ANIBAL MALVAR
Ahora que ya han decapitado a Pedro Sánchez, los periódicos andan aburridos. Correa, Bárcenas,Granados, las black y tal no ponen tanto ni a los periodistas ni a los lectores. Lucía Méndez resume hoy mismo este incómodo spleen en su columna de El Mundo: “Por fortuna para el sistema que permitió este oprobio [las black], la memoria de los ciudadanos tiene que darse un respiro”. Eso de darle un respiro a la memoria lo practicamos los españoles hasta el ahogo. Es el mismo argumento que legitimó el tránsito a la democracia de nuestros más conspicuos fascistas en los 70/80. Le dimos tanto respiro a la memoria que nos olvidamos la dignidad y el estudio de nuestra historia, que viene a ser peor. Lo mismo que nos piden ahora para comprender a estos periódicos que han defendido hasta la victoria la jibarización del PSOE: un respiro, un descanso a la memoria. Olvidemos que va a ser aclamado presidente el jefe de una banda delincuencial, pues nuestro olvido dará holganza a los mercados y serenidad al grupo Prisa.
David del Cura, en La Razón, explicaba muy bien en su columna de este jueves —Un tal Fernández— lo que le espera al gestor asturiano de nuestro socialismo descabezado: “El PSOE ha encargado a un ‘profesional’ el entierro de Sánchez […]. Javier Fernández es un ‘socialistadetodalavida’ que considera a los de Podemos enemigos y a los del PP ésos con los que tiene que compartir la multipropiedad en los otoños de la democracia. Un auténtico traga sables, aunque por textura prefiere los sapos”. Fernández resume España, ese ente abstracto e incomprensible que folga su hoy político entre el olvido inducido y la ingesta de sapos.
El País, tras ocho meses de neoGAL –enterrar en cal viva todo aliento progresista–, ahora se escandaliza y se da cuenta de que Mariano Rajoy va a lo suyo: “Primar tan descaradamente los intereses de su partido por encima de los de España es lo último que cabría esperar del PP”, nos editorializaba hace dos días para carcajada del respetable. Como si eso no fuera esperable de un señor y de un partido que han erigido su sede pagando a los Pepe Gotera condinero negro, sucio, robado. “Lo último que cabría esperar del PP” no era eso, querido Cebrián. A no ser que seas un émulo de aquel capitán Renault que se asombraba en Casablanca de que en Rick`s se juega. Papel que interpreta con destreza Mariano Rajoy cuando ha de referirse a “ese señor del que usted me habla”, que son muchos, demasiados señores. Él mismo tiene cara de llegar a convertirse un día cualquiera de estos en otro “señor del que usted me habla” (ya estoy viendo a Soraya pronunciar la frase). Versión muy española y mucho española de aquel “es tan corto el amor y tan largo el olvido”.
Al olvido también recurre ABC para instar a los socialistas a refrendarle el cetro a Rajoy: “La opoción de facilitar la formación de gobierno empieza a estar asumida por la opinión pública como un servicio a España”. La opinión pública piensa, la opinión pública dice, laopinión pública susurra. Recurro al bello Shelley para enmendar la tontería: “¡La opinión publica! ¿Quién es ese monstruo mítico? ¿Lo has visto alguna vez?”.
Por suerte nos queda Salvador Sostres (ABC), cuya impudicia intelectual le permite asertos como el que sigue para explicarnos España no desde el olvido, sino desde un deslenguado y extraño rencor: “No está en la naturaleza de un socialista ser generoso, ni agradecido ni compasivo”, nos generaliza hoy mismo en el torcuatiano diario. Ítem más. El bardo catalán, en plena avalancha de juicios peperos por corrupción, osa recomendarle a nuestra enmerdada derecha “tejer un discurso que soporte su legitimidad moral”. Esa legitimidad moral de la que usted me habla desde la cárcel de Soto del Real, o sea.
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