QUINTA ETAPA: CÁDIZ
No aconsejaron que la mejor forma de ir desde El Puerto de Santa María a Cádiz era coger el catamarán que cruza la bahía; pero como ya he explicado alguna vez, viajar con la perra nos limita bastante y, desgraciadamente no la dejan subir en este tipo de transportes.
Así que nos quedamos con las ganas de cruzar con barco la bahía, por el contrario pasamos por el puente de la Pepa, el de la Constitución de Cádiz de 1812, abierto al tráfico rodado desde el mes de septiembre de 2015, o sea, hace poco más de un año. Eso sí, después de dar un rodeo que se te hace interminable.
Nos adentramos en la parte histórica de la ciudad pasando entre el gran edificio de la Tabacalera y el convento e Iglesia de Sto. Domingo. Continuamos por una estrecha calle hasta llegar a un gran espacio abierto: la plaza de S. Juan de Dios, donde se encuentra el majestuoso edificio del ayuntamiento y el monumento a Segismundo Moret, un gaditano que llegó presidente del Consejo de Ministros.
Buscamos la oficina de turismo que se encuentra frete al puerto y nos explicaron que desde allí mismo salían 5 rutas turísticas para facilitar la visita a la ciudad, cada una de ellas tenía un color y sólo tenías que seguir las líneas pintadas en el suelo. Escogimos para empezar por la de Cargadores de Indias ya que nos pareció que era la más céntrica.
Nos llevó por alguna de las calles que ya habíamos recorrido con anterioridad pasando por delante del Centro de Arte Flamenco y de vuelta a la plaza de S. Juan de Dios. Vimos una muchedumbre congregada alrededor de una bailaora ataviada con el traje típico gaditano y bailando al son de la música tradicional para mirar de ganarse un dinero.
Después de pasar por el arco Pópulo, la casa del Almirante y aún otro arco, el de la Rosa, llegamos a la explanada de la catedral de la Santa Cruz(o Nueva), mezcla de estilos (barroco, rococó y neoclásico), donde una pareja de jóvenes también estaban mirando de conseguir unas perrastocando la guitarra y bailando.
Todavía tuvimos tiempo de pasar por delante del edificio de Correos en la plaza de las Flores, el mercado de abastos, la torre de Tavira, el antiguo Hospital de Mujeres, hoy sede del obispado, la plaza de S. Antonio con una iglesia dedicada al santo (también mezcla de estilos) y, finalmente, la plaza de la Mina donde está la casa natal del compositor Manuel de Falla y el museo municipal.
Comimos en la terraza de un restaurante de la plaza S. Francisco, contigua a la iglesia del mismo nombre, viendo pasar a varios grupos de cruceristas de distintas nacionalidades.
Después de comer optamos por abandonar la ruta que habíamos seguido por la mañana y nos dirigimos al paseo marítimo. Allí se alternaban los pescadores de caña con los baluartes de las antiguas fortificaciones. Cruzamos la alameda Apodaca con sus fuentes, impresionantes ficus centenarios y otras especies de árboles y plantas. Pasamos junto al fuerte de la Candelaria para llegar poco después al histórico parque Genovés (finales del siglo XVIII), en realidad un jardín botánico ya que contiene gran número de especies de plantas, aparte de fuentes y monumentos varios. Unos novios tenían una sesión fotográfica con un profesional contratado a través de las redes sociales. Siguiendo la línea de la costa pasamos por delante de la gran terraza del Parado de Turismo hasta llegar al castillo de Santa Catalina, junto a la playa de la Caleta, donde paramos en un bar para tomarnos un refresco. Justo al lado está el antiguo balneario de la Palma, de principios del siglo pasado; está hecho de madera y pintado de color blanco. Fue el punto más alejado de nuestro recorrido.
Quisimos regresar por una ruta diferente y nos volvimos a adentrar en el entramado urbano, pasando por delante de la facultad de Ciencias del Trabajo con una escultura de Simón Bolívar, obsequio del gobierno venezolano y seguimos cruzando calles y mas calles, a cual más estrecha. Pasamos por la histórica plaza de S. Antonio, ya que en ella tuvo lugar la proclamación de la Constitución de 1812. Sin llegar a perdernos del todo, al final desconocíamos el lugar exacto donde nos encontramos, hasta que llegamos a la calle Honduras, una de las calles de circunvalación de la ciudad. Pasamos junto un monumento dedicado a la libertad de prensa y, a poca distancia, viéndolo por encima de los árboles, el monumento a la Constitución de 1812 en la plaza de España. A partir de allí, llegar hasta el coche ya fue cosa de coser y cantar (flamenco)
Nos fuimos de Cádiz con la sensación de que sé nos habían quedado muchas cosas por ver (como por ejemplo la Puerta de Tierra o el monumento a la Constitución de 1812, pero sobre todo la puesta de Sol en el Atlántico) y con el deseo de dedicarle algunas horas más antes de regresar a nuestra tierra, pero desgraciadamente no pudo ser.
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