Moncho Alpuente
Estamos avisados, una subida “alocada” de las pensiones perjudicaría a los pensionistas, sus fatigados corazones no resistirían el impacto inesperado de la buena nueva, o quizás no sabrían qué hacer con ese dinero sorpresivamente llegado a sus cuentas y lo dilapidarían, o suscribirían acciones preferentes, o se embrutecerían con fármacos carísimos y se darían a la bebida o a la ludopatía y no saldrían del bingo. Pero ahí está el ministro Montoro para salvarles de ellos mismos, nada de alocadas subidas, las pensiones serán sometidas a una desindexación, barbarismo que suena a delicada y urgente operación quirúrgica que, al parecer, requiere extirpar de raíz la vinculación entre las pensiones y el IPC, está claro que los pensionistas perderán poder adquisitivo: cada pensión sometida a desindexación experimenta una pérdida equivalente al incremento anual del IPC, dice el teorema de Montoro, un experto en contabilidad creativa y cosmética financiera y un mago del lenguaje que siempre nos ilustra con nuevos términos que enuncia como conjuros o mantras para descifrar lo indescifrable: las pensiones están indexadas, ¿quién las desindexará?, el desindexador que las desindexe buen desindexador será.
Últimamente los consejos de ministros llevan incorporado un comentario de texto, cada declaración de Montoro, cada balbuceo de la Cospedal, debe ser interpretado a posteriori en rueda de prensa para que los periodistas ignorantes puedan explicar a sus todavía más ignaros lectores qué han querido decir los sabios gobernantes del país. Pero hay un truco sencillo para interpretar a grosso modo, pero sin equivocarse mucho, lo que dicen los ministros. Si Montoro dice que hay que desindexar, posponderar, flexibilizar, redimensionar, desrelativizar, desimplementar, descontextualizar o redescojonar algo, el receptor avisado sabe que algo nos van a quitar y que no tienen muy claro cómo disimular el sabor amargo de la píldora que resucitará nuestra difunta economía. No en tres días, ni en tres años, a lo mejor no llegamos a verlo, pero nuestros nietos algún día se beneficiarán de nuestro sacrificio y cantarán las glorias de Montoro y de aquel gobierno del PP (espero que a nuestros nietos se les explique lo que era el PP y también espero que a ninguno se le ocurra resucitarlo o descongelarlo).
No habrá subidas alocadas, no habrá subidas porque todo lo que sube tiene que bajar y está claro que no quedaría bien tener que recortar, perdón, redimensionar nuevamente las pensiones alocadamente indexadas. Cada día que pasa estamos más cerca del final de la crisis, pero el final de la crisis está cada vez más lejos; hasta ayer los certificados augures del gobierno profetizaban que empezaríamos a salir del hoyo en 2014, hoy lo dejamos hasta 2016, no se pregunten para cuándo lo dejarán mañana. Está claro que no podremos pagar nuestras deudas, que son las suyas aunque las paguemos nosotros, y está claro que nuestros acreedores nunca van a perdonarlas, ni en nombre de la paz, ni de la solidaridad, ni de la cohesión europea. Lo que harán, y no hay que ser Montoro para adivinarlo (no hay que ser Montoro de ninguna manera), será aplazar el pago e incrementar los intereses de la deuda, seremos rehenes a perpetuidad y seguiremos pagando el rescate.
De todas formas, el año 2016 es una cifra mágica, en el año 2016 no habrá desaparecido la crisis pero es más que probable que haya desaparecido el gobierno del PP. ¿Y después? Dejen correr su imaginación y desconfíen de esos falsos profetas que auguran un gobierno de coalición a la italiana, entre el PP y el PSOE, que recogería los platos rotos del bipartidismo para recomponer la vajilla del doctor Frankestein. Una monstruosidad, no se corten, imaginen nuevos y posibles escenarios: Alemania declara la tercera guerra mundial y la pierde y pagan los malos que esta vez no querrían más territorios sino cobrar sus deudas con una solución definitiva y radical. Otro escenario: Portugal nos invade y nos rendimos, habríamos acabado con los problemas de España, los problemas serían de Portugal, ibéricos, y nuestros parlamentarios tendrían que mudarse a Lisboa. Otro, más probable, el gobierno del PP vende Mallorca a los alemanes, Menorca a los ingleses e Ibiza a un consorcio internacional de discjockeys. Si dan un buen precio también podrían vender Ceuta y Melilla a Marruecos, y creo que Sheldon Adelson está muy interesado por las Islas Canarias. Cualquier cosa menos ver a Montoro en 2016 desindexando y prediciendo el fin de la crisis para el 2021.
Estamos avisados, una subida “alocada” de las pensiones perjudicaría a los pensionistas, sus fatigados corazones no resistirían el impacto inesperado de la buena nueva, o quizás no sabrían qué hacer con ese dinero sorpresivamente llegado a sus cuentas y lo dilapidarían, o suscribirían acciones preferentes, o se embrutecerían con fármacos carísimos y se darían a la bebida o a la ludopatía y no saldrían del bingo. Pero ahí está el ministro Montoro para salvarles de ellos mismos, nada de alocadas subidas, las pensiones serán sometidas a una desindexación, barbarismo que suena a delicada y urgente operación quirúrgica que, al parecer, requiere extirpar de raíz la vinculación entre las pensiones y el IPC, está claro que los pensionistas perderán poder adquisitivo: cada pensión sometida a desindexación experimenta una pérdida equivalente al incremento anual del IPC, dice el teorema de Montoro, un experto en contabilidad creativa y cosmética financiera y un mago del lenguaje que siempre nos ilustra con nuevos términos que enuncia como conjuros o mantras para descifrar lo indescifrable: las pensiones están indexadas, ¿quién las desindexará?, el desindexador que las desindexe buen desindexador será.
Últimamente los consejos de ministros llevan incorporado un comentario de texto, cada declaración de Montoro, cada balbuceo de la Cospedal, debe ser interpretado a posteriori en rueda de prensa para que los periodistas ignorantes puedan explicar a sus todavía más ignaros lectores qué han querido decir los sabios gobernantes del país. Pero hay un truco sencillo para interpretar a grosso modo, pero sin equivocarse mucho, lo que dicen los ministros. Si Montoro dice que hay que desindexar, posponderar, flexibilizar, redimensionar, desrelativizar, desimplementar, descontextualizar o redescojonar algo, el receptor avisado sabe que algo nos van a quitar y que no tienen muy claro cómo disimular el sabor amargo de la píldora que resucitará nuestra difunta economía. No en tres días, ni en tres años, a lo mejor no llegamos a verlo, pero nuestros nietos algún día se beneficiarán de nuestro sacrificio y cantarán las glorias de Montoro y de aquel gobierno del PP (espero que a nuestros nietos se les explique lo que era el PP y también espero que a ninguno se le ocurra resucitarlo o descongelarlo).
No habrá subidas alocadas, no habrá subidas porque todo lo que sube tiene que bajar y está claro que no quedaría bien tener que recortar, perdón, redimensionar nuevamente las pensiones alocadamente indexadas. Cada día que pasa estamos más cerca del final de la crisis, pero el final de la crisis está cada vez más lejos; hasta ayer los certificados augures del gobierno profetizaban que empezaríamos a salir del hoyo en 2014, hoy lo dejamos hasta 2016, no se pregunten para cuándo lo dejarán mañana. Está claro que no podremos pagar nuestras deudas, que son las suyas aunque las paguemos nosotros, y está claro que nuestros acreedores nunca van a perdonarlas, ni en nombre de la paz, ni de la solidaridad, ni de la cohesión europea. Lo que harán, y no hay que ser Montoro para adivinarlo (no hay que ser Montoro de ninguna manera), será aplazar el pago e incrementar los intereses de la deuda, seremos rehenes a perpetuidad y seguiremos pagando el rescate.
De todas formas, el año 2016 es una cifra mágica, en el año 2016 no habrá desaparecido la crisis pero es más que probable que haya desaparecido el gobierno del PP. ¿Y después? Dejen correr su imaginación y desconfíen de esos falsos profetas que auguran un gobierno de coalición a la italiana, entre el PP y el PSOE, que recogería los platos rotos del bipartidismo para recomponer la vajilla del doctor Frankestein. Una monstruosidad, no se corten, imaginen nuevos y posibles escenarios: Alemania declara la tercera guerra mundial y la pierde y pagan los malos que esta vez no querrían más territorios sino cobrar sus deudas con una solución definitiva y radical. Otro escenario: Portugal nos invade y nos rendimos, habríamos acabado con los problemas de España, los problemas serían de Portugal, ibéricos, y nuestros parlamentarios tendrían que mudarse a Lisboa. Otro, más probable, el gobierno del PP vende Mallorca a los alemanes, Menorca a los ingleses e Ibiza a un consorcio internacional de discjockeys. Si dan un buen precio también podrían vender Ceuta y Melilla a Marruecos, y creo que Sheldon Adelson está muy interesado por las Islas Canarias. Cualquier cosa menos ver a Montoro en 2016 desindexando y prediciendo el fin de la crisis para el 2021.
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