar un recambio generacional a este país? ¿Tienen que venir los mismos, con las maneras de salvadores de siempre, a organizar un cambio desde las cúpulas?
Algunos requiebros sorprenden más que otros. En el fondo, los que fueron felices en el pasado quieren regresar a los lugares donde vivieron encantados de conocerse. Sin hacer muchas preguntas. Falta generosidad. Ahí se agarra la derecha, como acaba de hacer Gallardón, para justificar esa insultante ley de amnistía que fue una ley de punto final para los asesinos.
Por más que me esfuerzo, no entiendo qué hace el Juez Baltasar Garzón afirmando: “En la historia de la humanidad son pocos los verdaderos protagonistas de la misma. Son aquellos que la construyen día a día, con sus aportes, sus ideas y la coherencia del pensamiento con la práctica de sus postulados. A nivel local, en la España democrática, también son muy pocos los que se incluirían en ese club selecto. Personas tan dispares ideológicamente como Manuel Fraga, Adolfo Suárez, Felipe González y Santiago Carrillo, entre otros, se dieron cita en ese grupo”.
¿Qué quedó de Mister X? ¿No cerraba la ecuación la posterior afirmación de Felipe González fardando de que pudo volar la cúpula de ETA, así, sin juicio de por medio ni zarandajas de leguleyos? ¿Y no fue Fraga quien firmó sentencias de muerte y se jactó siempre de honrar y celebrar el franquismo? ¿Cabe preguntar, como hizo Garzón con nuestro apoyo, por los 114.00 asesinados y enterrados en cunetas, zanjas y fosas comunes y, al tiempo, colocar en la “España democrática” a la persona que rapó a las mujeres de los mineros, justificó el asesinato de Julián Grimau, dijo que la calle era suya mientras morían trabajadores en Vitoria o falsificó los diarios del estudiante Enrique Ruano para presentar su asesinato por la policía como un suicidio? No entiendo nada. O lo entiendo todo. Quizá ellos saben que nosotros sabemos que la solución ya no viene de héroes mediáticos. Y que hay que revisitar la página mal leída de la Transición. Sólo el pueblo salva al pueblo.
Por eso la necesidad de una transición contada a nuestros padres. No porque pensemos que nadie traicionó a nadie (como escribía Luis García Montero, no queriendo entender las razones profundas de las miradas críticas con el fraude de la Transición y, sobre todo, con su relato). No es una buena táctica simplificar nuestro discurso. Aunque tampoco es tan complicado: no hay reinvención de la democracia sin revisitar la Transición. Con el relato oficial -donde se encuentran Gallardón y los que desde la izquierda no terminan de sacar las conclusiones correctas- y con los actores de siempre en los papeles estelares no vamos a salir del agujero. Sobre esto versa tambien esta entrevista en Radio 3 sobre “La Transición sin mitos” que motiva estas letras (¿tenemos que seguir aguantado que personas como Juan Linz, que minimizó las 2000 fosas con cadáveres de demócratas sobre las que se asentó el franquismo, eran poca cosa? ¿Esos son nuestros premios Príncipe de Asturias?).
Tenemos que volver a recordar a los que quieran ponerse la capa de Batman que aunque España se parezca cada vez más a Ciudad Gótica, aquí somos más de 13 Rue del Percebe. Esa casa de vecinos donde todos hacen falta incluso con sus defectos. Donde la gente decente se encuentra todos los días con la gente decente. Y con la indecente. Y por eso sabemos quién es el ratero, quién el que nos engaña con la báscula, y también quién está triste y quién no nos deja ser felices. Quién vive en el primero y quién en el quinto. Y sabe que no hacen falta los de siempre a no ser que el trato sea volver a hacer otra vez lo mismo.
Hay algunos movimientos políticos que se me escapan. O quizás no. Quizás me gustaría que se me escaparan.
Tengo la sensación de que hay una generación de gente de la política o de su entorno que ha llegado a la conclusión de que si las nuevas generaciones impugnan la Transición, también van a impugnar a los actores que la protagonizaron. Razón no les falta. La última etapa de ZP y el posterior gobierno de Rajoy, unido a la crisis de El país y también a la crisis del país, corrió hacia a la izquierda a los constructores de la versión oficial de la Transición y también a parte de sus principales voceros públicos. Corremos pues el riesgo de que los que nos hicieron comulgar con las ruedas de molino de aquel proceso, quieran venir ahora a rescatarnos precisamente de esa mentira. De una manera improductiva. Ellos saben que nosotros sabemos que su hora ya ha pasado. No necesitamos una segunda Transición. Necesitamos una primera ruptura.
Los que tienen biografías ligadas a la Transición se mueven en zigzag logrando ciertamente desconcertarnos. Han firmado demasiados manifiestos contradictorios entre sí, pero siguen queriendo ser los abajofirmantes y arribapresentes que marquen la pauta de la protesta en el reino de España. Es necesario sumar y es mejor que estén en el bando de la decendencia que en el de la indecencia. Hacen mucha falta. Pero ¿tienen que seguir siendo las cabezas visibles? ¿Tienen que estar siempre en el puente de mando? ¿Nunca va a llegar un recambio generacional a este país? ¿Tienen que venir los mismos, con las maneras de salvadores de siempre, a organizar un cambio desde las cúpulas?
Algunos requiebros sorprenden más que otros. En el fondo, los que fueron felices en el pasado quieren regresar a los lugares donde vivieron encantados de conocerse. Sin hacer muchas preguntas. Falta generosidad. Ahí se agarra la derecha, como acaba de hacer Gallardón, para justificar esa insultante ley de amnistía que fue una ley de punto final para los asesinos.
Por más que me esfuerzo, no entiendo qué hace el Juez Baltasar Garzón afirmando: “En la historia de la humanidad son pocos los verdaderos protagonistas de la misma. Son aquellos que la construyen día a día, con sus aportes, sus ideas y la coherencia del pensamiento con la práctica de sus postulados. A nivel local, en la España democrática, también son muy pocos los que se incluirían en ese club selecto. Personas tan dispares ideológicamente como Manuel Fraga, Adolfo Suárez, Felipe González y Santiago Carrillo, entre otros, se dieron cita en ese grupo”.
¿Qué quedó de Mister X? ¿No cerraba la ecuación la posterior afirmación de Felipe González fardando de que pudo volar la cúpula de ETA, así, sin juicio de por medio ni zarandajas de leguleyos? ¿Y no fue Fraga quien firmó sentencias de muerte y se jactó siempre de honrar y celebrar el franquismo? ¿Cabe preguntar, como hizo Garzón con nuestro apoyo, por los 114.00 asesinados y enterrados en cunetas, zanjas y fosas comunes y, al tiempo, colocar en la “España democrática” a la persona que rapó a las mujeres de los mineros, justificó el asesinato de Julián Grimau, dijo que la calle era suya mientras morían trabajadores en Vitoria o falsificó los diarios del estudiante Enrique Ruano para presentar su asesinato por la policía como un suicidio? No entiendo nada. O lo entiendo todo. Quizá ellos saben que nosotros sabemos que la solución ya no viene de héroes mediáticos. Y que hay que revisitar la página mal leída de la Transición. Sólo el pueblo salva al pueblo.
Por eso la necesidad de una transición contada a nuestros padres. No porque pensemos que nadie traicionó a nadie (como escribía Luis García Montero, no queriendo entender las razones profundas de las miradas críticas con el fraude de la Transición y, sobre todo, con su relato). No es una buena táctica simplificar nuestro discurso. Aunque tampoco es tan complicado: no hay reinvención de la democracia sin revisitar la Transición. Con el relato oficial -donde se encuentran Gallardón y los que desde la izquierda no terminan de sacar las conclusiones correctas- y con los actores de siempre en los papeles estelares no vamos a salir del agujero. Sobre esto versa tambien esta entrevista en Radio 3 sobre “La Transición sin mitos” que motiva estas letras (¿tenemos que seguir aguantado que personas como Juan Linz, que minimizó las 2000 fosas con cadáveres de demócratas sobre las que se asentó el franquismo, eran poca cosa? ¿Esos son nuestros premios Príncipe de Asturias?).
Tenemos que volver a recordar a los que quieran ponerse la capa de Batman que aunque España se parezca cada vez más a Ciudad Gótica, aquí somos más de 13 Rue del Percebe. Esa casa de vecinos donde todos hacen falta incluso con sus defectos. Donde la gente decente se encuentra todos los días con la gente decente. Y con la indecente. Y por eso sabemos quién es el ratero, quién el que nos engaña con la báscula, y también quién está triste y quién no nos deja ser felices. Quién vive en el primero y quién en el quinto. Y sabe que no hacen falta los de siempre a no ser que el trato sea volver a hacer otra vez lo mismo.
diumenge, 13 d’octubre del 2013
PERD QUALITAT TV3?
Televisió de Catalunya sempre ha apostat per
la producció pròpia, però ara, en època de crisi i amb un ERO que afecta a bona
part de la seva plantilla, potser més que mai.
En pocs dies s’han estrenat dos programes i,
curiosament d’una o d’altra manera, estan relacionat amb el nostre territori.
El concurs de cant coral Oh Happy Day
es va estrenar dissabte 21 de setembre amb la participació de cor Flúmine de Tortosa on hi ha, al menys,
dues noies ampostines; a més, són els únics participants de la demarcació de
Tarragona. El Foraster, amb la participació de Quim Masferrer (ex Teatre de
Guerrilla), va estrenar-se a Benifallet.
El cor tortosí (un dels més joves que hi
participen, potser el que més) va ser un dels tres nominats, es a dir, si no
milloren, hauran d’abandonar el programa. Com espectador em van agradar i sobre
el seu vestuari vaig opinar que em
semblava molt acolorit i original. Però està clar que no és el mateix
veure’l des de fora que des de dintre.
Casualment, un dels integrants del cor Flúmine és fill d’un company de treball.
A conseqüència d’una carta al director publicada al Periódico de Catalunya i,
després d’ensenyar-li al meu company, vaig saber coses que no es veuen per la
pantalla. La carta deixava força mal parats els membres del jurat i fins i tot
posava el programa a l’alçada d’un reality
emès per un canal nacional dels que acostumen a emetre aquests tipus de
programes brossa.
Les crítiques al jurat sembla que estan prou
justificades. Sovint van criticar el vestuari i el calçat de les colles
participants quan resulta ser que tot l’attrezzo el facilita la televisió
pública catalana i, fins i tot, el ven a preu de cost si algú està interessat
en comprar alguna cosa. Els tems que han de cantar i interpretar també els hi
marca la direcció del programa.
En un primer moment, les crítiques al Foraster
van ser força bones. En general, els companys de treball que el van veure en
van parlar força bé i fins i tot el van qualificar d’emotiu i proper.
Però per a la meva sorpresa, l’Ara de divendres 27 porta fa crítica
exacerbada del programa. Sota el títol de el ‘Nacional Geografhic del Foraster’, la periodista Mònica Planas diu:
La idea sobre el paper és bona: visitar municipis de menys de mil habitants
de Catalunya. Fa territori i descentralitza. Abans-d’ahir es va estrenar a
Benifallet. I Masferrer ho va donar tot. Però hi va haver només una escena
meravellosa per moltes altres que grinyolaven.
Però resulta ser que l’escena meravellosa a la
que es refereix Planas és la d’uns xiquetes pescant un silur a l’Ebre. El que no sé si sap o no sap la periodista és que
aquesta escena estava amanyada, ja que el peix s’havia pescat hores bans i
només es simulava que els xiquets el pescaven. I si dic això és perquè ho sé de
bona tinta, tant que a l’amiga que m’ho va dir, li havia explicat directament
la persona encarregada de mostrar tots els detalls del poble als tècnics
televisius. Quasi de primera ma, vaja!
Vist això, i responent a la pregunta que faig
al títol, no sé dir si ha perdut qualitat, però credibilitat segur que sí.
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