Al menos
que el visitante se haya informado con anterioridad, cuando se visita los
castillos de Quéribus, el último bastión cátaro y Peyrepertuse,lo más normal es que se desconozca la
existencia del pueblo que hay a los pies del primero: Cucugnan, en
el corazón de la región les Corbières, conocida por su vino.
Cucugnan tiene, como muchos de los pueblos de
aquellas tierras, una estructura medieval dando la sensación que se haya
detenido el tiempo a no ser por los establecimientos turísticos abiertos.
Siempre
digo que cuando visitas un lugar, la prueba más evidente de su interés, son los
restaurantes y hoteles. Incluso más que los turistas que puedes encontrarte por
sus calles y plazas. Y Cucugnan es uno de estos pueblos.
Llegamos
allí atraídos por su castillo, pero también por el viejo molino de Omer y
la panadería pastelería que tienen abierta sus propietarios, sin duda uno de
los principales atractivos de la población.
Comimos en
el Auberge de Vigneron (¡Una agradable sorpresa!), un
restaurante recomendado en la Guía Michelin de Francia y donde, a parte de
comer bien, dispone de un servicio exquisito. La nominación no es gratuita.
Durante la
comida, a parte de los excelentes platos, pudimos degustar vino y cerveza
elaborados en el mismo pueblo, además de aceitunaslucquetas, también
típicas de allí.
A la
salida sólo tuvimos que cruzar la calle para entrar en la oficina de turismo
donde se puede adquirir gran variedad de vinos, recuerdos y otros productos
locales. Uno de los suvenires más demandados es el cura de Cucugnan (Alphonse
Daudet).
A
propósito de dicho cura, en el piso superior de la oficina de turismo, pasan un
documental donde se explica su obra, más o menos como sigue:
-En Cucugnan la
fe ya no existe. El cura explica en un sermón haber soñado que viajó al paraíso
y al purgatorio y que allí no encontró a ningún hijo fallecido de Cucugnan ;
los encontró a todos en el Infierno . A continuación, se le ocurre la idea de
confesar todo el pueblo para devolver fe a todos sus habitantes.
Salimos de
la oficina de turismo y nos dirigimos al molino de Omer que,
como está en la parte más alta del pueblo se hace muy visible a medida que te
vas acercando al pueblo. Las calles son poco empinadas. Durante el recorrido
pasamos por delante de un elaborador independiente y cuyo vino (muy bueno por
cierto) es el que habíamos degustado en el restaurante. Al final de la subida
pudimos visitar la iglesia románica en honor a San Julián y Santa Basilisa que
contiene una exposición de Vírgenes embarazadas.
El molino
de Omer hace tiempo que ha dejado de funcionar y ahora sólo
sirve de reclamo para los turistas. A sus pies se encuentran el obrador y la
tienda donde se puede adquirir pan y dulces elaborados de forma totalmente y
con harinas antiguas (o al menos así se anuncia)
No nos
quisimos marchar sin antes realizar las últimas compras: vino, cerveza,
aceitunas, albaricoques y hasta un peto y una espada cátaros para
mi nieto Alguer.
La
agrupación de viticultores de la zona tiene una tienda situada en la parte baja
de la población y para acceder a ella aún se tienen que bajar una escalera.
Vale la pena visitarla aunque sólo sea para ver lo bien montada que está. Fotografías,
vídeos y luces consiguen un ambiente muy agradable. De todas formas seguro que
no marcharéis de vacío…
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