VICENTE CLAVERO
Mariano Rajoy ha intentado vendernos la milonga de que los recortes y las subidas de impuestos eran imprescindibles para cumplir los objetivos de déficit fijados por Bruselas. Con ese pretexto utilizó a fondo la tijera durante sus primeros años de Gobierno, hasta dejar hechos unos zorros la sanidad, la educación y otros servicios esenciales. Consiguió reducir el déficit, sí; pero a costa de agravar la recesión, de lograr el triste récord de cinco millones de parados y de dejar a muchas personas en la estacada. A tal punto que hoy, para conocer de cerca la pobreza, no hace falta irse de postureo a Venezuela.
Pues bien, ahora resulta que todo el esfuerzo impuesto por Rajoy a la sociedad española ha tenido un alcance limitado. Unas veces con permiso y otras sin él, el Gobierno no ha cumplido ni en uno solo de los cuatro años de legislatura las exigencias de la Comisión Europea, que amaneza con aplicarnos una multa de hasta dos mil millones de euros. ¡Con lo que el PP y su coro mediático habitual protestaron por la falta de disciplina fiscal de José Luis Rodríguez Zapatero…!
Para ablandar a Bruselas, Rajoy se ha comprometido por escrito a reeditar los recortes si sigue gobernando tras las elecciones del 26-J, cosa que tiene derecho a soñar mientras perviva el ya tradicional cainismo de la izquierda. Su carta al presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, que acaba de revelar la prensa, es un reconocimiento formal de que piensa dispensarnos nuevas dosis de una medicina que todos conocemos bien. Por lo tanto, cuando vuelva a apalearnos, ya nadie podrá alegar engaño.
El fervor de Rajoy y sus acólitos por la tijera, que tanto complace a los halcones de la Unión Europea, seguramente intenten justificarlo de nuevo con ese mantra de que “no se debe gastar lo que no se tiene”. Como si un país tuviera que regirse por los principios de una familia austera, a sabiendas de que sólo servirá para elevar los niveles de desigualdad y de miseria.
Además, ya no cuela eso de que tenemos un gasto público desproporcionado. En España no pasa el 43,3% del PIB, mientras que en la zona euro llega al 48,6%. Y si, aun así, tenemos el segundo déficit más alto, sólo por detrás de Grecia, es porque nuestra recaudación fiscal (38,2%) también está claramente por debajo de la media (46,6%). Lo cual está claro que no forma parte de las preocupaciones de Rajoy, como ha demostrado con su rebaja del IRPF, que sólo en 2015 costó 4.300 millones, pero le permitió darse el carísimo gusto de hacer un guiño a su parroquia poco antes de las últimas elecciones.
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