Tania Sánchez Melero
March y Olsen establecen que los medios políticos se caracterizan por seguir dos lógicas de actuación; la lógica de las consecuencias, o la lógica de la pertinencia. En la primera uno actúa esperando conseguir sus objetivos, por tanto mide cada decisión tratando de maximizar las posibilidades de lograrlos. Mientras que siguiendo la lógica de la pertinencia, es nuestro rol o identidad lo que guía nuestras decisiones.
March y Olsen establecen que los medios políticos se caracterizan por seguir dos lógicas de actuación; la lógica de las consecuencias, o la lógica de la pertinencia. En la primera uno actúa esperando conseguir sus objetivos, por tanto mide cada decisión tratando de maximizar las posibilidades de lograrlos. Mientras que siguiendo la lógica de la pertinencia, es nuestro rol o identidad lo que guía nuestras decisiones.
Analizando desde esta perspectiva el 
actuar del gobierno en la mini crisis de Gibraltar, estamos obligados a 
pensar si las decisiones tomadas persiguen los objetivos formulados. 
Dicen los defensores de la “línea dura” del ministro de exteriores, que 
en Gibraltar hay que resolver un problema fiscal, un problema pesquero, y
 un problema medioambiental.
Desde luego compartimos que un territorio
 con 30.000 habitantes y 60.000 empresas censadas debería ser objeto de 
regulación fiscal. Así lo ha defendido IU en múltiples ocasiones, con 
actos de protesta y con propuestas en el congreso que el PP no ha dudado
 en rechazar. Si este fuera el objetivo, sería al capital al que habría 
que poner en  dificultades en sus movimientos fronterizos, sin embargo, 
es a las personas a las que se les obliga a guardar colas de horas 
mientras el dinero sigue teniendo vía libre.
Tampoco parece que las retenciones en la 
frontera vayan a tener efecto alguno en el conflicto de la pesca. Ni 
siquiera es de recibo plantear que en una zona que ha perdido más de 
cuatro mil puestos de trabajo por la conversión de puertos pesqueros en 
puertos deportivos, el mayor problema del sector sea, sin quitarle 
importancia, el que se da en la bahía gibraltareña. Una actuación 
integral en toda la zona para recuperar la pesquera sería el camino para
 solucionar  el problema, tampoco de esto ha querido discutir ni tomar 
medidas el PP.
En cuanto al problema medioambiental, en 
estas mismas fechas se ha publicado datos contundentes sobre el desastre
 ecológico que ha supuesto la construcción desaforada con fines 
turísticos en nuestro país, sin que el gobierno haya hecho declaración 
alguna de medidas inmediatas para limitar que la destrucción de nuestras
 costas siga avanzando. Por no hablar de lo poco creíble que resulta un 
gobierno preocupado por el bunkering cuando el propio ministro de medio ambiente tiene intereses empresariales en el sector.
Por último queda la cuestión de la 
soberanía. Es curioso escuchar al PP reclamar resoluciones de la ONU en 
favor de los “intereses españoles en Gibraltar”, como si para el 
gobierno inglés o el propio gobierno español las resoluciones de la ONU 
fueran de obligado cumplimiento. No queda tan lejos en la memoria la 
actuación bélica de ambos gobierno en Irak, en contra de las 
resoluciones del organismo internacional al que ahora reclaman su 
posicionamiento. Y no hablemos ya de un virtual enfrentamiento entre dos
 estados miembros de la OTAN, organismo hegemonizado por Estados Unidos 
que no tendrían duda en apoyar a Gran Bretaña frente a España. O de la 
poca preocupación que demuestra el PP por la soberanía española ante los
 organismos económicos que nos dictan las políticas de austericidio 
desde el inicio de la crisis.
Así las cosas, ninguno de los objetivos 
formulados por el ministro en relación con el peñón están ni tan 
siquiera cerca de conseguirse con las actuaciones desplegadas en la 
última semana, sólo queda pues pensar que las decisiones tomadas se 
guían por la lógica de la pertinencia y no de las consecuencias.
Si pensamos quien es Margallo, a quien representa, y en qué situación se encuentra el PP, todo cobra algo más de sentido
Desde su toma de posesión, el ministro 
quiso presumir de identidad y rol del que describía Valle-Inclán como 
patrioterismo, en el que es costumbre utilizar el conflicto de Gibraltar
 como elemento aglutinante de sus adeptos. No se muestra educación a los
 mandatarios ingleses que felicitan tu nombramiento con un gracias, se 
les muestra firmeza espetando Gibraltar español, con dos cojones.
Esta es la clave, no es sólo una cortina 
de humo que busca una tregua mediática sobre el caso Bárcenas es, sobre 
todo, un intento de alimentar la identidad de las bases de un partido en
 descomposición interna, es una llamada a filas de los propios; 
asumiendo que los votantes menos identitarios han perdido la confianza 
en el presidente y en su cúpula, hay que reforzar a los de fuerte 
posición ideológica para iniciar la reconquista del resto cuando la 
marea de la corrupción se estabilice.
Es legítimo que un partido alimente en su
 acción de gobierno la identidad ideológica que los sustenta, pero no es
 de recibo que dar de comer el orgullo de los propios se haga a costa de
 perjudicar a la gran mayoría de actores sociales en el terreno 
gibraltareño. Poner en riesgo los ingresos de los trabajadores 
andaluces, dejar sin resolver el problema de los pescadores, usar como 
excusa el medioambiente y tensionar la convivencia en la zona para 
tratar de tapar las vergüenzas propias, supera la cortina de humo para 
convertirse en un incendio difícil de sofocar, ni en directo, ni en 
diferido.

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