dilluns, 11 d’abril del 2016

Independentismo: déficit de cohesión

JOAN TAPIA

Según el CIS catalán, la repetición de las elecciones podría hacer perder al independentismo la mayoría absoluta y bajar a los 65 diputados


La pasada semana ya comenté que, aprovechando el largo interregno que se ha instalado en Madrid, CDC intenta ahora reacomodar sus posiciones. Dejar en suspenso el independentismo exprés del programa de Junts pel Sí, la coalición con ERC con la que ganó las elecciones catalanas del 27-S, para volver a poner el referéndum –el derecho a decidir- como la gran prioridad. Con ello viene a reconocer que el 27-S no hubo unas auténticas elecciones plebiscitarias, o que el resultado obtenido –el 47,8% de JpS y las CUP- no fue la victoria clara proclamada la noche electoral y las semanas posteriores.
Es más, diferentes declaraciones de líderes de CDC se inclinan ahora porque el partido –en proceso de refundación para enterrar la figura del fundador, Jordi Pujol- no se defina sólo como independentista sino fundamentalmente como soberanista. Ha abandonado el autonomismo no tanto por gusto sino como consecuencia de la sentencia del Constitucional de junio del 2010 recortando el Estatut del 2006.
El 'president' Puigdemont, con prudencia y dando dos pasos atrás y uno adelante, se reafirmó en esta vía en una larga y meditada entrevista a 'El Periódico de Cataluña' el pasado fin de semana.
Junqueras busca un "acuerdo técnico" con el Estado en materia de financiación y se suma así a CDC en el intento de suavizar la hoja de ruta independentista
Pero esta evolución táctica no es sólo cosa de CDC sino que a ella se ha venido a sumar también la propia ERC, hasta ahora la gran abanderada de la independencia en 18 meses e incluso de la DUI (Declaración Unilateral de Independencia). En efecto, su líder Oriol Junqueras, que en las dos últimas semanas ha tenido que negociar desde una posición de máxima debilidad la deuda y las finanzas de la Generalitat con los ministros Guindos y Montoro, también está inflexionando su actitud. S&P, la primera agencia de 'rating' del mundo, ha agravado la calificación de bono basura de la deuda de la Generalitat, y Junqueras –al que un fracaso en su gestión como vicepresidente y Conseller de Economía y Finanzas le perjudicaría políticamente- sabe que no le conviene ahora una escalada del conflicto. Necesita elaborar y presentar con un mínimo de credibilidad los presupuestos de este año y ello le obliga a una actitud más realista y al diálogo con Madrid.
Junqueras ha dicho así este lunes dos cosas que en su boca son relevantes. Una, que la independencia de Cataluña no se produciría como consecuencia de una decisión unilateral, ni incluso de un pacto bilateral con España. La razón es que todo dependerá mucho de la actitud de los tenedores internacionales de la deuda pública española, de los mercados financieros y del Banco Central Europeo con su política de tipos de interés cero. Junqueras viene a concluir que la independencia exigiría un pacto multilateral con los principales países e instituciones de la UE. Es una posición algo confusa pero que de facto reconoce que el plazo de 18 meses de la declaración del Parlament del 9-N (hoy ya serían 16 pues el 'president' se eligió a primeros de enero) es prácticamente una quimera.
Junqueras afirma que, desde la total discrepancia política, es posible alcanzar “acuerdos técnicos” con el Estado. Y no sólo ha abierto una “negociación técnica”, sino que ha criticado severamente (sin nombrarles) a sus predecesores de CDC en el cargo (durante los últimos cinco años fue el prestigioso Andreu Mas Collell quien no ocultó su escepticismo sobre los 18 meses) al decir que el régimen autonómico permite un desarrollo mayor de la administración tributaria que Cataluña no ha practicado, pero que sí lo han hecho otras autonomías como nada menos que Murcia, La Rioja y Canarias. “Hay comunidades –ha remachado- que tienen su Hacienda mucho más desarrollada que la catalana”.
¿Qué se esconde tras esta rectificación a medias y por separado –e incluso competitiva- de CDC y de ERC, de Puigdemont (incluso a ratos del propio Artur Mas) y de Oriol Junqueras?
Mas se retiró para garantizar el bloque unitario con las CUP, pero la presentación de una moción que obliga a desobedecer al TC pone en peligro la unidad
En primer lugar un mínimo realismo. Al final tienen que admitir, aunque no lo expliciten públicamente, que el 47,8% del 27-S no es el 51%, y que además ese 47,8% solo se logra con las CUP que quieren no solo la independencia de España sino también salir de la Unión Europea. Sin las CUP, el porcentaje independentista fue del 39,6% el 27-S en las elecciones catalanas y se redujo al 31% en las legislativas del 20-D, en las que CDC y ERC concurrieron por separado y las CUP no se presentaron.
También cuenta el darse de bruces con la realidad. Se puede hacer una declaración grandilocuente y altanera el 9 de noviembre afirmando que ya no se acepta más ni la legitimidad ni la autoridad del Tribunal Constitucional, pero luego no deja de ser contradictorio que se vuelva a recurrir ante el mismo tribunal la nulidad de dicha declaración.
Pero lo más relevante es que el independentismo sigue teniendo mucha fuerza en la opinión pública, pero topa ahora con dos importantes hándicaps. El primero es una cierta pérdida de ímpetu. El segundo, la amenaza de división y fraccionamiento.
Vamos a lo primero. La Encuesta del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (el CIS catalán) del pasado viernes dice que si hoy hubiera elecciones catalanas, Junts pel Sí bajaría del 39,5% al 35,8%. Casi cuatro puntos menos. Y que las CUP lo harían del 8,2 al 7,5%. Como consecuencia, Junts pel Sí se quedaría con 56-58 diputados frente a los 62 actuales y las CUP con 9-11 (ahora tienen 10). La suma de las dos listas independentistas se quedaría pues en 65-69 diputados, muy posiblemente por debajo de los 68 que son la mayoría absoluta del Parlament y de los 72 que tienen ahora.
El fraccionamiento es otro hándicap incluso más relevante. No es nada seguro –más bien parece lo contrario- que hoy se pudiese repetir la alianza de Junts pel Sí entre CDC y ERC (en las legislativas de diciembre ya fueron por separado y ERC quedó por delante del partido de Mas).
Junts pel Sí no sabe cómo reaccionar porque, si rompe con las CUP, se quedaría a 6 diputados de la mayoría absoluta y Cataluña sería ingobernable
Pero lo más preocupante y peligroso es que la consolidación del bloque unitario con las CUP, que fue la causa de la obligada renuncia de Artur Mas a la presidencia, no sólo no se está confirmando sino que el divorcio, progresivo pero seguro, es cada día más evidente. No es sólo que sea difícil que las CUP voten el presupuesto de Junqueras, sino que los anticapitalistas acaban de presentar en el Parlament una moción que es una auténtica bomba.
En efecto piden que se lleve a cabo con carácter inmediato la resolución del 9-N anulada por el Constitucional y que se explicite la negativa a acatar esa orden de ese tribunal. Es un torpedo a la línea de flotación de JpS, a su sobrevenido y medio clandestino pragmatismo, que la coalición no sabe cómo encarar.
Si vota la moción de las CUP, es todo su intento de no agravar el conflicto –al menos mientras haya provisionalidad en Madrid- el que salta por los aires. Si la rechaza y vota en contra en el pleno del Parlament, el divorcio estallará con toda su virulencia y las CUP se verán obligadas a una medida de retorsión proporcionada. O sea a la ruptura. Por el momento JpS decidió ayer no admitir a trámite provisionalmente dicha moción y volver a abordar la cuestión la próxima semana. Como dice el refrán catalán, “qui dia guanya, any empeny” (quien gana un día, empuja un año).
Supongo que hoy por hoy la más urgente preocupación del 'president' Puigdemont y de Oriol Junqueras no es ya la creación de las famosas estructuras de estado ni el color del gobierno de Madrid, sino cómo convencer a las CUP de operar una marcha atrás en la bomba que conscientemente han colocado en la mesa del Parlament. No será nada fácil porque las CUP están divididas a su vez entre el ala más nacionalista de la corriente “Poble Unit” (Pueblo Unido), con mucha fuerza en las comarcas, y la más proletaria de “Endevant” (Adelante), que lidera la famosa Anna Gabriel, pero que está integrada en parte por estudiantes provenientes de la burguesía catalana e incluso por hijos de votantes de CDC en una rebelión más freudiana que social.
Lo que decidan las CUP la próxima semana –y la reacción de JpS- puede tener serias consecuencias sobre la ya muy traqueteada cohesión del independentismo.