DISCURSO
DEL PROFESOR VICENÇ NAVARRO EN LA CEREMONIA DE OTORGAMIENTO DEL
DOCTORADO HONORIS CAUSA POR LA UNIVERSIDAD DE LLEIDA EN EL ÁMBITO DE
ECONOMÍA Y EMPRESA
(Discurso original en catalán)
Señores y señoras miembros de la Mesa, Magnífico rector de la
Universitat de Lleida, Secretaria General de la Universitat de Lleida,
Presidente del Consejo Social de la Universitat de Lleida, y Decana de
la Facultad de Derecho y Economía de la Universitat de Lleida, a mi
padrino, el Dr. Pere Enciso, y a los asistentes, Magnífico rector de la
Universidad Internacional de Cataluña, Vicerrector de la Universitat
Pompeu Fabra, Autoridades académicas y civiles, Miembros de la Comunidad
Universitaria.
Señoras y señores,
Muchas gracias por el honor que me confieren. Permítanme que
transfiera este honor a todos aquellos que nos precedieron y que
hicieron posible que ahora todos estemos aquí, en este acto de
celebración a una voz crítica y que me gustaría fuera un acto de
homenaje a todas las voces críticas que han hecho posible y han
contribuido al progreso, a la libertad y al bienestar y solidaridad que
ahora se están cuestionando.
En este acto quiero empezar agradeciendo la voz crítica de mis padres
y de su generación. Hombres y mujeres que en su juventud participaron
en aquel proyecto tan ilusionante de reformar nuestro país, que fue la
II República. Fue la generación que intentó transformar Catalunya y
España con reformas sociales, laborales, económicas y culturales que
intentaban romper con el enorme conservadurismo que caracterizaba las
élites económicas, financieras y religiosas gobernantes de aquel tiempo.
Y entre estas reformas estaba la de iniciar el reconocimiento de que el
Estado español era y continúa siendo un Estado plurinacional,
admitiendo y aceptando que Catalunya es una nación, con el derecho y con
el deber de defender su identidad, su cultura, su idioma y su
personalidad y deseo de ser nación.
Cada una de las reformas fue interrumpida y destruida por el golpe
fascista apoyado a nivel internacional por Hitler y por Mussolini,
imponiendo una de las dictaduras más sangrientas y crueles que haya
existido en Europa en aquel periodo.
Me entristeció ver, al retorno del exilio, que mis estudiantes
universitarios sabían muy poco de la historia de este país. Parecía cómo
si creyeran que el dictador era como una persona mayor con mal genio.
Con mayor elaboración, esta percepción se reproducía también en el
discurso académico que subrayaba que aquella dictadura era, según la
sabiduría convencional, un régimen autoritario, pero no totalitario,
asumiendo erróneamente que aquel régimen no intentaba cambiar la
totalidad de la sociedad, como intentan los regímenes totalitarios. Pero
aquellos que vivimos y sufrimos aquel régimen, sí que vimos el intento
de aquella dictadura de intervenir a las esferas más íntimas de la
personalidad, desde nuestra lengua, la lengua que hablaba nuestro
pueblo, hasta las relaciones interpersonales, e incluso en los
sentimientos. Intento realizado con una enorme brutalidad. Por cada
asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000, cómo ha
documentado el profesor Malekafis, experto en el fascismo europeo, de
la Universidad de Columbia de Nueva York.
Y fue la generación de mis padres la que sufrió aquella enorme
represión. Es a ellos a quien el país tendría que honrar. Muchos fueron
asesinados, otros encarcelados, muchos otros torturados, y todavía otros
expulsados. Es importante que les agradezcamos su sacrificio y que los
honremos. Con especial atención merecen serlo los maestros, entre ellos
mis padres, que fueron expulsados del Magisterio, siendo maestros de
Gironella, en el Bergadà, como miles y miles de maestros. Y otros que
tuvieron que exiliarse, como los miles y miles de catalanes y españoles
que iniciaron la diáspora republicana. Muchos de ellos –como mis tíos y
tías- que iniciaron el maquis francés contra los nazis, fueron detenidos
y enviados a campos de concentración nazis. Es a ellos y a todos los
que sobrevivieron a aquella pesadilla y que continuaron su lucha por la
democracia, la libertad y la justicia, estuvieran donde estuvieran.
Muchos de ellos acabaron en América Latina, que los recibió con los
brazos abiertos. A ellos también hay que honrarlos, pues sus voces
críticas ante las estructuras del poder dictatorial mantuvieron vivas
las aspiraciones por un mundo mejor.
Y en mis viajes alrededor del mundo, he visto y saludado esta enorme
diáspora republicana tan olvidada en Cataluña y en España. Mis tíos y su
generación, combatientes antifascistas en España, y antinazis en
Francia, han sido olvidados en este país y honrados en cambio en
Francia. Este silencio ensordecedor en Cataluña y en España necesita, no
sólo una voz, sino un grito de protesta.
Y tenemos que honrar a las generaciones de los años cincuenta, que
iniciamos la resistencia antifascista con las movilizaciones en las
calles, y de los años sesenta y setenta, con movilizaciones que forzaron
el fin de la dictadura. Nunca olvidemos lo que se intenta hacer que
olvidemos: que Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la
calle. Sin aquellas movilizaciones, lideradas por el movimiento obrero,
la dictadura no hubiera acabado.
La fuerza de las movilizaciones fue lo suficientemente fuerte para
que la nomenclatura que gobernaba el Estado fascista se tuviera que
abrir para permitir un aire fresco de reformas. Pero hubo un enorme
desequilibrio de fuerzas en aquel momento histórico, llamado Transición,
en el cual las fuerzas conservadoras dominaban el Estado y la mayoría
de los medios de información y persuasión, mientras que las fuerzas
democráticas lideradas por las izquierdas acababan de salir de la
prisión y/o volvían del exilio.
Resultado de tal desequilibrio, se estableció una democracia muy
incompleta, con grandes limitaciones en las formas de participación
ciudadana en la gobernanza del país, y con unas leyes electorales que
sistemáticamente han discriminado a las izquierdas.
Y esta es la causa de un bienestar tan insuficiente. España y
Cataluña, con más de treinta años con un sistema democrático, continúan a
la cola de la Europa Social. El gasto público social por habitante
continúa siendo el más bajo de la Eurozona. Y esto no es porque seamos
pobres. En realidad, España tiene el 91% del nivel de riqueza de los
países más ricos de la UE, es decir de la UE-15. Y Cataluña tiene nada
menos que el 110% de aquel promedio. Y sin embargo, el gasto público
social por habitante es sólo el 78% del promedio de la UE-15 en España y
el 82% en Cataluña.
La causa de este retraso es la misma que en Grecia, Portugal, Irlanda
y ahora Italia: el gran dominio de las fuerzas conservadoras sobre sus
Estados, que determina unos ingresos bajos al Estado, como consecuencia
de unas políticas fiscales regresivas y un enorme fraude fiscal,
realizado principalmente por los sectores más pudientes de la población.
Pero este retraso social va acompañado de la falta de resolución de
otro problema grave: la no resolución del carácter plurinacional del
Estado español. Y esta falta de resolución nos está llevando a la
desintegración del Estado español, de la cual son responsables, y muy en
primer lugar, las voces conservadoras jacobinas procedentes del
nacionalismo español que en su incapacidad de entender que España tiene
varias naciones, está estimulando el independentismo catalán. Negando el
derecho de autodeterminación están estimulando el sentimiento de
independencia.
No soy partidario de la independencia de Cataluña, pero entiendo el
independentismo catalán. Defiendo, como siempre defendimos las
izquierdas, no sólo catalanas sino también españolas, el derecho de
autodeterminación que ahora se llama derecho de decisión.
Es importante, sin embargo, reconocer que estos sentimientos se están
estimulando de una manera oportunista para ocultar el enorme déficit
social y las políticas de austeridad que están dañando a las clases
populares. Hay que ser crítico con las fuerzas conservadoras en España
que están utilizando el nacionalismo españolista como manera de ocultar
unas impopulares políticas de austeridad. La evidencia de que esto está
pasando es abrumadora. Hay que ser crítico con esta realidad.
Pero hay que ser también crítico con las fuerzas catalanas
conservadoras que también están utilizando este movimiento de protesta
–que considero justo- para esconder unas políticas de claro corte
neoliberal que están dañando al pueblo catalán. No es sólo el déficit
fiscal, que existe y se tiene que eliminar, el responsable del retraso
social. Es la fuerza y alianza de clases, que se traduce en la alianza
política en las Cortes Españolas y hasta hace poco en el Parlamento de
Cataluña, entre las derechas a los dos lados del Ebro, la que determina
el enorme retraso social de Cataluña –y también de España-.
Y aquí sí que encuentro muy pocas voces críticas. En parte porque hay
un gran control de los foros donde tales voces tienen dificultades para
participar
Y es aquí donde querría acabar haciendo algunas observaciones sobre
el proyecto académico y universitario. La universidad tiene que analizar
la realidad que nos rodea, con el rigor que tiene que guiar todo
proyecte científico. Pero el análisis de la realidad tiene que incluir
la motivación de cambiar tal realidad. Tenemos que conocer la realidad
para cambiarla. Es fundamental que la universidad se independice del
poder financiero y económico que tiene tanta influencia a la vida
política y mediática del país.
Por este motivo cuando volví a casa, al país mío y nuestro, me
preocupó en gran manera que se estaba idealizando la academia
norteamericana. Veo que los mismos colegas que en los años cincuenta y
setenta gritaban “Yankees go hombre” ahora envían a sus hijos a los
Estados Unidos. Me parece muy bien que los estudiantes catalanes y
españoles viajen también a los Estados Unidos y aprendan de aquellos
centros académicos. Ahora bien, me preocupa que muchos queden totalmente
seducidos y vean la luz pero no las sombras de aquellas universidades, y
muchos de ellos no vean la enorme y excesiva influencia que el mundo
financiero y económico de aquel país tiene en la academia
norteamericana. El enorme fracaso de la comunidad universitaria de
economistas de los EEUU de no saber predecir la enorme crisis financiera
es un indicador de ello. El conocimiento académico de la economía está
en quiebra.
Repito que queda mucho para aprender. Y yo mismo –medio siglo de
académico en aquel país- he apoyado y continúo apoyando el intercambio.
Pero es fundamental que el proyecto académico catalán se base en una
filosofía de servicio a las clases populares y no a las estructuras del
poder, pues nuestro servicio tiene que ser precisamente dar a conocer la
realidad que vive nuestro pueblo para indicar y mostrar las
intervenciones encaminadas a mejorar su bienestar y calidad de vida.
Hace falta también redefinir patriotismo catalán y patriotismo
español, porque este es un sentimiento muy vulnerable a ser manipulado.
El más patriota es el que más hace para mejorar la calidad de vida de
aquellos que viven y trabajan en Cataluña y/o en España, y muy en
particular, las clases populares. Hay que protestar por la utilización
de las banderas para finalidades clasistas anteponiendo la supuesta
defensa de la patria al bienestar de la población. Y esta observación se
aplica a los dos lados del Ebro.
Cómo también hay que evitar el otro extremo en el cual, en bases a un
malentendido internacionalismo, la defensa de la nación catalana queda
diluida en una homogeneización internacional que implica la pérdida de
nuestra identidad. Hay que sentirse hermanado con otros pueblos y
naciones, empezando, en nuestro caso, con aquellos a quienes el Noi del
Sucre, el gran dirigente del movimiento obrero de Cataluña, definió como
“naciones y pueblos de Iberia”. Respeto a aquellos que no se sienten
cómodos con este sentimiento e incluso simpatizo con ellos porque yo
tampoco me identifico con esta España oficial, y que es la España
heredera de la dictadura y de la Transición inmodélica. Esta no es mi
España. Pero no abandonaré la esperanza que otra España sea posible, y
creo que está ya surgiendo de las calles de las poblaciones de aquel
territorio en su protesta social que toma lugar cada día. Y no abandono
tampoco la esperanza de que tengamos otra Cataluña donde la mayoría del
pueblo catalán pueda elegir su futuro, con plena libertad y pluralidad
ideológica de los medios, que hoy no existe en Cataluña, ni tampoco en
España.
Espero que todos podamos continuar trabajando en este proyecto con el
sentido crítico tan necesario en nuestro país. Así lo espero. Gracias
por el honor.
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas
Universidad Pompeu Fabra