dimarts, 20 de juliol del 2010

LA FOTO DEL DIA, UNA FOTO DE 1932!


Diuen que les modes tornen. Les reivindicacions, també.
El temps passa o s'atura? Potser hi ha qui està capficat en que s’aturin, al menys les coses importants per a Catalunya!

REFORMAR LA CONSTITUCIÓ


La Constitució espanyola necessita ser reformada. Des de la seva promulgació l’any 78 fins el dia d’avui, han passat quasi que 32 anys i, des de llavors fins ara, la societat espanyola ha canviat molt i, sobre tot ha avançat.
La sentència del Tribunal Constitucional sobre l’Estatut ha posat de manifest la necessitat del canvia i ha posat sobre la taula un debat que ja dura massa. És evident que abans es parlava de petits retocs: successió de la corona d’Espanya (encara més si el segon fill dels prínceps hagués estat mascle), reforma del Senat per a convertir-lo en la cambra de representació de les CC.AA. i poca cosa més.
Ara s’ha demostrat que la reforma ha de ser en més profunditat. No n’hi ha prou en aspectes puntuals, sinó que ha de permetre modificar lleis orgàniques (l’Estatut n’és una), sobre tot, per a modernitzar moltes de les estructures d’aquest país.
Però per a reformar-la cal una majoria de les 3/5 parts del diputats del Congrés, la qual cosa posa molt cosa amunt si no hi ha un pacte ampli entre els diversos grups que composen la cambra baixa.

Així, ara com ara, em sembla impossible mentre un dels grans grups del Congrés no hi estigui d’acord. Estic parlant, evidentment, del Partit Popular. I no deixa de ser curiós... L’hereu de l’antiga Alianza Popular que l’any 78 va promoure el “no” a la Constitució (com per exemple un botó, tenim el cas d’Aznar que escrivia articles postulant-se pel vot negatiu), ara resulta que són els màxims valedors de la Carta Magna.
Una mica (salvant les distàncies, moltes distàncies) també passa amb Esquerra Republicana de Catalunya que pareix que seguin els més agreujats amb la sentència del TC sobre l’Estatut de Catalunya. És evident que ells no el van votar, perquè, entre altres coses, no era el que havien votat al Parlament de Catalunya, però a l’hora de tancar files i manifestar-se per la sentència, van ser el primers (o dels primers, no vull que ningú s’enfadi)

I mireu, no puc fer-hi mes. Tot aquest enrenou de la reforma de la Constitució ha fet recordar-me d’una sèrie que va emetre Tele 5 l’any 2001. Diu la Wikipedia que va deixar-se d’emetre per la poca audiència que tenia. Personalment ho poso en dubte. Estic parlant de la sèrie anomenada “Moncloa dígame”. Eren els temps de la política absolutista d’Aznar i jo crec que va ser degut més a les pressions de la Moncloa que no la poca audiència el motiu de la retirada del programa de la graella televisiva.
Recordo que era sobre els funcionaris del palau presidencial del cap de l’executiu espanyol. Quan suposadament sortia Aznar, aquest estava envoltat de tants escortes i, per la seva estatura, mai es podia veure.
També hi havia dos gossos (o gosses): Democràcia i Constitució. La Democràcia era dòcil i tothom la podia tocar. Mentre la Constitució era tant agressiva que era “intocable”.
Després de 8 anys... I de 32, la Constitució segueix sent intocable per als de la dreta nacionalista espanyola.

(L'acudit el publica avui el Periódico de Catalunya i és del mestre Ferreres)

dilluns, 19 de juliol del 2010

El presidente Montilla continúa llevando razón


Mi artículo en defensa de la llamada del Presidente Montilla a la movilización popular en contra del dictamen del Tribunal Constitucional originó (como era predecible) una amplia respuesta de muchas voces, bastantes de ellas procedentes de los establishments mediáticos y políticos de Madrid, incluyendo algunas voces socialistas del PSM-PSOE. Gran número de tales voces reflejaron un escaso conocimiento de Cataluña, y por lo tanto de España, que por desgracia es bastante común entre amplios sectores de tales establishments (sean del color político que sean) aún cuando, en general, son las derechas las que reproducen este desconocimiento de una manera más acentuada.

Uno de los mayores errores es considerar el catalanismo (la defensa de Cataluña como nación) como una invención de la burguesía catalana, y de un sector de las izquierdas, que desean recuperar una identidad cultural negada durante la dictadura. Tal observación parece desconocer que durante aquel periodo, enormemente represivo, fueron las izquierdas las que lideraron la lucha por la identidad catalana, no las derechas, siendo la burguesía la que colaboró más con el fascismo. Era esta burguesía la que hablaba castellano, dejando que fueran los sirvientes y lo que llamaban “clases bajas” los que hablaran en catalán. El castellano fue impuesto por la dictadura en Cataluña, con el apoyo de la burguesía.

En la manifestación del pasado 10 de Julio, la que lideraba la mayor concentración de personas que haya ocurrido en la historia de Catalunya fue una bandera catalana, llevada por treinta sindicalistas, siendo los dos sindicatos de clase mayoritarios en Cataluña (CCOO y UGT) los encargados de llevar el servicio del orden de la manifestación. Y todos los sindicatos y partidos de izquierda fueron parte del liderazgo de tal movilización, siendo un socialista, el Presidente Montilla, el que lideró el componente institucional de la manifestación.

El segundo error que hacen aquellos amplios sectores de los establishments políticos y mediáticos madrileños es ver al catalanismo como idéntico al separatismo, o como un paso previo a la separación de Cataluña del resto de España. Las derechas españolas hacen este supuesto constantemente. Y una de las voces del PSM-PSOE hacía lo mismo cuando alertaba de esta posibilidad, haciendo referencia a hechos de los años treinta del siglo pasado. Pero se ignora que el siglo XXI es muy distinto a la primera mitad del siglo XX. El independentismo (una opción totalmente legítima, y cuya dimensión política de izquierda, ERC, es parte del gobierno tripartito catalán, y cuyos votos en el Parlament y en las Cortes Españolas han sido claves para facilitar políticas de izquierda) es hoy minoritario en Cataluña, y fue también minoritario en la manifestación del 10 de julio, por mucho que varios medios en Madrid lo presentaran como una manifestación independentista. En tal manifestación hubo muchas más banderas catalanas que banderas esteladas independentistas. La demanda del reconocimiento de Cataluña reflejado en el Estatut es mayoritaria en las instituciones políticas, sociales y civiles progresistas en Cataluña. El independentismo, sin embargo, está creciendo, resultado, en gran parte, de la hostilidad por parte de las derechas y la incomprensión por parte de amplios sectores de las izquierdas jacobinas que se olvidan del pasado federalista de sus antecesores.

Un tercer hecho que es también importante de constatar, es que la cultura política catalana es muy distinta a la cultura madrileña y castellana. El mayor adversario político de las izquierdas en Cataluña es la derecha catalana, CiU. En Madrid es el PP, una derecha enraizada en la dictadura que todavía tiene un enorme poder y gobierna en Madrid, tanto en la ciudad como en la Comunidad Autónoma y que marca constantemente el territorio político en Madrid, y también, por desgracia, en España. La derecha española es una derecha reaccionaria, homologable a la ultraderecha europea, como lo muestra su apoyo al enjuiciamiento de Garzón por el Tribunal Supremo a propuesta del partido fascista, la Falange, situación definida como bochornosa por la mayoría de medios cercanos a las derechas europeas. En realidad, en mi entorno universitario hay muchas personas de izquierdas catalanas que se han convertido en independentistas porque no desean pertenecer a un país –España- donde la derecha hegemónica es tan reaccionaria y portadora de tantos valores pre constitucionales. Y por desgracia, el debate ideológico y político en España se realiza en muchas ocasiones en el terreno marcado por las derechas.

Es agotador y llega a un hartazgo, tener que rebatir siempre a las derechas castellanas que, en defensa de un centralismo madrileño recurren siempre a “la unidad indisoluble de España”, slogan utilizado por los fascistas en el golpe militar del 1936 para defender privilegios de clase. Esta expresión produce un enorme rechazo entre las izquierdas catalanas, y también entre las derechas democráticas. Tal slogan fue el que se utilizó por los golpistas para reprimir brutalmente en Cataluña la expresión de su identidad. De ahí que la inclusión de la famosa llamada a la indisoluble unidad de España en el dictamen del TC (nada menos que doce veces en su dictamen) para justificar su decisión de subrayar (lo cual ya se había acordado y pactado en el Estatut y aprobado por las Cortes) que Cataluña no era una nación desde el punto de vista jurídico molestó a muchos sectores de la población catalana. Esta y muchas otras medidas eran una ofensa a Cataluña y a cualquier español con conciencia democrática. Era, como bien dijo el presidente Montilla, poner el dedo en la herida para reavivarla. Y no tengo ninguna duda de que éste fue el objetivo de un gran número de miembros del TC, en respuesta a las críticas que les había hecho el President Montilla, durante estos cuatro años, por su insensibilidad, arrogancia y descrédito. Tal como dijo el President, “La sentencia está llena de ofensas gratuitas que no tienen efectos jurídicos, pero sí el efecto de tocar las narices”. La mayoría de catalanes (61%) están de acuerdo con esta lectura del dictamen del TC, respondiendo afirmativamente a la pregunta “¿Está de acuerdo con que la sentencia del Tribunal Constitucional representa un agravio para Cataluña como afirman todos los partidos políticos catalanes excepto el PP?”.

Lo cual me lleva a la última reflexión referente a la supuesta falta de apoyo popular al Estatut en Cataluña, percibiéndose su defensa como un tema exclusivo de las élites políticas, pero de escaso interés para las clases populares. Aquellos que lo perciben de esta manera citan encuestas que señalan que el Estatut no parezca ser un tema prioritario, comparado con otros temas tales como el desempleo y la crisis económica. Me parece totalmente lógico que así sea. Pero las mismas encuestas muestran gran interés entre las mismas clases populares sobre los recursos y la extensión de sus servicios públicos o el idioma de sus escuelas, todos ellos definidos en el Estatut. Escribir (como han llegado a hacerlo algunas voces socialistas madrileñas), o mostrar en la televisión (como hizo TVE –en su programa Informe Semanal- sobre la manifestación del 10 de julio en el que mostraba a una persona en un mercado –presentada como una voz representativa de las clases populares- desmereciendo la importancia del Estatut, es asumir una escasísima representatividad de las instituciones públicas, cívicas y sociales de Cataluña, que es profundamente ofensiva a las instituciones catalanas. TVE, por cierto, fue abucheada extensamente en la manifestación, lo cual fue interpretado erróneamente por más de un tertuliano en los medios madrileños como un silbido antiespaña. Tal interpretación de la percepción popular del Estatut, infravalorando la manifestación, como han hecho la mayoría de los medios en Madrid, es un enorme error. Es más, el Estatut aborda intereses económicos y políticos y también los símbolos. Y creerse que éstos no son importantes es desconocer la naturaleza humana. Me expando en ello.

Muchos amigos madrileños cuando vienen a Cataluña y no ven muchas banderas españolas, asumen que la población no se siente española. Y aunque esto es cierto para un número creciente de catalanes, no lo es para la mayoría. Pero un número muy grande (que aumenta según la edad) no considera la bandera española definida por la Constitución como su bandera, ni el himno nacional como su himno. Para muchísima gente en Cataluña la llamada bandera española es, en realidad, la bandera borbónica que llevaban las tropas franquistas que invadieron Cataluña, tropas que se autodefinían como las nacionales y que consideraban la marcha militar borbónica como su himno. En realidad, si se permitiera izar la bandera republicana en los ayuntamientos en lugar de la borbónica, creo que gran número de ayuntamientos en Cataluña izarían la republicana en lugar de la borbónica. Y ello como consecuencia de una memoria histórica que los gobiernos catalanes democráticos han mantenido viva. Se puede acatar una ley sin necesariamente aprobarla.

De ahí que no haya la actitud reverencial hacia la Constitución en la mayoría de la población catalana. Es un documento pactado en un momento de gran desigualdad en las relaciones de poder. Es inevitable que, a medida que haya un cambio en estas relaciones, tal Constitución cambiara. Y una de las cláusulas que necesita eliminarse, por cierto, es aquella que asigna al Ejército la defensa de la integridad (indivisible unidad) de España, frase y dictamen puesto ahí, que, indirectamente, puede utilizarse para justificar el golpe de Estado de 1936. No existe ninguna otra Constitución europea que tenga tal tipo de cláusula.

La variable más importante para decidir el futuro de Cataluña es la propia voluntad del pueblo catalán. La clase trabajadora y clases populares catalanas tienen muchísimo en común con las clases trabajadoras y clases populares de otras naciones y regiones de España, incluyendo Madrid. De ahí la importancia de que los representantes de tales clases debieran ser muy sensibles no sólo a eliminar cualquier forma de explotación de clase y de género, sino también de nación. La Guerra Civil fue una lucha de clases pero también una lucha de unas oligarquías que impusieron una visión nacionalista española oprimente para las otras naciones y regiones de España. Y es en este sentido que, en estos momentos, son de agradecer las voces de izquierda como las de Santiago Carrillo o las de Gaspar Llamazares, que desde Madrid protestaron el dictamen del TC. Sería de agradecer que tales voces se dieran también en el socialismo, incluyendo el madrileño. Pero, tal protesta no debiera darse sólo como acto de solidaridad con el pueblo catalán y con las izquierdas catalanas, sino también (como hace Llamazares) como muestra de desacuerdo en contra del TC, que debiera mostrar todos aquellos parlamentarios que votaron a favor del Estatut. ¿O es que cuando los socialistas madrileños votaron a favor del Estatut creían que era inconstitucional? Si entonces creyeron que era constitucional, ahora deberían protestar que el TC lo recorte. Acatar es una cosa. Aprobar es otra. Aplaudo que el Presidente Montilla protestara. Y me entristece (aunque no me sorprende) que no lo hicieran más voces de la izquierda basada en Madrid.

Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
www.vnavarro.org

CIU I EL GOVERN


Vinc observant des de fa un temps una manca de respecte d’alguns dirigents de CiU cap els responsables dels governs. En canvi, al PP, no el tracten de la mateixa manera. Si fa uns mesos era Duran i Lleida qui qualificava de “cadàver polític” el president Rodríguez Zapatero (encara que més tard se’n retractés), ara ha estat Mas qui ha parlat de “fer el ridícul” dels membres del tripartit a l’hora de consensuar una noció conjunta que donés una resposta unitària a la sentència de l’Estatut.
Mas, igual com fa Mariano Rajoy, no acostuma a portar cap alternativa i té com a únic objectiu arribar al govern desqualificant els seus rivals polítics.
Parlant de fer el ridícul, li recordaria al senyor Mas que ell ja la fet, al menys, en dues ocasions: els anys 2003 i 2006 quan no va poder sumar els suports necessaris per a formar govern.
També cal advertir-lo que si després de les properes eleccions vol arribar a governar, primer haurà de mirar de sumar els escons necessaris per a poder-ho fer. Però també explicar com ho pensa fer, amb qui ho pensa fer i a costa de què ho pensa fer. La solució arribarà la propera tardor.