divendres, 29 de gener del 2010

Tiro al funcionario


JOSÉ CARLOS LLOP
No sé qué banco, ni quiero saberlo, ha propuesto que el gobierno baje el sueldo de los funcionarios hasta el índice que tenían en el año 2001. Me parece estupendo. Es más: considero que el banco encuestión se ha quedado corto. Que ha sido demasiado generoso, vamos.Yo, de paso, les aumentaría las horas de trabajo –creo que doce al día es un buen número– y suprimiría las pagas extraordinarias. Total no van a tener tiempo para gastarlas. Porque de las vacaciones pagadas hay que empezar a despedirse.
Rapidito. Es necesario regresar a la época en que no había vacaciones anuales,
no sé en qué estarían pensando esos banqueros. Esto, para empezar. Porque
después convendría ir tomando otras medidas. Por ejemplo uniformarlos. Si les
ponemos un bonito traje a rayas, los tendremos controlados a todas horas. Y si
se les ocurre salir a la calle en horario de trabajo, los corremos a gorrazos y los
devolvemos a su mesa. Si en el empeño se le va a alguien la mano y hay una
nariz rota, pérdida de un ojo, incluso, que sé yo, un muerto, tampoco hay que
escandalizarse: sólo son funcionarios. Y todo esto –piénsenlo bien– aliviaría
mucho las tensiones que produce la crisis económica. El funcionario es un
servidor público y como tal ha de servir para algo. De putching-ball no está mal:
al menos, rinde.
Pensándolo mejor: la crisis es de tal magnitud que habría que militarizarlos. A
todos. De esta forma no podrían rechistar ante la aplicación de las medidas
citadas. Arresto en la oficina y pérdida de sueldo de quince días sería la pena
mínima. Luego habrá que ir pensando en traslados forzosos a Lanzarote o
Hierro, por ejemplo, que hay muy buen clima, o sea que a no quejarse. No es
una sugerencia, es una necesidad imprescindible. Hay que salir de la crisis y está
claro que la única medida –la única, subrayo– que va a salvar la economía
española es la reducción de los sueldos funcionariales y la movilidad a patadas
del funcionario. Que esos sueldos lleven tiempo en la nevera –con un 0´3% de
aumento este año– es lo de menos. Hay que bajar las temperaturas:
retrotraerlos a la era glacial. En un par de años, todo arreglado.
Cosas parecidas se oyen por ahí. En tiempos de bonanza económica y gran
negocio, el funcionario es un desgraciado, un inútil, un parásito que no sirve de
nada y ha opositado aspirando a la seguridad de un sueldo fijo, el pobre diablo.
No es emprendedor, ni osado, ni enriquece la sociedad que habita: ése es el
pensamiento generalizado. Y quien no lo haya oído materializarse en palabras, lo
ha visto en la mirada o en el gesto de más de uno. Que el tinglado se aguante
gracias a los funcionarios –como se aguanta gracias al resto de la clase media–
no importa a la hora de vituperarlos.
Pero en tiempo de crisis, el funcionario pasa a ser un listillo, un gorrón que no se
merece lo que tiene. Da igual que mientras duró la bonanza se hiciera befa de su
sueldo; ahora resulta que es un buen sueldo: es seguro y eso basta. Por tanto
que se les congele ya. Qué digo se les congele: que se les sumerja en la Siberia
de los años 30, a ver si aprenden de una vez quien es el que manda aquí. Nadie
se pregunta si ya lo están –congelados, quiero decir– que por supuesto lo están;
prácticamente y desde hace años. Y eso, lo de jibarizar las cuentas del
funcionario, lo dice gente de todo tipo, pero donde más llama la atención es
cuando lo dicen profesionales liberales, empresarios y algunos despachos –de
banco o no–. O sea, los que siempre declaran a Hacienda todo, absolutamente
todo, lo que ganan. Los que cargan gastos personales a su empresa. Los que
nunca hacen trampas, ni urden artimañas para evitar al fisco y por eso las arcas
del Estado van boyantes, con crisis o sin ella. En fin, mejor callar, ¿no? ¿O
hablamos de las ayudas del Estado para tapar agujeros de esos bancos que
ahora dan lecciones de cómo hay que tratar al funcionariado? ¿Hablamos de las
declaraciones negativas de gente que gana un dineral? ¿Hablamos de beneficios
anuales? ¿Hablamos del dinero que no tributa? Porque no es ése el que cobran
los funcionarios, precisamente. Que, por cierto, también pagan impuestos y no
tienen caja B o cómo se llame a eso ahora, ni cajas fuertes, ni más cajas que las
de sus zapatos, en fin.
Nadie ha dicho nunca que la vida sea justa, porque no lo es. Debería serlo y ésa
es una noble aspiración humana desde que el tiempo es tiempo. Pero... el
funcionario lleva desde la primera Reforma Suárez perdiendo capacidad de
gestión y de veto –de observación de la ley– en la Administración, y viendo
medrar al nuevo funcionario con carnet de partido. El funcionario lleva años
oyendo hablar de la corrupción de los funcionarios públicos para referirse a
políticos que jamás han sido funcionarios de carrera. El funcionario tiene que oír
de vez en cuando la cantinela de "lo consulté con los técnicos del
departamento", cuando nadie consultó nada con esos técnicos. O sea que un
desaire más –por decirlo finamente– no es que importe mucho. Que se les
congele el sueldo si eso ayuda a combatir la crisis –que no creo–, pero que nadie
se ponga medallas a costa de la nómina funcionarial y su vuelta forzosa a los
tiempos del cuplé. Sobre todo los que no sólo no hicieron nada para impedir esa
crisis, sino que contribuyeron –en la medida que fuera– a provocarla. Aunque
ahora se hinchen la boca con sus magníficas –y tan originales– soluciones.