FORCALL
Conozco el
Forcall por el sobrenombre del pueblo
de los curas. Antiguamente, la falta de medios económicos hacía que muchos
jóvenes se decidieran por la vida religiosa y se iban a estudiar al seminario
de Tortosa para, finalmente, hacerse curas. Casualidad o no, el cura que me
bautizó era de Forcall y también el
cura que me dio la primera comunión.
Llegamos a
Forcall desde Cinctorres. Antes de llegar y prácticamente pegada al pueblo la
ermita de S. José (s. XVII) y el calvario, el mayor de la provincia de
Castellón. Bordeando el calvario por la parte inferior, el río Cantavieja que se une al Bergantes nada más superar el pueblo.
Aparcamos
en una plaza donde estaba la escuela además de un parque infantil. Era lunes,
pero era un día raro, ya que si bien los escolares no tenían clase, para los
demás era laborable. Esto hacía que el pueblo estuviera prácticamente desierto.
Nos
encaminamos hacia el centro del pueblo por la calle Tomás Salvador hasta llegar a la plaza Mayor. Una plaza de trazado irregular y de considerables
dimensiones si se compara con el resto de la población. Es tan irregular que
algunas casas están porticadas, pero la mayoría no.
Nada más
llegar a la plaza, a mano derecha se encuentra el palacio de los Osset-Miró (siglo XVI), convertido desde
hace unos años en un hotel de lujo. Y justo al otro extremo de la plaza la sede
del ayuntamiento (siglos XVI-XVII) que tiene, en la parte que da a la plaza un
elemento arquitectónico nada común: una doble escalera voladiza sobre un arco
de medio punto. De hecho es la única de estas características de toda la
Comunidad Valenciana. Otros elementos destacables de este edificio son un reloj
y una campana.
A la
izquierda, un grupo de casas porticadas con algunos comercios en los bajos y a
la derecha una plazoleta con la entrada principal del ayuntamiento o Casa de la Vila. Una pequeña escultura
representado a una mujer acarreando agua es todo el ornamento que tiene dicha
plaza.
De repente
un cartel enganchado a un balcón nos llamó la atención. Nos indicaba un viejo
horno de pan. Abandonamos la plaza por un estrecho callejón e, inmediatamente,
volvimos a girar hacia la izquierda, precisamente por la calle Horno, aunque en
una antigua placa ponga Orno. Estaba
allí mismo, con un rótulo de piedra mucho más modero, seguramente colocado con
motivo de alguna restauración; pero no lo pudimos visitar ya que se encontraba
cerrado a aquella hora de la tarde. Según parece es el horno en funcionamiento
más antiguo de Europa (siglo XIII). Continuamos por aquella calle hasta llegar
a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, restaurada en el
siglo XIX pero con elementos del siglo XIII y un campanario de 55 m. de altura
de estilo barroco. Rodeamos la iglesia admirando sus gárgolas, mientras en la
parte lateral vimos un enorme edificio que antaño albergó la escuela y enfrente
en frente de la iglesia otra
construcción de considerables dimensiones.
Al llegar
de nuevo ante la sede del ayuntamiento, cogimos un callejón con un poco de
cuesta que nos llevó a un pequeño mirador desde donde podían ver los
alrededores de la población, desde los campos de cultivo, a las granjas; desde la
montaña llamada Mola de la Vila hasta
el cauce río Bergantes.
Volvimos hacia
el centro del pueblo en busca de la plaza Mayor
que, como he explicado con anterioridad, estaba semidesierta, pero que durante
las celebraciones más relevantes se llena de público y se convierte es el
centro neurálgico. Allí nos sentamos en un bar que tenía una terraza cubierta
para tomarnos un té y descansar un poco.
Antes de
marchar todavía tuvimos tiempo de paramos en una carnicería situada en la carretera
de Morella para realizar la última
compra.
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