Tras los últimos acontecimientos, como el 'caso Pujol', percibo un sentimiento que va del cabreo al desaliento pasando por el desencanto. Se han apresurado a airear el caso y usarlo contra el proceso para la consulta como si fueran lo mismo. Identificar independentismo y corrupción ha sido un continuo desde septiembre del 2012. Los contrarios a la consulta quieren que al decir Catalunya a la gente le vengan a la cabeza cosas negativas para así minarnos la moral y desmotivarnos. Y es que siguen pensando que todo esto es cosa de unos políticos que se han vuelto locos, y no quieren ver que es la sociedad catalana la que ha empujado a los políticos en esta dirección. No es casual que el caso Pujol estalle en vísperas de la reunión Mas-Rajoy y cerca de la Diada cuando ya hacía tiempo que se investigaba. Si Pujol ha cometido un delito, que lo pague, pero que no esperen que eso me haga sentir menos independentista. ¿O es que a ellos los casos de corrupción continuos, Bárcenas, Gürtel..., les hacen sentirse menos españoles? Por encima de los individuos está Catalunya y lo que muchos queremos que sea en un futuro próximo. Los que salimos a la calle en las últimas diadas debemos tener claro que nada ha cambiado y que si queremos un nuevo Estado es precisamente para empezar de nuevo y evitar que sigan campando felizmente ladrones y corruptos. Es necesario un último esfuerzo y que la Diada sea un éxito de participación para dejar bien claro a todo el mundo que no servirá de nada ir sacando trapos sucios individuales. Nuestro deseo colectivo lo limpiará todo. El portavoz del PPC en el Parlament, Enric Millo, dice que si somos menos gente será que el globo independentista se desinfla. Demostrémosle que se equivoca.
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