Federico Mayor Zaragoza
La reunión de los 27 en Turquía para abordar de una vez la inmensa y sangrante tragedia de los emigrantes y refugiados ha concluido -con un acuerdo, por fortuna provisional- de la forma más inaceptable y lamentable posible. Por las reacciones que ha producido en la sociedad y en el Euro Parlamento, es de esperar que el próximo día 17 no lo ratifiquen. Que, avergonzados, decidan cumplir las pautas que inequívocamente figuran en los Tratados internacionales y, desde luego, en las directrices éticas. Tanto hablar del “Estado de derecho” y, a la primera de cambio, no sólo toman decisiones inmorales sino ilegales.
He llamado varias veces la atención sobre el reiterado incumplimiento de los principios tan lúcidamente expuestos en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2000). El artículo primero se refiere a la igual dignidad. El segundo al derecho a la vida…
Desprovista de liderazgo, envuelta en el huracán del neoliberalismo más acendrado, la Unión Europea no sólo es incapaz de adoptar las medidas apropiadas en tiempo oportuno sino que, además, consiente la aparición inquietante de brotes de xenofobia y discriminación clasista.
Con gran forcejeo y aspavientos, la Europa monetaria –tan generosa con instituciones financieras a la deriva- ha prometido abonar en tres años una cantidad que sonroja e indigna cuando se compara con los fondos destinados a pagar la “deuda”, con la evasión fiscal, con lo aportado a un sólo banco en España, con las inversiones en armas y gastos militares (3.000 millones de dólares al día), con las multimillonarias fortunas de algunos magnates “cuya mano se cierra opaca”, en versos de José Ángel Valente…
Digamos las cosas claras. Digamos cuál es la situación de los paraísos fiscales, cuál es la realidad para poder transformarla. Y busquemos serenamente y con rigor las raíces de esta terrible situación a la que tenemos que hacer frente. ¿Quién invadió Irak basado en la mentira? Miles y miles de muertos y mutilados, miles de desplazados… que han ido germinando en algunos casos –menos de los que sería de esperar- animadversión y hasta odio. ¿Quiénes resolvieron sin orden ni concierto los resultados de la “primavera árabe”? La Unión Europea debería de ser, en primer lugar, una unión política y social y económica dotada de seguridad autónoma… y es solamente una unión monetaria. ¿Y quiénes y por qué deciden reducir hasta anular prácticamente la ayuda al desarrollo con el fin de prevenir los flujos migratorios forzados por el hambre y la pobreza extrema?
Hasta ahora los ciudadanos europeos han sido espectadores impasibles de tanta incompetencia. Pero estoy seguro de que ahora “Nosotros, los pueblos”… no podremos seguir mirando los ojos a estos niños tristes, angustiados y perplejos que suscitan emociones y despiertan consciencias, de tal modo que, en poco tiempo, se alzará un gran clamor popular para que se produzca un cambio radical en las actuales conductas de la Unión Europea. Y que se pida con apremio que se convoquen sesiones extraordinarias en la Asamblea General de las Naciones Unidas para que sea el multilateralismo democrático y no la reconocida incapacidad de los grupos plutocráticos quienes lleven las riendas del destino común. Problemas globales requieren instituciones globales. Situaciones sin precedentes –como ha dicho Amin Maalouf- requieren soluciones sin precedentes.
El año 2016 ha sido declarado por el International Peace Bureau de Ginebra, Premio Nobel de la Paz en 1910, año internacional del “desarme para el desarrollo”. Con lo que se gasta en muy pocos días en armas y gastos militares podrían resolverse muchos problemas que hoy acucian al mundo entero sin que se afectara la seguridad a escala internacional.
De este modo sería posible la transición de una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía de desarrollo sostenible y humano a escala planetaria, basada en el conocimiento. Una transición desde una cultura de imposición, dominio y violencia a una cultura de encuentro, conciliación, alianza y paz.
Tengamos en cuenta, no me canso de reiterarlo, que actualmente pueden alcanzarse puntos de no retorno y que, por tanto, es apremiante actuar resueltamente de tal modo que sean los derechos humanos y los principios éticos y democráticos los que guíen la acción en estos momentos, que son, a la vez, de profunda consternación y de esperanza. Y es que, por primera vez en la historia, en estos albores de siglo y de milenio no sólo se podrá oír progresivamente la voz de todos los seres humanos sino que deberá escucharse.
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