divendres, 14 de setembre del 2012

Mariano y su espiral

La gran justificación que maneja Mariano cuando explica la razón por la que se ha desmantelado el Estado del Bienestar (nos guste o no, se acabó lo que se daba), es que se debe un montón de dinero. Una cantidad desmesurada e inexplicable. Pero dice que debemos. Habla de todos nosotros, nuestro querido Mariano, como si fuéramos culpables de lo que ha sucedido. Nos señala y, a continuación, nos hace pagar lo que unos pocos (esos a los que protege como una fiera a sus crías) se han llevado a no sabemos qué lugar del universo. Cuando digo esto, pienso en lo que ocupa tanta pasta, en que es imposible no encontrar ni culpables ni escondrijos. No se han perdido cincuenta céntimos debajo de un sillón; hablamos de cantidades que a mí, personalmente, no me entran en la cabeza. Tengo sitio para diez ceros si se trata de dinero. Ni más ni menos.
Debemos. No, no y no. Deben los que tendrían que estar en la cárcel por ladrones, sus encubridores, los que inventan leyes que permiten delinquir legalmente. ¿Para qué sirve tanta Unión Europea y tanta gaita; para qué sirve un sistema de control incapaz de controlar que, además, cuesta una millonada? No sé. Tal vez estoy despistado y no me fijo lo suficiente. Vamos a ver…
Ya está. La culpa de todo la tienen los que fueron engañados o mal informados al comprar acciones preferentes o deuda subordinada. Sí, tienen la culpa al colaborar en un desastre monumental del sistema financiero. A estos que los afeiten la cabeza por colaboracionistas. Pero ya.
Quizás (no lo había pensado, cachis) los culpables son los dependientes o los que cuidan de ellos. Cómo se me había pasado esto. Que torpeza. Estos reciben ayudas. Ayudas; eso es imperdonable. Conozco un caso que cobra (Dios quiera que deje de hacerlo) setenta euros y unos céntimos. Cuida de su nieta (inválida total) y cobra algo más de setenta euros. No hay derecho. A estos que me los apunten y me los juzguen por abusones.
Oh, los niños. Desagradecidos. Egoístas. Qué eso de estar veinticinco en una clase pudiendo estar cuarenta. Hay que compartir, por favor. Estos que no pasen de primaria. No vaya a ser que se hagan listos; que eso es cosa de ricos.
(Ven, no me había fijado bien. En cuanto me pongo…)
Funcionarios. Estos son culpables fijo. No es normal ir a trabajar todos los días por un sueldo de mierda y, encima, estudiar mucho para conseguir el puesto. Estos esconden algo. Fijo. Es muy sospechoso. A estos me los quitan la paga extra de verano.
Parados. Estos que se jodan. No tengo más que decir.
Qué fatiga. Esto de inventar culpables es tremendo. Creía yo que era más sencillo. Viendo a Mariano todo parece más fácil.
Pues no, esto no cuela. Los culpables son la banda de ladrones que se han enriquecido esquilmando todo aquello que tuviera un euro dentro. Son los que aprovechan (ahora, después de robar) el miedo y la desesperación de las sociedades para imponer unas leyes económicas que consisten en acabar con lo que teníamos, implantar e imponer una economía de libre mercado (esto es privatizar y reducir el gasto social al mínimo; con rapidez, sin que tengamos tiempo para reaccionar) y crear una estructura poderosa que quedará en manos de esos ladrones y sus camaradas y que tendrán como principal cliente al Estado que gastará lo que no aporta a la sociedad. Tendrán más poder que ahora y devolverán favores a los que prepararon el camino. A las marionetas que quieren pasar a la historia como importantes y a los que recordaremos (mala suerte) como lo peor que le ha pasado a la humanidad desde la era de las cavernas.
La financiación irregular de partidos políticos, los favores crediticios y financieros sean cual sean, serán encauzados por los que ostenten el poder económico.
Todo lo que teníamos de bueno pasará a ser rentable. Para ellos, por supuesto. Esto es una auténtica vergüenza.
Nos dicen, con insistencia y desde hace años, que el sistema sanitario español es deficitario. No nos dicen que es una maravilla poder atender a cualquier persona sin que posea una tarjeta de crédito, que nuestros médicos, enfermeras y auxiliares de clínica son excelentes profesionales que se rifan en otros países; no, eso lo tratan de ocultar. Lo lamentable de nuestro sistema sanitario son sus gestores, lo terrible es querer desmantelar  un referente en el mundo entero para que empresas privadas se hagan con los mandos y se enriquezcan unos pocos. Además, si es verdad que es deficitario (no debería serlo) da igual. Lo bueno no se puede despreciar pensando en lo rentable que es. La gran riqueza de ese sistema es el servicio público que aporta. ¿Desde cuándo hemos querido un sistema rentable? Eso lo quieren ellos. Dinero, dinero, dinero. Quieren dejar en manos del dinero nuestro futuro. Y eso no puede ser.
Debemos, dice Mariano. Y no son pocos los que le creen. A través del lenguaje (es tan importante lo que se dice como lo que se hace) nos tratan de meter dentro de una espiral mortal. Escuchar y dar por bueno que, por ejemplo, la única forma de salir de esta es recortar los presupuestos, arrancar el sueldo a los funcionarios o bajar las pensiones a los jubilados, es un error grandioso. La forma de salir de esta es que devuelvan lo que nos han robado, hacer que las inmensas fortunas paguen lo que deben, meter en chirona a los culpables y a los que se siguen llevando el dinero a Suiza. Esta es la solución. Que devuelvan el dinero y que dejen de robar. Delinquir legalmente es robar del mismo modo. La forma de salir de esta es que la clase política, mediocre y corrupta, se quede en casa.
Basta ya, señores. Basta ya, Mariano. Qué es eso de debemos. Que no, Mariano, que no, que te has hecho un lío. A mí en esa espiral no me vas a conseguir meter.
Una última cosa. Ellos saben que, ante situaciones extremas en las que el futuro del individuo corre peligro, las mentes se bloquean. Las personas dejan de pensar, se aterrorizan. Ni siquiera protestan. Por eso las medidas restrictivas llegan en bloque, sin dar respiro alguno. No nos dejemos. Protestemos. Difundamos ideas que merezcan la pena. Tenemos al alcance una herramienta más que poderosa. Temible. Internet. Todo lo que nos parezca adecuado (igual que hacemos con chistes y vídeos graciosos) debemos conseguir que circule por la red. Y, por supuesto, no hace falta recordar que manifestarse por las calles es un derecho que tenemos como ciudadanos. No debemos dejar de hacerlo. Tanto como pensar en lo que dicen, en cómo lo dicen y en lo que callan.
Ha llegado el momento de reaccionar y dejar de lamer unas heridas que no son nuestras.
Gabriel Ramírez.
 www.lavidadelreves.es