Había alumnos de primera y de segunda en el máster de Cifuentes: estudiantes ordinarios, que aprobaban con exámenes y clases, y también estudiantes VIP, que recibieron un trato de favor
IGNACIO ESCOLAR
IGNACIO ESCOLAR
Quien hace un máster hace cientos. El Instituto de Derecho Público que aún hoy dirige el catedrático Enrique Álvarez Conde funcionó durante años como un auténtico chiringuito donde había dos tipos de alumnos. Los ordinarios: pobrecitos incautos, estudiantes que allí se matriculaban pensando que era un máster normal, y que hoy tienen un título bajo la sompra de la sospecha. Y otros alumnos extraordiarios, los VIP: políticos, cargos de confianza nombrados por Gobiernos del PP, miembros de la comunidad académica, amigos de Álvarez Conde o personas cercanas a algunas de las ‘cátedras’ que también se impartían allí.
Lo que hasta hoy hemos destapado eldiario.es, el caso de Cristina Cifuentes, es solo la punta del iceberg. Hay más nombres, algunos muy conocidos y muchos otros casi anónimos. Pero todos ellos tienen dos cosas en común. La primera, que no recibieron el mismo trato que los alumnos del montón. No a todos les convalidaban asignaturas con actas falsificadas, a final de curso. La segunda, que todos aquellos VIP cuyos perfiles hemos podido reconstruir tienen nexos personales, profesionales o de amistad que explican ese trato de favor.
En las próximas horas, eldiario.es va a publicar varios de estos nombres. Estamos aún intentando recabar la versión de todos ellos, para que se puedan explicar. No me cabe duda de que, con el tiempo, saldrán otros nombres más y que todo esto terminará en los tribunales como un gran escándalo nacional.
Cristina Cifuentes solo tenía razón en una cosa: no era la única. Había otros alumnos con “errores administrativos”, como ella definía estas ilegalidades. Había más personas a las que dieron un trato de favor en ese chiringuito opaco dentro de la URJC, en este Instituto de Derecho Público que creó Esperanza Aguirre dentro de la Universidad fundada por Alberto Ruiz-Gallardón.
Cristina Cifuentes, con todo, ha sido VIP entre los VIP de la URJC; al menos entre los que, por ahora, hemos podido acreditar. No todos los convalidados con firmas falsas tienen siquiera el título ni lograron dos años después de terminar el curso que una funcionaria cercana entrara en la intranet de la Universidad para modificar sus notas. Dudo también que haya muchos otros a los que, una vez descubiertos, les falsificaran otro documento más: ese acta del TFM que ya investiga la Fiscalía y que Cifuentes usó para intentar desmentir a eldiario.es y amenazarnos con la cárcel.
Tampoco creo que el resto de estos VIP vaya a recibir una larga y cerrada ovación por parte del partido que gobierna en España, que aún hoy intenta sujetar a Cristina Cifuentes en el sillón.
La responsabilidad de la presidenta de Madrid en este caso sigue siendo igual de grave que cuando empezó. Es probable que Cifuentes se escude en no ser la única para evitar la dimisión. No es excusa. Que haya más VIP solo añade aún más problemas a los directivos de este Instituto Universitario, no aligera la culpa de la presidenta de Madrid.
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