divendres, 1 de novembre del 2013

Rajoy es un cobarde, un pusilánime, incapaz de dar la cara

Día 12 de mayo de 2005.  Escenario: Congreso de los Diputados. Todos los partidos parlamentarios -salvo el PP- aprueban el proceso de paz que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, intenta poner en marcha con la esperanza de ir liquidando pacíficamente a ETA.
La oposición mayoritaria
En ese momento le toca el turno de la oratoria al líder Mariano Rajoy, jefe de la oposición mayoritaria. De pronto, el moderado Rajoy ataca a  Zapatero con estas palabras en torno al citado proceso de paz: “Vd. traiciona a los muertos y ha revigorizado a una ETA moribunda”. Su intervención -propia de un fascista o de un portavoz de la extrema derecha- conmueve a la ciudadanía y a la opinión pública.
El cazador, cazado
El cazador ha sido ayer  cazado. La manifestación de las víctimas del terrorismo -las manifestantes más radicales-  se ha vuelto contra el presidente y sus secuaces. Ya no está Zapatero en Moncloa, también ultrajado por la mani. El Palacio pertenece ahora a Rajoy. En la manifestación ha habido oleadas de insultos dirigidos contra la cúpula del PP. O sea, contra Rajoy y sus edecanes o voceros, González Pons,  Javier Arenas y Carlos Floriano.
 No contra las víctimas
Es evidente que Rajoy Brey no ha tenido, una vez más, cuajo para dar la cara. Que nadie se asombre por ello. Este presidente es sencillamente un  cobarde, un pusilánime, incapaz de explicar a los españoles -en un discurso urbi et orbe- por qué hace él determinadas cosas relativas al fin de ETA. Y por qué, en este caso, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha actuado como ha actuado. No precisamente contra las víctimas, sino de acuerdo con el escrupuloso, digno e impecable Tribunal de Estrasburgo.
Falsedad indiscutible
Lo que dijo Rajoy a Zapatero, culpándole de “traidor a los muertos”, era una falsedad indiscutible.  El actual presidente del Ejecutivo no pudo exhibir entonces ninguna prueba irreprochable respecto a lo dicho por él. Tendría, pues, que haber dimitido como presidente del Partido Popular. Pero eso es como pedir peras al olmo. Ni dimitió en 2005 ni, como es sabido, ha dimitido de su poltrona presidencial a raíz de la inequívoca presencia de corrupción popular. Hasta los suyos le han puesto a parir por su oportunismo de cambiarse de chaqueta a cualquier precio.  Entre Rajoy y Aznar se están cargando el PP. No hay mal que por bien no venga.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM