IGNACIO ESCOLAR
Si el diálogo ha sido posible y fructífero incluso negociando con asesinos, ¿por qué no se puede hablar con los independentistas?
Si el diálogo ha sido posible y fructífero incluso negociando con asesinos, ¿por qué no se puede hablar con los independentistas?
“No se puede dialogar ni negociar nada con quien está fuera de la ley”, aseguran desde el PP, desde Ciudadanos, desde la inmensa mayoría de los medios y desde algunos sectores del PSOE. Es falso, por mucho que se repita o se añadan epítetos aún más gruesos ("golpistas", "delincuentes", "traidores"…). Es falso porque la inmensa mayoría de los conflictos políticos se han arreglado siempre por la política: con la negociación y el diálogo, entre partes aún más irreconciliables.
Colombia negoció con las FARC, e hizo bien. Reino Unido negoció con el IRA, y también hizo bien. Todos los partidos de gobierno negociaron con ETA, y también hicieron bien. Y la actual democracia española empezó con un pacto, el de la Transición: con un diálogo donde participaron desde las fuerzas vivas de la dictadura hasta un Partido Comunista al que el régimen franquista tachaba de terrorista.
En todos estos ejemplos, también la Transición, la paz se firmó con sangre sobre la mesa. Y si el diálogo ha sido posible y fructífero incluso negociando con asesinos, ¿por qué no se puede hablar con los independentistas, que distan mucho de haber cometido estos terribles crímenes?
Por mucho que se repita, detrás del conflicto catalán no hay solo un Govern irresponsable; un pequeño grupo fuera de la ley que se pueda detener y encarcelar para acabar de una vez con el problema. Es cierto, el camino emprendido por la Generalitat es desproporcionado y peligroso: no se puede dinamitar la Constitución y el Estatut con una mayoría simple en el Parlament, ni siquiera con la cerrazón del presidente del Gobierno como excusa. Pero que el comportamiento o los futuros planes del Govern sean irrealizables, irresponsables o temerarios no quita para que estemos ante un problema político.
Detrás del Govern de Carles Puigdemont hay dos millones de ciudadanos. Por eso es un problema político, no de orden público. Por eso solo se puede solucionar desde la política y el diálogo, no con el Código Penal, la Policía y los jueces.
De la falta de diálogo hay hoy responsabilidad en ambas partes, no solo en Mariano Rajoy y el Gobierno, que son los únicos que no aceptan siquiera sentarse a la mesa. Si el Govern de la Generalitat quiere realmente una salida negociada, su mejor opción es aparcar la declaración unilateral de independencia. No se puede aprobar algo así de forma unilateral con la coartada de un referéndum sin las mínimas garantías y donde solo participó el 42% del censo.
El independentismo es, de largo, la mayor minoría entre la sociedad catalana: la más activa y coordinada. Pero el resto de los ciudadanos catalanes tienen también sus derechos que no se pueden pisotear por la vía de los hechos consumados. Una declaración unilateral de independencia (DUI) sería un atropello y también un enorme error estratégico del Govern, porque perdería gran parte del apoyo internacional que recibió. Solo si Carles Puigdemont busca la irresponsable vía del martirio –ir a la DUI para forzar la represión– se entendería que adoptase esta medida.
Desde el propio mundo independentista, cada día se escuchan más voces que apuestan por aparcar la DUI; desde algunos de sus periodistas de cabecera hasta miembros del propio Govern. Ojalá se impongan, por el bien de todos los ciudadanos, aunque mi miedo si esto ocurre es que ni siquiera así se frene una respuesta contundente por parte del Gobierno.
Si Mariano Rajoy interpreta estas dudas internas en el Govern como una señal de debilidad y acude al 155 de todas formas, cometerá un nuevo error, como el que cometió el 1-O con las cargas policiales. Dará nuevos argumentos a los independentistas, dentro y fuera de Catalunya, y acercará un poco más la ruptura definitiva.
Desde que soy periodista, nunca antes he tenido tanto miedo al futuro. Nunca antes me ha asustado tanto la política ni sus consecuencias. Nunca antes he sentido tanto el peso de la responsabilidad de mi oficio. Vivimos un momento histórico; las próximas semanas van a condicionar las siguientes décadas. Y por eso en eldiario.es vamos a seguir apostando por el diálogo, por el acuerdo y por la política, con iniciativas como la que pusimos en marcha ayer con este manifiesto colectivo al que seguimos sumando nuevas voces.
Creo que la gran mayoría de nuestros lectores y socios nos apoyan en esta posición editorial, aunque algunos están en radical desacuerdo con la línea que hemos adoptado en estos días y nos están abandonando. Unos se dan de baja como socios porque somos “españolistas”, porque cuestionamos la validez de ese referéndum y la forma en que se convocó. Otros, porque somos demasiado comprensivos con la Generalitat, porque también publicamos entrevistas y tribunas con los independentistas, porque apostamos por la negociación o porque somos “cómplices” o “equidistantes” ante un "golpe de Estado".
Siempre que empieza una guerra, las primeras víctimas son aquellos que no están en las trincheras. Pero eldiario.es va a mantenerse en esta posición hasta el final, cueste lo que cueste. No nos perdonaríamos hacer otra cosa.
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