ANTONIO AVENDAÑO
La memoria de España está atascada en la derecha. No normalizaremos nunca nuestra relación con el pasado –ni, por tanto, con el presente y el futuro- mientras la derecha española no admita, por ejemplo, que Gonzalo Queipo de Llano fue un redomado asesino en cuyo vocabulario jamás figuraron las palabras ‘paz, piedad, perdón’ que Azaña pronunció en aquel conmovedor discurso de 1938 en Barcelona.
Esta semana el Ayuntamiento de Sevilla ha aprobado una moción promovida por Izquierda Unida reclamando que los restos del general golpista sean exhumados de la basílica de la Macarena, donde reposan en “una clara ofensa para los familiares de las víctimas del franquismo y para los demócratas”. La moción salió adelante, pero el PP la rechazó, y eso que su portavoz Gregorio Serrano admitió esto: “Cualquiera que lea la biografía de Queipo de Llano no puede más que repudiarlo.Traicionó a su rey, a la República y al propio Franco”. ¿Entonces? Entonces nada, ya que “nosotros no somos nadie como Ayuntamiento para mostrar nuestro rechazo a lo que diga su hermandad y su familia, que quieren que esté allí, igual que hay multitud de familias que tienen a sus familias en fosas comunes y que están deseando poder enterrarlos con dignidad”.
PALABRAS INSUFICIENTES PERO HONROSAS
Honran a Serrano sus palabras, que no todos, en realidad muy pocos, de sus compañeros de partido serían capaces de pronunciar en público ni, ay, en privado, pero el hecho de que se quite de encima la patata caliente arrojándola al ámbito privado, sea éste de la familia del golpista o sea de la Hermandad de la Macarena, es indicativo de que hasta la derecha más templada sigue interpretando estas iniciativas de la izquierda como una derrota propia, y no como un acto compartido de reparación y justicia, es decir, como un acto de ‘paz, piedad y perdón’
Ciertamente, el universo de la memoria histórica está envenenado por la contumaz insistencia de no pocos activistas de utilizar la bandera de la reparación para golpear en la cabeza del Partido Popular: el memorialismo se da un gusto al cuerpo haciendo tal cosa, pero cada vez que lo hace se aleja un poco más del objetivo que dice perseguir. A estas alturas y tras tanto fracaso, todos deberíamos saber esto: no habrá restauración verdadera de la memoria ni del honor de las víctimas de Franco mientras la derecha no se avenga realmente a ello. La memoria recuperada lo será por todos o no lo será. La reparación será compartida o no será.
LA VERDAD, LA JUSTICIA… Y LAS ELECCIONES
La izquierda tiene que idear nuevas estrategias para incorporar a la derecha a las políticas de recuperación de la memoria y reparación de las víctimas. Lo tiene que hacer porque si ella no lo hace, la derecha no lo hará nunca, y no solo por razones electorales, que también puesto que todos los franquistas, neofranquistas o filofranquistas que quedan en España siguen votando al PP, sino por razones psicológicas y morales, mucho más difíciles de doblegar.
Hoy, todavía, cuando la derecha oye expresión ‘memoria histórica’ se lo toma como una ofensa, una agresión, una petición de cuentas: para el PP, es como si el propio universo político y semántico de la memoria democrática fuera una suerte de prolongación simbólica, artificial y maliciosa de la Guerra Civil con la cual los perdedores quisieran robarles la victoria del 39. Por eso no quieren tocar los restos de Queipo: no por respeto a su familia ni a su hermandad, sino por temor a la verdad. Sacar sus restos de la Macarena equivaldría a poner al feroz militar africanista en su sitio, sería admitir por la vía de los hechos que Sevilla le otorgó unos honores que nunca mereció. Sería, en fin, empezar a andar el camino de la condena y la deslegitimación del golpe de Estado del 36 que una gran parte de sus votantes sigue considerando no ya justificado, sino justo.