dijous, 26 de setembre del 2013

Separatistas y separadores

Antonio García Santesmases
Catedrático de Filosofía Política de la UNED

Tras el impresionante éxito de la Diada del pasado 11 de septiembre hay que ser conscientes del desafío al que nos enfrentamos. Para ello, para entender la magnitud de la movilización que hemos presenciado y poder imaginar algunas salidas hay que hacer un poco de historia.
La primera consideración a realizar remite a un juicio que muchos no compartirán: tanta responsabilidad tienen los separatistas como los separadores. Se repite una y otra vez, en los medios madrileños, que lo ocurrido en Catalunya sólo es explicable por el adoctrinamiento realizado desde la escuela y desde los medios de comunicación; se afirma igualmente que sólo es entendible por el empecinamiento de una clase política nacionalista que ha puesto encima de la mesa un tema que no estaba en la mente de los ciudadanos; y, por último, que sólo ha sido posible por la renuncia de la izquierda a combatir el fenómeno del nacionalismo. Son múltiples los políticos y los analistas que suscriben este diagnóstico. Por citar un caso reciente, pensemos en la reciente intervención de Esperanza Aguirre en Barcelona jaleada ampliamente por distintos medios de comunicación.
Si queremos tener alguna claridad en lo que está pasando hay que comenzar por saber si este diagnóstico es acertado. Creo que no lo es, aunque pueda tener elementos de verdad, y que es posible un relato distinto sobre lo que ha ocurrido. Comencemos por el principio. Durante 23 años Jordi Pujol ejerce su hegemonía en el gobierno de la Generalitat. Es en 2003 cuando las izquierdas llegan al gobierno de Catalunya. El primer error que se repite machaconamente viene de repetir, una y otra vez, las palabras pronunciadas por Zapatero en el famoso mitin donde afirmaba que asumiría la propuesta de reforma estatutaria que emanase del Parlamento de Cataluña. Efectivamente, Zapatero dijo estas palabras pero se olvida interesadamente todo lo ocurrido posteriormente. Sin recordar los pasos posteriores no hay manera de entender el malestar que ha cundido en Catalunya.
Se aprobó el proyecto de nuevo Estatut con un apoyo masivo del Parlamento catalán pero se olvida recordar que ese proyecto fue modulado, modificado y rectificado por el Parlamento español. Tras los cambios producidos a pesar de todo fue aprobado en referéndum con el voto en contra del Partido Popular y de Esquerra Republicana de Catalunya. Tuvo el apoyo del PSC, de Iniciativa y de CiU. El Partido Popular había sido derrotado en el Parlamento catalán, en el Parlamento español y en el referéndum, pero les quedaba una última y decisiva baza en el Tribunal Constitucional. Y supieron utilizarla. Hicieron todo lo posible por bloquear la decisión hasta que se produjera el resultado que deseaban. A pesar de la advertencia de los medios de comunicación catalanes, que avisaban del peligro de modificar un Estatut aprobado en referéndum, lograron sus propósitos.
A partir de ese momento el choque de trenes se veía venir. Dos partidos que comparten la política económica, la visión de Europa, el modelo social, la política educativa y la cuestión religiosa logran polarizar la agenda política consiguiendo atraer hacia sus filas a unos y a otros. Estamos ante un choque entre dos nacionalismos: el nacionalismo catalán y el nacionalismo español. Uno de ellos ha pasado de defender el Estatut a proclamar el soberanismo y el independentismo; el otro a defender la unidad nacional sin complejos, dispuesto a aparecer como el guardián de la Constitución. Se trata de que todos los demás nos incorporemos a uno o a otro bando. No caben matices. Secesionismo o inmovilismo.
El debate polariza energías porque si algo está claro es que la crisis económica no sólo no diluye los problemas nacionales sino que los refuerza; todos necesitamos algún tipo de cobijo en el que guarecernos y la idea de que todo esto desaparecería por nuestra incorporación al proyecto europeo no se sostiene. ¿Se puede afirmar con algún rigor que el nacionalismo alemán ha desaparecido? ¿Se ha diluido acaso el republicanismo francés? ¿No sigue vigente la identidad británica? Todo ello por referirnos a los nacionalismos de Estado; si hablamos de las naciones sin Estado, pensemos en Escocia o en Flandes.
La interrogante que tenemos que despejar es si cabe una opción distinta a la del choque de trenes. Lo primero y esencial es saber la enorme responsabilidad de los separadores en el incremento del sentimiento secesionista. Si se hubiera mantenido el proyecto salido del Parlamento español, ratificado en referéndum, nos habríamos evitado muchos males. Ante la cerrazón de la derecha se ha producido el incremento del secesionismo. Creo que la única salida posible está en distinguir entre el derecho a decidir y el contenido de la decisión.
Se puede pactar un procedimiento para realizar una consulta. Lo piden muchos sectores de la sociedad catalana. La pregunta es: ¿Decidir implica necesariamente optar por la independencia? Para muchos, sí. El contenido de la decisión está claro. Se trata de crear un nuevo Estado en Europa. Pero no todos piensan igual; si repasamos lo ocurrido en los últimos días vemos que hay tres sectores diferenciados. Por un lado están los que apuestan por el independentismo, por otro los que consideran que no ha lugar ninguna consulta, pero existe también un sector importante de votantes democristianos de Unió Democrática, de votantes socialistas del PSC y de poscomunistas de Iniciativa, al igual que muchos ecologistas o sindicalistas que pueden preferir un modelo federal al inmovilismo o a la secesión. Pueden apostar por el federalismo. Se trata de articular esa posición sin asumir que el choque de trenes es inevitable.
Es una posición que hoy es minoritaria porque los independentistas proclaman que es imposible la España federal, que no hay federalistas en España, que esa opción ha sido sobrepasada por los acontecimientos y que, por tanto, tener un Estado propio es la única salida. Los inmovilistas españoles creen que el federalismo es un artilugio que no conduce a nada, que los nacionalismos son insaciables y que son ganas de perder el tiempo. Lo importante, para ellos, es sostener la unidad nacional de los dos grandes partidos españoles y obligar a los catalanes a aceptar las reglas del juego, quieran o no. En cuanto encuentran socialistas que comparten ese criterio son jaleados como encarnación del más genuino patriotismo.
La batalla por ello va a ser enconada y afecta a Unió Democrática, al PSC y a Iniciativa. Donde se visualiza con más claridad es en el electorado del PSC. El conseller de Cultura Ferran Mascarell procede del PSC; el antiguo conseller Ernest Maragall propone una lista única para las elecciones europeas y prestigiosos intelectuales como Rubert de Ventós hace años que apoyan esta opción independentista.
Mientras tanto, otros electores del PSC emigran hacia Ciutadans. Se sienten mucho más representados confrontando con el nacionalismo que en una propuesta federalista compleja, llena de matices, donde impera la argumentación racional frente a la adhesión emocional.
Así están las cosas, pero a pesar de todo creo que siguen existiendo muchos electores que prefieren algo distinto a la secesión o a la asimilación, que diferencian entre el derecho a decidir y el contenido de la decisión. A ellos hay que dirigirse. Con la misma claridad con la que ha hablado Duran i Lleida es imprescindible que las izquierdas españolas y catalanas, políticas y sindicales, den una batalla a favor del federalismo. Sólo la pueden dar si clarifican el modelo, si precisan los contenidos de un federalismo cooperativo y solidario, y sobre todo si son capaces de enmarcar el nuevo proyecto en una lectura de la historia de España y de Catalunya. Una lectura de la historia reciente que muestre la gran responsabilidad de los separadores en este incremento del separatismo pero también los vínculos de solidaridad entre los distintos pueblos de España.
Es alarmante pensar que unos hablan desde los Reyes Católicos y otros desde 1714 como si no hubiera existido el fracaso de la revolución liberal, el desgarramiento del siglo XIX, los conflictos no resueltos de la España de la Restauración y la gran esperanza que supuso el esfuerzo republicano por aunar el liberalismo español y el nacionalismo catalán. Seguir afirmando que hay que apoyar una identidad nacional española sin complejos es desconocer el legado de los exiliados, de los derrotados en la guerra civil, de todos los republicanos que defendían una España distinta. Una España republicana que abría sus brazos a Catalunya porque sabía que estábamos ante un combate que a todos nos unía.
Sin recoger ese legado del republicanismo será muy difícil articular un proyecto sugestivo de vida en común. Muchos preferirán formar un todo aparte y no querrán ser parte de un todo que no es capaz de aprender de sus errores. Preferirán ser separatistas porque se encuentran ante una España de separadores.

El etarra Artur Mas

Juan Carlos Escudier

Eclipsado por el lento final de ETA, Mayor Oreja ha iniciado el tránsito a la jubilación, aunque la suya sea de las buenas, con varias multinacionales pagando la fiesta de una fundación montada a imagen y semejanza de sus desvaríos, entre ellos el de conseguir una ley europea contra el aborto en vista de que aquí ya le hace Gallardón el trabajo y de que las metas han de ser irrealizables para poder seguir viviendo del cuento indefinidamente.
Dado que este hombre era capaz de vislumbrar una negociación con ETA en un concurso infantil de disfraces, el final del terrorismo tenía al todavía eurodiputado bastante confuso, especialmente desde que gobiernan los suyos y se le hizo muy difícil mantener que Rajoy también participa en la conjura secesionista que debía entregar la playa de la Concha a los herederos de Pakito, Txelis e Iñaki de Rentería.
A fin de salvar la contradicción, Mayor afinó el tiro para encajar las piezas del puzzle aunque fuera a martillazos y desde hace más de un año empezó a aventar que, en realidad, ETA había nacido para romper España matando o sin matar, mientras profetizaba que cuando sus diputados (los de ETA) y los del PNV fueran mayoría impulsarían la autodeterminación de Euskadi.
Como el augurio sigue sin cumplirse, quizás porque Urkullu es de letras y se le atragantan las matemáticas, el Nostradamus del PP ha dado una nueva vuelta de tuerca a su argumentario en una cuadratura del círculo sin precedentes: ETA ha sido la vanguardia de los nacionalismos y en su hoja de ruta también está Artur Mas, que viene a ser un Ibarretxe elevado a la tercera potencia o, si se prefiere, un etarra con estudios y sin capucha. En definitiva, los terroristas también han marcado el rumbo a CiU, a cuyo desafío sólo cabe hacerle frente desde la firmeza, la Constitución y -ojo al dato- sin negociación de ningún tipo, que ya se sabe que es un arma que carga el diablo.
Obviamente, siempre según Mayor Oreja, hay que estar preparado para lo peor porque de un nacionalista no se puede uno fiar, salvo que sea un españolazo de bien y mantenga como él que el franquismo fue uno de los periodos más plácidos de la historia de esta sufrida piel de toro.
Redefinido el enemigo, que no es otro sino ETA y su simiente, su papel vuelve a ser imprescindible. ¿A quién recurrir para explicar los próximos pasos de estos modernos terroristas que forman cadenas humanas kilométricas y tienen inculcado en su desviada genética el odio a los Reyes Católicos? A Mayor Oreja y a su bola de cristal.

dimecres, 25 de setembre del 2013

NO, GRÀCIES!



El PP pretén formar un front anti-nacionalista amb Ciudatans (C’s), UDC i PSC. Tret de C’s que ha confirmat la seva voluntat, els altres dos partits li han dotat carbasses.
Recordo que la primera vegada que vaig veure un adhesiu dient no, gràcies!, al davant hi posava Nuclears? O sigui: Nuclears? No, gràcies! Després s’ha fet sevir en molts d’altres eslògans.
Jo avui en faig un altre: PP? No, gràcies! I és que tant els populars com les seves polítiques em fan més temor que una nit de llamps i trons. Amb segons qui no aniria ni a prendre un cafè. No obstant he de dir que tinc amics (pocs) que són del PP i, dintre de la tolerància mútua, la nostra relació és força bona.
Com podeu imaginar tinc molts més amics socialistes. L’estereotip d’aquests seria d’una persona progressista i tolerant amb els diversos col·lectius, com per exemple, immigrants, gais i lesbianes, minories ètniques, independentistes... No, independentistes, no!! Què dius ara??
Els expresidents socialistes Felipe González i José Luis Rodríguez Zapatero ja han donat la seva opinió sobre la voluntat d’un bon grapat de catalans (al menys d’un milió i mig que, si fa o no fa) que són els que han participat en les dues grans demostracions de força (però també de festa i civisme) de les Diades dels anys 2012 i 2013.
Sobre les declaracions fetes pel segon (i més recents en el temps), alguns mitjans de comunicació li han recordat les paraules que va dir durant un míting a la ciutat Comtal: Apoyaré el Estatuto de Autonomía para Catalunya que salga del Parlamento catalán...
Però a l’hora de la veritat va pactar amb un independentista convers com és ara Artur Mas a canvi de la promesa de que els socialistes no impedirien que Mas fos president si CiU era la llista més votada al Parlament. Però els socialistes catalans no van estar per la labor i van tornar a pactar amb els ecosocilistes i una ERC que, en aquella època estava menys per la independència i més per una Catalunya social i de passar pàgina de l’etapa dictatorial de CiU.
Del per molts enyorat Felipe González, s’ha de recordar que va ser un dels promotors del cafè per a tothom. Possiblement eren un altres temps, tot just acabàvem de sortir d’una dictadura i de l’ensurt del cop d’estat de Tejero, però amb els pas dels anys, quan analitzes aquella etapa i repasses la seva acció de govern, hi trobes alguna ombra. Tampoc el gran independentista Pujol se’n lliura de les crítiques negatives, ja que ell va consentir-ho tot a canvi de que ningú el molestés massa a casa seva.
Per tant, Felipe i Zapatero? No, gràcies! I Pujol? A aquest no me’l he tragat mai i a aquestes alçades ja no canviaré d’opinió.  

LA FOTO DENÚNCIA DEL DIA 25-09-2013

Al número 41 del carrer Grau d'Amposta encara hi ha una placa de l'antic Ministerio de la Vivienda franquista amb el jonc i les fletxes. Això sí, una mica deteriorar.
Durat els anys que vaig estar a l'Ajuntament d'Amposta i després d'aprovar la Llei de la memòria Històrica, vaig demanar a la brigada municipal la retirada de tota aquesta simbologia feixista. No podria concretar quantes en vaig trobar però de ben segur més de 20.
De totes formes a un blog d'habitatges prop de la plaça de la Pau i a tocar del riu, encara s'hi pot veure el rètol més gran que queda d'aquesta època, igual o similar a uns que hi ha a l'Aldea a un bloc al costat de la carretera.