Arturo González
Ríanse, ríanse, pero en este país de charanga política y pandereta electoral puede pasar cualquier cosa. Las encuestas se destruyen unas a otras y ya no se puede fiar uno de ninguna. No tengo ni idea, ni ustedes tampoco, de qué va a pasar el 20 de diciembre. Si pienso que es de las pocas veces en que los resultados están abiertos, inmediatamente pienso también en mi falta de objetividad. No me fío ni de mí mismo. Y sin embargo creo que es de las raras ocasiones en que los resultados pueden sorprendernos, tanto hacia un lado como hacia el otro, al no estar constreñidos a solamente dos partidos posibles ganadores. Cuesta creer que el Partido Popular se mantenga en sobrada cabeza como vaticina la encuesta del CIS de hoy, pero hecha a primeros de octubre, antes de importantes acontecimientos posteriores. Pero todo puede ocurrir. Incluso que mejore sus expectativas. Mayores sorpresas ha habido. Baste recordar recientemente al partido conservador de David Cameron en Reino Unido. Cierto que no padeció la corrupción del PP español, pero éste es un pueblo indescifrable. Yo ya me creo todo, al tiempo que no me creo nada. Los sueños de la razón y de la sinrazón. Sería como si nos enterrasen en vida, bajo la losa del monstruo esperpéntico en que se habría convertido España. Catalunya. Ya escribí, favorece ese triunfo amplísimo del partido en el gobierno. La economía la seguirán aireando triunfalmente para crédulos, a pesar del correctivo anuncia por Bruselas también esta misma mañana. Lo demás – Ley Wert, Ley mordaza, Código Penal y Ley Enjuiciamiento Criminal, y demás y abundantes disposiciones limitadoras que todos ustedes conocen – no pesan lo suficiente en la balanza para inclinarla en su contra.
Es una posibilidad horrible pero no descartable. Los españoles justifican lo injustificable, incluso las guerras civiles. Ya saben lo del malo conocido… Mientras se suben en globo como Soraya, Albert dé vueltas de campana en un rally de mentirijillas, y Pablo canta a Javier Krahe en El hormiguero, falta que Rajoy interprete como actor el anuncio de la Lotería de Navidad en lugar del calvo o del tabernero bondadoso del año pasado.
¿Se imaginan cómo sería España desde el 21 de diciembre? Lamentos por un lado, disputas, agrias increpaciones, la marca B bien colocada para futuras tentativas, y los ganadores exultantes en una falsa modestia, redentores, perdonándonos la vida y creyéndose omnipotentes en su crueldad. ¿No queríamos caldo?
Aunque con una sola taza ya tendremos bastante: mayoría holgada con apoyo de Ciudadanos, derecha dura y derecha torrefactada. Puagg. Si esto ocurre, España habrá dejado de ser un país decente, A Dios pongo por testigo de que nunca más creeré en las encuestas. Y en la cartuja no las leeré.
Ahora en serio: si esto ocurre, si las derechas ganan, solas o en comandita, tendremos derechas durante décadas hasta que de una puta vez el PSOE se haga de izquierda y se arrejunte con la izquierda verdadera sin estar a ostias todo el tiempo.
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