Juan Carlos Escudier
Dicen que a este país le hace falta un gran pacto de Estado contra el paro, y en ello, al parecer, anda el Rey, muy sensibilizado con el tema del empleo ahora que no las tiene todas consigo en lo que a mantener el suyo se refiere. Lo de los pactos siempre queda muy chulo en las encuestas. ¿Cree usted que los políticos tendrían que ponerse de acuerdo para que haya trabajo? Pues claro. ¿Y para no robar? Ya están tardando. ¿Y para que las pensiones no peligren? Obviamente. ¿Y para que la Justicia sea igual para todos? La duda ofende. ¿Y para que la educación mejore, nuestros niños crezcan sanos, se contamine menos y la gasolina sea más barata? Completamente, ¿dónde hay que firmar?
El consenso está muy bien visto, aunque la gente olvide que el ponerse de acuerdo en algo no es intrínsecamente bueno. Digamos que depende. El último gran pacto entre Gobierno y oposición tuvo lugar con Zapatero de presidente. Fue una reforma exprés de la Constitución en la que se juraba al mundo que antes que dejar de pagar nuestras deudas seríamos capaces de matar de hambre a nuestras ancianitas. ¿Fue bueno el consenso? Para los bancos alemanes, sí, efectivamente.
Como norma general, más que a una necesidad –que en el caso de los parados sería casi una exigencia-, los pactos obedecen siempre a un cálculo político. Suelen ser muy buenos para quien gobierna, porque de esta forma se desactiva a la oposición; son muy socorridos para la oposición cuando ya está hecha unos zorros antes de cualquier acuerdo e intenta demostrar que sirve para algo; y, como en esta ocasión, son un balón de oxígeno para una jefatura del Estado que después de ver de cerca las orejas al elefante ahora se las empieza a ver al lobo.
Como el interés general es accesorio, todo depende del rédito a obtener y éste, en el caso del Gobierno, es escaso. ¿Neutralizar a los socialistas? Entre su debate por el liderazgo y el mesarse los cabellos cada vez que un sondeo les manda al infierno, se ocupan ellos solos. ¿Paz social? Incluso gente tan inclinada a creer en los milagros sabe que los olmos no dan peras ni por intercesión de la Virgen del Rocío. ¿Moderación salarial? Ya la tienen por decreto, y hasta una reducción mayor si hiciera falta. Con Alemania empeñada en retrotraer las relaciones laborales en España a tiempos de la primera revolución industrial, ¿qué tipo de marioneta de Merkel sería Rajoy si dejara que le ataran las manos los otros personajes del guiñol con un pacto de Estado?
Otra cosa bien distinta es que el clamor social exija una pantomima, y a ella se apresta nuestro corajudo presidente este próximo jueves, cuando reciba a los sindicatos en Moncloa. ¡Qué no se diga que este Gobierno no dialoga y es insensible al drama del desempleo! Por tanto, habrá diálogo –algo menos de dos horas será suficiente- y foto para el álbum. Desde el PP se dirá luego que el presidente ha echado el resto y ha explicado con detalle su reforma laboral, una semillita que algún día dará frutos, pero que es muy complejísimo llegar a acuerdos con organizaciones tan trasnochadas que no tienen ni pajolera idea de botánica.
En consecuencia, descartada la adhesión inquebrantable, el pacto es imposible o, cuando menos, tan complicado como envolver un triciclo en papel de regalo. Lo que debería ser posible y hasta obligado es la formación de un frente de izquierdas, donde partidos, sindicatos y movimientos sociales, incluido el 15-M, dejen de hacer la guerra por su cuenta y construyan una alternativa, una respuesta unitaria a tanto destrozo.
Conociendo a nuestros clásicos, dicho frente roza también lo inverosímil. ¿Se avendría el PSOE a reconocer explícitamente su debilidad, pese a haber lanzado recientemente una idea similar? ¿Estaría IU por la labor de servir de muleta a los socialistas, ahora que en las encuestas les pisan los talones? ¿Cederían los sindicatos protagonismo a unos movimientos que censuran su burocracia y su inoperancia? ¿Aceptarían los indignados del 15-M perder su virginidad intentando hacer posible algo de lo que se lee en sus carteles? Es probable que ni lo intenten pero en Bet365 se admiten apuestas.
Dicen que a este país le hace falta un gran pacto de Estado contra el paro, y en ello, al parecer, anda el Rey, muy sensibilizado con el tema del empleo ahora que no las tiene todas consigo en lo que a mantener el suyo se refiere. Lo de los pactos siempre queda muy chulo en las encuestas. ¿Cree usted que los políticos tendrían que ponerse de acuerdo para que haya trabajo? Pues claro. ¿Y para no robar? Ya están tardando. ¿Y para que las pensiones no peligren? Obviamente. ¿Y para que la Justicia sea igual para todos? La duda ofende. ¿Y para que la educación mejore, nuestros niños crezcan sanos, se contamine menos y la gasolina sea más barata? Completamente, ¿dónde hay que firmar?
El consenso está muy bien visto, aunque la gente olvide que el ponerse de acuerdo en algo no es intrínsecamente bueno. Digamos que depende. El último gran pacto entre Gobierno y oposición tuvo lugar con Zapatero de presidente. Fue una reforma exprés de la Constitución en la que se juraba al mundo que antes que dejar de pagar nuestras deudas seríamos capaces de matar de hambre a nuestras ancianitas. ¿Fue bueno el consenso? Para los bancos alemanes, sí, efectivamente.
Como norma general, más que a una necesidad –que en el caso de los parados sería casi una exigencia-, los pactos obedecen siempre a un cálculo político. Suelen ser muy buenos para quien gobierna, porque de esta forma se desactiva a la oposición; son muy socorridos para la oposición cuando ya está hecha unos zorros antes de cualquier acuerdo e intenta demostrar que sirve para algo; y, como en esta ocasión, son un balón de oxígeno para una jefatura del Estado que después de ver de cerca las orejas al elefante ahora se las empieza a ver al lobo.
Como el interés general es accesorio, todo depende del rédito a obtener y éste, en el caso del Gobierno, es escaso. ¿Neutralizar a los socialistas? Entre su debate por el liderazgo y el mesarse los cabellos cada vez que un sondeo les manda al infierno, se ocupan ellos solos. ¿Paz social? Incluso gente tan inclinada a creer en los milagros sabe que los olmos no dan peras ni por intercesión de la Virgen del Rocío. ¿Moderación salarial? Ya la tienen por decreto, y hasta una reducción mayor si hiciera falta. Con Alemania empeñada en retrotraer las relaciones laborales en España a tiempos de la primera revolución industrial, ¿qué tipo de marioneta de Merkel sería Rajoy si dejara que le ataran las manos los otros personajes del guiñol con un pacto de Estado?
Otra cosa bien distinta es que el clamor social exija una pantomima, y a ella se apresta nuestro corajudo presidente este próximo jueves, cuando reciba a los sindicatos en Moncloa. ¡Qué no se diga que este Gobierno no dialoga y es insensible al drama del desempleo! Por tanto, habrá diálogo –algo menos de dos horas será suficiente- y foto para el álbum. Desde el PP se dirá luego que el presidente ha echado el resto y ha explicado con detalle su reforma laboral, una semillita que algún día dará frutos, pero que es muy complejísimo llegar a acuerdos con organizaciones tan trasnochadas que no tienen ni pajolera idea de botánica.
En consecuencia, descartada la adhesión inquebrantable, el pacto es imposible o, cuando menos, tan complicado como envolver un triciclo en papel de regalo. Lo que debería ser posible y hasta obligado es la formación de un frente de izquierdas, donde partidos, sindicatos y movimientos sociales, incluido el 15-M, dejen de hacer la guerra por su cuenta y construyan una alternativa, una respuesta unitaria a tanto destrozo.
Conociendo a nuestros clásicos, dicho frente roza también lo inverosímil. ¿Se avendría el PSOE a reconocer explícitamente su debilidad, pese a haber lanzado recientemente una idea similar? ¿Estaría IU por la labor de servir de muleta a los socialistas, ahora que en las encuestas les pisan los talones? ¿Cederían los sindicatos protagonismo a unos movimientos que censuran su burocracia y su inoperancia? ¿Aceptarían los indignados del 15-M perder su virginidad intentando hacer posible algo de lo que se lee en sus carteles? Es probable que ni lo intenten pero en Bet365 se admiten apuestas.
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