La investigación penal contra la "organización criminal" de Ignacio González retrata una época de corrupción sistemática en Madrid
IGNACIO ESCOLAR
IGNACIO ESCOLAR
"¿La diferencia entre Nacho González y Paco Granados? Que González ha robado más". La frase es de un importante dirigente del PP, un partido en el que no hay nadie medianamente informado al que haya sorprendido lo que acaba de pasar. Todo el PP sabía desde hace años que tanto González, como Granados olían bastante mal. Que el ritmo de vida que llevaba el sucesor de Esperanza Aguirre era imposible de justificar. Que contaba con un patrimonio millonario. Que su origen parecía cualquier cosa menos legal. Que su carrera política, decían en el PP, solo podía acabar de dos maneras: "En la cárcel o en un paraíso fiscal".
Hasta hoy, que dormirá en el calabozo, Ignacio González vivía en una mansión de 465 metros cuadrados en una urbanización de lujo; un ‘casoplón’ de tres plantas, seis habitaciones, seis baños, garaje, parcela, piscina y hasta una sala de cine que le montó su amigo Enrique Cerezo. Su casa de la playa tampoco se quedaba atrás. El famoso ático era en realidad un dúplex de casi quinientos metros cuadrados entre la vivienda y la terraza, también con piscina privada y vistas al mar. Entre los vecinos de González en Estepona, en un apartamento más humilde una planta más abajo, tiene su residencia de verano Carmen Franco Polo. Ni la hija del dictador podía competir con el poderío del expresidente de Madrid.
Hasta hoy, que dormirá en el calabozo, Ignacio González vivía en una mansión de 465 metros cuadrados en una urbanización de lujo; un ‘casoplón’ de tres plantas, seis habitaciones, seis baños, garaje, parcela, piscina y hasta una sala de cine que le montó su amigo Enrique Cerezo. Su casa de la playa tampoco se quedaba atrás. El famoso ático era en realidad un dúplex de casi quinientos metros cuadrados entre la vivienda y la terraza, también con piscina privada y vistas al mar. Entre los vecinos de González en Estepona, en un apartamento más humilde una planta más abajo, tiene su residencia de verano Carmen Franco Polo. Ni la hija del dictador podía competir con el poderío del expresidente de Madrid.
La justicia es como una enorme piedra que se desliza muy lentamente por la ladera de una montaña. No es rápida, pero como te atrape es casi imposible escapar. Todo apunta a que González, al igual que antes Granados, va a ser triturado por una investigación judicial que está aún bajo secreto pero de la que ya sabemos la ristra de delitos que justifican su detención: corrupción en los negocios, prevaricación, malversación, cohecho, blanqueo, fraude, falsificación documental y organización criminal.
La locuaz Esperanza Aguirre por ahora guarda silencio. Mañana le toca hablar pero ante el juez, como testigo de la Gürtel. No será la primera vez, ni probablemente la última, que le toque declarar. Tal vez nos cuente que el caso Lezo también lo destapó ella, o que son solo veinte ranas. Tal vez dimita por tercera ocasión. No hay ninguna imputación penal contra ella, pero políticamente no tiene mucho más que decir, salvo pedir perdón y dedicarse de por vida a la meditación.
Bajo el ala de Aguirre nació, creció y se forró una inmensa trama de corrupción solo comparable con el saqueo del PP en Valencia o con lo que ocurrió en el Ayuntamiento de Marbella con el Gil. Gürtel, Púnica, Lezo. Durante todos sus años con Francisco Granados, con Ignacio González, con Beltrán Gutiérrez, con Gerardo Díaz Ferrán, con Salvador Victoria, con Alberto López Viejo… ¿nunca vio nada? ¿Nunca sospechó nada? ¿En serio alguien puede creer que la omnipresente presidenta, capaz de ordenar que repintaran un hospital porque no le gustaba el color, no sabía nada y solo pasaba por allí?
El Canal de Isabel II es el epicentro de la investigación, pero no su único objetivo. No es una sorpresa. Igual que todo Madrid sabía que Granados era a González como González era a Granados, también se sabía que el fondo de reptiles, la cueva de ladrones, estaba allí, en la empresa de aguas de Madrid. El Canal servía para todo. Para enchufar a familiares y amiguetes con sueldos de escándalo; para comprar periodistas y medios afines con el reparto a dedo de la publicidad; para pagar detectives o enormes contratos de seguridad privados a buenos amigos que después te invitan de safari. El Canal era una máquina de hacer dinero y por eso la quisieron privatizar: para quedarse de por vida con su gestión, incluso si algún día perdían esas elecciones que siempre ganaron dopados, siempre apoyados con el dinero negro de la caja B.
Como la jugada del Canal no salió, Ignacio González intentó quedarse con otra presidencia bien pagada, la de Caja Madrid. "Ya era millonario, pero necesitaba un puesto con el que poder aflorar su enorme patrimonio sin que nadie hiciera preguntas incómodas", explican desde el propio PP. Da escalofríos recordar aquella pelea en el partido del Gobierno por ver a quién colocaban al frente de la tercera entidad financiera de España. Escogieron a los más honrados: Rodrigo Rato contra Ignacio González; Alien vs Predator. Ganase quien ganase, todos perdíamos, como después pasó.
Aún falta mucho por conocer de esta investigación. Pero solo con que el juez consiga documentar una pequeña fracción de todo lo que ha hecho esta "organización criminal" en Madrid será capaz de escandalizar a toda la sociedad. Es el retrato de una época, de un equipo de Gobierno corrupto desde los cimientos, que llegó al poder con el Tamayazo y en esta causa probablemente encuentre su final. Hay pinchazos telefónicos. Hay una investigación concienzuda. Hay abundante documentación. Hay un fraude millonario. Hay una imagen muy nítida de cierta prensa, acusada de coaccionar a la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, para intentar frenarla y que no denunciase en el juzgado lo que pasaba en el Canal. "Detrás de cada político corrupto hay dos tertulianos", decía una famosa pancarta del 15M. Un cartel que tenía razón.
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