IGNACIO ESCOLAR -DIRECTOR DE diario.es
El expresidente del Gobierno no es un hombre de negocios cualquiera. José María Aznar sigue en política en cargos nada menores: como presidente de honor del PP y como presidente de la FAES. También mantiene una oficina del expresidente, que pagamos los contribuyentes, y que Aznar involucró en sus negocios personales como si fuese lo más normal.
El acuerdo que firmó con una filial de Abengoa tampoco es un contrato cualquiera. No es muy habitual una “comisión de éxito” de hasta seis millones de euros a cambio de una asesoría donde sólo por intentarlo te llevas 100.000 euros de adelanto nada más empezar. Abengoa construyó su primera desaladora en Libia en 1978. ¿Exactamente para qué necesitaba esta compañía contratar a Aznar? ¿De verdad los conocimientos del expresidente sobre "las instituciones públicas" libias y su "legislación local" valían un 1% de comisión de todas las adjudicaciones públicas que pudiesen ganar?
Muamar el Gadafi tampoco era un “amigo” cualquiera: fue un dictador que gobernó a sangre y fuego durante 42 años su país, mientras su familia vivía a todo lujo y acumulaba un patrimonio de varios miles de millones de dólares en paraísos fiscales por todo el mundo que aún está por rastrear. Fue también un tirano al que Aznar mimó e intentó rehabilitar durante los años en los que presidió nuestro país. Su amistad, tan rentable, se cultivó con la ayuda de una diplomacia que también pagaste tú. La comisión que firmó Aznar y los 100.000 euros que se llevó de adelanto son otra puerta giratoria más.
Las gestiones de Aznar en la Libia de Gadafi no son tampoco unos negocios cualquiera, por mucho que el expresidente del Gobierno asegure ahora que se trataba de una actividad profesional “perfectamente transparente”. No es verdad. Lo transparente habría sido confesar estos intereses libios del 1% en esas mismas conferencias en las que Aznar apoyaba públicamente a su “amigo” Gadafi.
José María Aznar es el mismo prohombre que entrega premios a la “defensa de la libertad y la democracia” mientras hace negocios con dictaduras.
La información que hemos publicado hasta ahora sobre Aznar y Gadafi no implica ninguna ilegalidad; no le hemos acusado de ningún delito. Pero sí es una tremenda inmoralidad. La de un hipócrita, patriota del dinero como único ideal. La de un cínico, que usó recursos públicos –su oficina de expresidente y a un funcionario que pagamos entre todos– para sus negocios personales, y que encima da lecciones de rectitud y ejemplaridad a los demás. La de un impresentable, que reparte diplomas de demócrata –y que nos embarcó en una guerra ilegal en Irak– mientras trata de “amigo” a un dictador que financió durante décadas el terrorismo internacional.
El contrato que publicamos ayer explica muy bien cómo se hacen los negocios en un país donde florecen personajes como el Pequeño Nicolás. Les recomiendo su lectura, de principio a fin. “Don José María Aznar López, en adelante, el Prestador”, dice su párrafo dos.
José María, el Prestador. Qué gran epíteto para el comisionista Aznar.
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P.D. Gracias a los socios por ayudarnos a publicar exclusivas así. Me sorprende el gran silencio con el que una parte de la prensa ha recibido esta información. Nos da lo mismo. Con vuestra ayuda, nosotros no nos vamos a callar.