Pedro Chaves
Profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid y miembro de Econonuestra
He seguido con tanto interés como pasión el florido y sustantivo debate entre dos Juan Carlos,
Escudier y
Monedero.
Y no pretendo interferir en la parte de cuitas personales que parecen
expresar dos personas que se tratan repetidamente como amigos. En esto,
como en otras cosas, los triángulos suelen ser una figura geométrica muy
problemática.
Pero de lo que hablan y sobre lo que opinan les interesa a ellos, es
evidente, pero también a muchas otras personas. A fin de cuentas, el
texto y el subtexto se interroga sobre las oportunidades de una
izquierda, digna de tal nombre, en el contexto español y europeo. Pero
también sobre los ejes –vectores les llama Juan Carlos Monedero, tanto
da- sobre los que hacer pivotar una estrategia de representación en la
izquierda alternativa. Y no es eso todo, también sobre la utilidad
entendida en términos de conveniencia temporal: ¿era este el momento
para intentar una aventura nueva en el espacio de la izquierda?
De nada de esto estaríamos discutiendo si
Podemos no hubiera
resuelto con éxito dos de la tareas que se impone una fuerza política
que nace y que rara vez se consigue: situar su aparición en el centro de
la agenda política del espacio que pretende ocupar y convertirse, desde
el inicio, en un fenómeno social en ese espacio. Ninguna de las dos
cosas pueden ser negadas y entenderlas y gestionarlas puede ayudarnos a
todos/as a vivir estas y otras experiencias como oportunidades o como
una trinchera. Por convicción prefiero pensar en la primera de las
alternativas, en parte por las mismas razones por las que Juan Carlos
Escudier señala respecto a las escasas diferencias programáticas entre
Podemos e Izquierda Unida.
Si hablamos de contenidos, de propuestas, cualquiera de los dos
vectores a los que hace referencia Monedero llevan presentes tiempo, de
una u otra manera, en el espacio de la izquierda alternativa. Forman
parte de la práctica y de los enunciados de diferentes organizaciones de
izquierda, de diferentes tipos y pelajes y en diferentes lugares del
estado. En primer lugar la defensa de una propuesta de Estado social y
democrático donde se garanticen derechos esenciales y se construya una
perspectiva de vida digna para la mayoría ha sido la práctica común de
IU –pero no solo- prácticamente desde su surgimiento. Incluso en los
peores momentos de su reciente historia esta capacidad del “hermano
mayor” para haberse posicionado sin ambages contra las políticas de
liberalización, flexibilización y privatización, contra el recorte de
derechos en el trabajo, en la igualdad etc.. forma parte de un
patrimonio que trasciende con mucho los muros de IU, es un cofre que
atesora la resistencia tenaz de millones de personas frente a la
voracidad de los menos y que nos pertenece a todos/as. Si no valoramos
el papel que IU ha jugado en este escenario, empezamos a despistarnos.
El segundo eje o vector tampoco es nuevo: la reforma de la política
con mayor o menor radicalidad, ha sido enunciado de diferentes maneras y
con diferentes propuestas desde muchos lugares. En este punto la idea
ha sido y es un nuevo proceso constituyente que haga posible deliberar y
cambiar nuestras instituciones representativas y que afecta a todos los
órdenes: el tipo de instituciones, la relación con la comunidad
política, el sistema de partidos y sus obligaciones democráticas, el
mandato imperativo, la rotación de los cargos etc…
Estos dos ejes han sido la piedra angular de las demandas del 15M y su legado en
Podemos es más que evidente, aunque no solo en
Podemos. Nadie hoy en la izquierda alternativa puede hacer como que el movimiento de los indignados no existió.
Por mi parte, añadiría que hay un tercer eje sin el cual buena parte
de los dos anteriores o son incomprensibles o son imposibles de
gestionar en términos de propuesta: La Unión Europea. En este punto creo
que el desarrollo propositivo de
Podemos está muy por detrás de
los acontecimientos. En su Manifiesto de convocatoria, la crisis de
legitimidad de la Unión Europea es solo una excusa para justificar la
constitución de este nuevo partido-movimiento. Pero ni en artículos ni
en intervenciones posteriores el tema de la UE, de la situación del
proceso de integración, de la realidad institucional, de la nueva
gobernanza económica de la Unión y sus constricciones para las economías
estatales, etc.. forma parte del debate y de la articulación de
enunciados y propuestas. Y contestar a la pregunta: ¿qué hacemos con la
UE? es hoy una de las claves para poder entender las propuestas de los
dos ejes anteriores.
Quiero creer que esto tiene más que ver con el “no hemos tenido
tiempo de ocuparnos de eso” que con una posición de indiferencia
respecto a la trascendencia de este elemento. La UE no es política
exterior en nuestro país y los problemas a los que la izquierda
alternativa quiere dar respuesta, reconocen en la UE el escenario, tan
inevitable como imprescindible, del conflicto político y social.
A lo que me parece, la novedad y el éxito de
Podemos no radica
tanto en su capacidad de enunciación de lo nuevo –limitada-, como en su
irrupción organizativa y generacional. Respecto a lo primero conviene
sugerir alguna pista que podría convertirse, eventualmente, en una
oportunidad:
Podemos es también el resultado de los errores del
“hermano mayor”. No es muy comprensible la resistencia de IU a haber
impulsado ahora y no más adelante el proyecto de SUMA y haberlo
convertido en un articulador de la representación social y política
contra las políticas austericidas del gobierno de Rajoy y de la troika.
Era y es evidente que los millones de personas que se han movilizado
desde hace varios años contra la lógica de privatización+recortes de
derechos reclamaban un espacio amplio de representación que fuera más
allá de las siglas existentes.
El fiasco de la experiencia de SUMA puso sobre la pista de donde estaban las oportunidades y
Podemos ha irrumpido para ocupar ese espacio con éxito hasta ahora, visto lo visto.
En lo que hace a la organización y al sesgo generacional,
Podemos
ha ofrecido un espacio de articulación que parece sugerir un proceso de
construcción más horizontal y participativo que otras experiencias. Y
eso ha animado a una buena cantidad de gente que estaba en la periferia
de la militancia, pero con niveles muy altos de politización a sumarse a
la iniciativa o bien a considerarla con interés, que no es poco. En
realidad este será el nudo gordiano de esta experiencia: su capacidad
para generar dinámicas de empoderamiento y participación desde ya.
Para que la evocación del 15M y su legado no sea como la cocina
postmoderna: un lugar en el que las cosas nunca son lo que dicen ser, la
representación en
Podemos deberá pasar el umbral de unas primarias o similar en los que puedan practicarse cosas que el Manifiesto de
Podemos anuncia: la participación en la configuración del programa y en la elección paritaria de los cargos electos.
En este punto,
Podemos es, una vez más, el resultado de los
errores de otros. La negativa de IU a realizar primarias desalienta a
muchas personas que necesitan algo más que la marca para identificarse
con el proyecto.
La situación puede vivirse como la muestra de nuestra genética
tendencia a dividirnos y fracturarnos o como la expresión de las
diferentes culturas y tradiciones que conviven en las izquierdas y de
las razones por las que aparecen diferentes expresiones representativas.
A mi juicio esta es una oportunidad para entender que hay espacios que
pueden y deben ser representados de maneras diferentes y que esa
realidad no tienen porque, necesariamente, generar confrontación y
rechazo. Sería triste que el final de este viaje fuera la división de la
izquierda alternativa. Y aunque no sabemos lo que puede arreglarse ya
de cara a las elecciones europeas, puede y debe ponerse mucha
inteligencia al servicio de crear puentes que transiten por encima de lo
que se anuncia como una competencia de cara a los próximos comicios.
Para mi no es relevante si
Podemos sacará o no buenos
resultados ni que querrá decir esto exactamente, pero su aparición y su
–hasta ahora- consolidación nos deberían ayudar a entender que había un
espacio social y político que reclamaba otro modelo de representación y
otros liderazgos. Entender eso, sin acritud, con normalidad, es esencial
para pensar en caminar juntos.
Otros deberán entender que las izquierdas no empiezan y terminan
donde ellos deciden en cada momento, y que ese ejercicio de sana
humildad es imprescindible para no convertir la esperanza de mucha gente
en una frustración más.