El PSC, que durante tantos años fue un partido esencial en la política catalana y española, ha empezado a recuperar su fuerza
Existen indicios claros de que comienzan tiempos mejores para los socialistas catalanes. El PSC, que durante tantos años fue un partido esencial en la política catalana y española, ha empezado a recuperar su fuerza. No se trata tan solo de las perspectivas que se le abrirían con la más que probable investidura presidencial de Pedro Sánchez, sino de la nueva centralidad adquirida por el PSC en la política catalana.
La crisis interna que el socialismo catalán padecida estos últimos años por el PSC ha sido muy grave. Estuvo provocada, en primer lugar, por la crisis que ha sufrido y sufre aún la socialdemocracia europea al no dar respuestas acertadas a la primera gran crisis económica y social de nuestro actual mundo globalizado. A ello se le sumó el lógico desgaste de la asunción durante muchos años, y en tiempos nada fáciles, de responsabilidades de gobierno tanto a nivel local como autonómico, así como el coste de compartir la correspondiente responsabilidad de los errores cometidos por el Gobierno del PSOE en la mala gestión de la crisis económica en España. Pero tuvo como gran desencadenante el reto planteado en Cataluña por los sectores nacionalistas con su deriva independentista, que se inició después de la infausta sentencia del Tribunal Constitucional que, a instancias del PP, anuló gran parte del nuevo Estatuto de Autonomía que ya había sido votado en referéndum por la ciudadanía de Cataluña, tras su aprobación en las Cortes Generales.
Durante estos últimos años el PSC ha sufrido una sangría importante. Sangría tanto de numerosos dirigentes, algunos de ellos destacados e históricos, sangría también de militantes y simpatizantes, y sangría asimismo de electores, con la consiguiente sangría de poder político e institucional. No obstante, el PSC ha comenzado su recuperación. Con Miquel Iceta como primer secretario, los socialistas catalanes no solo siguen detentando importantes parcelas de poder a nivel municipal sino que, en una firme apuesta por la política transaccional basada en el diálogo y el acuerdo, ha adquirido una centralidad hasta ahora inédita en la política catalana.
Buena prueba de ello es que, mientras que en la ciudad de Barcelona el PSC está a punto ya de cerrar un acuerdo de estabilidad en el gobierno municipal con la alcaldesa Ada Colau, en Tarragona el socialista Josep-Fèlix Ballesteros gobierna con los apoyos del PP y de UDC, en Lleida el también alcalde socialista Àngel Ros gobierna con el respaldo de Ciutadans, y en Girona la nueva alcaldesa nacionalista Marta Madrenas –sucesora del ahora president Carles Puigdemont tras el fracaso grotesco, aunque por suerte fugaz, de Albert Ballesta- ha cerrado asimismo un pacto de gobernabilidad municipal con el PSC liderado por Sílvia Paneque.
Sin estridencias, desde la negación de la intransigencia y siempre con la voluntad del diálogo y el acuerdo, el socialismo catalán puede estar comenzando a recuperarse de la marginación, el ostracismo o la muerte política a las que algunos le habían condenado. Esto, en una situación política como la dela Cataluña actual, es una esperanzadora noticia. Porque sin transacción, sin diálogo, nunca será posible ningún acuerdo.
Existen indicios claros de que comienzan tiempos mejores para los socialistas catalanes. El PSC, que durante tantos años fue un partido esencial en la política catalana y española, ha empezado a recuperar su fuerza. No se trata tan solo de las perspectivas que se le abrirían con la más que probable investidura presidencial de Pedro Sánchez, sino de la nueva centralidad adquirida por el PSC en la política catalana.
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