Alberto Rosado del Nogal Humanista y politólogo, colaborador del Cículo 3E de Podemos @AlbertoRNogal
La decisión sería más fácil de lo que parece, si los principios ideológicos y políticos del PSOE fueran suficientemente sólidos. Cuestión no tan criticable dada la enorme complejidad de la situación actual. Tuvieron que venir politólogos —y no políticos— a enriquecer el caldo político español. Pero los barcos arribaron ya a este puerto y la bandera roja todavía no sabe a quien ayudar para que alguien asalte, por fin, los cielos del poder.
Son tres los caminos que los socialistas pueden recorrer. Tres, también, los paisajes que atisban, a lo lejos, pero que no seducen a un partido agotado personal, histórica e ideológicamente. Con el mayor de los respetos que la memoria pueda concederles: cada vez que el PSOE —versión 2016— alude a la izquierda un nuevo rayón aparece en su carrocería. Pero fue el partido solo quien se llevó a un huerto que no le convenía: ante el surgimiento de Podemos decidió tener dos archienemigos y unos cuantos alter egos. PP a un lado y Podemos a otro dañaban la solidez de un electorado más antipepero que clásicamente socialista. Además, los de identidad izquierdista se enfrentaron al dilema de volver a votar la cruda aceptación de la realpolitik zapateriana. Los datos hablan por sí solos: de 11.289.335 en 2008 a 5.424.709 en 2016. Escenario movedizo. Y cuando el punto de partida es tan inestable, los caminos —como decía— no ayudarán a la recuperación.
El primer escenario es el difundido por los trovadores de la guardia clásica roja. Un camino que permitirá al PP gobernar, en minoría, pero gobernar. Es el camino reflejo de la Europa más conservadora, incapaz de dar el paso definitivo hacia la justicia que esta década ya merece. Parte de tres premisas: 1) los partidos tradicionales nos han conducido hasta aquí gobernando uno u otro aunque 2) es este el camino, pese a todo, que prefieren que se mantenga. Sin embargo, 3) como ya individualmente —o con apoyo de nacionalistas— no consiguen tener la mayoría de la cámara, se concluye que la gran coalición —por activa o por pasiva— es el único remedio para perpetuar lo hasta ahora acontecido. El discurso, curiosamente, dispara balas contra el partido popular. Algo que se volverá contra su coherencia más inmediata en caso de permitir la investidura de Rajoy.
El segundo escenario voló por los aires a finales de diciembre de 2015. El pacto con Podemos y otras fuerzas progresistas (incluidas las nacionalistas) suponía un choque de trenes doble: por un lado Podemos había sido fijado como un gran rival para el PSOE, mirando más las siglas que la ideología; y por otro, la modernidad que encarna Podemos aun queda a ciertos pasos de distancia del PSOE. Una reforma fiscal progresiva sin matices o iniciar un proceso constituyente que modernice nuestra Carta Magna y sus instituciones son —a día de hoy— Excalibures que no pueden ser arrancadas por pseudo reyes Arturos. Sembraron guerra contra Podemos y ahora recogen su propio fruto: una calle prohibida por ellos mismos hacia el partido morado.
La tercera vía es, a su juicio, la más sensata: que para eso la están siguiendo. Es intentar no gobernar, a cualquier precio. Suena disparatado pero el PSOE no quiere gobernar. Lo pudo hacer en diciembre y todavía lo podría hacer hoy. Puede gobernar en coalición con el PP o en coalición con Podemos, pero su única coalición posible fue una cuyos números bostezaban tan solo de intentarlo. De modo que la quietud es su estrategia y será —hasta que se demuestre lo contrario— la opción que la ejecutiva de Pedro Sánchez mantendrá.
La tercera vía es, a su juicio, la más sensata: que para eso la están siguiendo. Es intentar no gobernar, a cualquier precio. Suena disparatado pero el PSOE no quiere gobernar. Lo pudo hacer en diciembre y todavía lo podría hacer hoy. Puede gobernar en coalición con el PP o en coalición con Podemos, pero su única coalición posible fue una cuyos números bostezaban tan solo de intentarlo. De modo que la quietud es su estrategia y será —hasta que se demuestre lo contrario— la opción que la ejecutiva de Pedro Sánchez mantendrá.
¿Y cuál es el final? No importa el camino que escojan. El PSOE está condenado a ser el Sísifo de la responsabilidad política: ocurra lo que ocurra soportarán la carga de responsabilidad. Y lo peor no es eso: serán responsables de un acto que ellos mismos, previamente, habían criticado. Decía al comienzo que la decisión —y añado ahora también las consecuencias— para el PSOE sería más fácil si los principios ideológicos fueran más sólidos. Principios o personas, porque no todas las personas tienen los mismos principios. En cualquier caso, el futuro del partido socialista dependerá de cómo la ciudadanía interprete su estrabismo político. Ciudadanos ya dio el paso que anunció: alianza efectiva con el PP. Podemos dio la mano para gobierno en coalición. ¿Y el PSOE? Muy a su pesar, el rojo y el naranja siguen sin combinar bien o, al menos, no lo suficientemente bien como para creérselo. Seguimos a la espera, que la esperanza es lo único que no se pierde. Aunque yo ya la perdí.
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