No
existe plena conciencia en la Dirección del PSOE de la crisis
profundísima que España está experimentando a nivel político, económico y
financiero. Nunca antes durante la democracia el sistema político y
económico español se había encontrado en una situación tan crítica. No
creo exagerado afirmar que el establishment español está perdiendo
legitimidad muy rápidamente. Hoy existe un hartazgo generalizado frente a
“los que mandan”, expresión popular para definir las instituciones del
Estado español y los intereses económicos y financieros que las
influencian en mayor grado. De ahí que pueda concluirse que el sentir
antiestablishment en España está generalizado. Y la protesta social está
a la orden del día.
Este hartazgo de grandes sectores de la ciudadanía hacia el Estado se entremezcla en Catalunya con un hartazgo hacia el Estado español, basado en Madrid, por su extraordinaria insensibilidad y falta de aceptación del carácter plurinacional del Estado español. La constante réplica a las demandas de mayor autonomía por parte del gobierno de la Generalitat, con el argumento de que España ya es en la práctica un Estado federal, refleja tal incomprensión. Incluso un dirigente socialista tan poco sospechoso de simpatías nacionalistas como es el Presidente de Andalucía, el Sr. Griñán, ha señalado la excesiva centralidad del Estado español. Voces como las del Sr. Griñán, por desgracia, no se oyen en Madrid y, en caso de que existan, no tienen ninguna caja de resonancia mediática.
Esta incomprensión es, en sí misma, un indicador de la incapacidad del PSOE de desarrollar una autocrítica (necesaria como el aire que respira), pues sin ella el socialismo español irá desapareciendo (como ha ocurrido con el socialismo italiano), lo cual significaría una enorme pérdida para el país. En contra de lo que voces sectarias izquierdistas están diciendo, la desaparición del partido socialista en España sería una enorme pérdida para todas las izquierdas. Y puede ocurrir.
Es urgente que haya un giro casi copernicano en sus políticas económicas, rompiendo claramente con el neoliberalismo. Y esta ruptura no está ocurriendo. El apego al “modelo exportador” como la solución a nuestra crisis es, como he indicado en estas mismas páginas, un error fundamental. Pero no es éste, ahora, el motivo de estas letras. Quiero referirme, como catalán y como español, al otro grave problema que tiene la Dirección del PSOE: su incapacidad de comprender la plurinacionalidad del Estado español. En realidad, las izquierdas españolas siempre aceptaron, al menos en teoría, que España era un Estado plurinacional. Hay que recordar que el PSOE en la clandestinidad defendió tal plurinacionalidad, incluyendo la autodeterminación de Catalunya. Miren los documentos y lo verán. La autodeterminación no era ni más ni menos que lo que ahora se llama “poder de decisión”, poder que está intrínseco en la definición de un país como nación. Es una manipulación ideológica constante que se identifique tal autodeterminación con la llamada a la independencia.
Naturalmente, todo proceso de autodeterminación tiene que ofrecer varias alternativas –incluida la independencia- como los posibles resultados de una consulta popular. Para conseguir la independencia mediante un proceso democrático, una nación necesita el poder de decidir. Pero no todo el poder de decidir implica llegar a la independencia. En realidad, que sea o no así depende más del Estado español y de su flexibilidad y comprensión que de Catalunya. Y la insensibilidad y rigidez mostradas por el establishment madrileño está produciendo independentistas en Catalunya a velocidades de progresión geométrica. Como bien escribe el ex Presidente Montilla de la Generalitat de Catalunya en su reciente libro, este deseo de independencia se ha ido expandiendo como resultado de toda una serie de intervenciones de voces e instituciones en el establishment de Madrid (desde los famosos cepillazos -ofensivos en su tono y en su contenido-, a las decisiones del Tribunal Supremo, sin olvidar las faltas de cumplimiento en sus compromisos fiscales) que están destruyendo España.
Las causas del hartazgo
No es nada difícil ver las causas de este hartazgo. Nuestra historia nos las muestra. La transición inmodélica realizada en condiciones de un enorme desequilibrio de fuerzas mantuvo unas estructuras e instituciones que reflejaban una muy escasa sensibilidad social (incluso hoy, más de treinta años después de la Transición, España continúa a la cola de la UE-15 en gasto público social por habitante) y una falta de aceptación de la plurinacionalidad de su Estado. En realidad, el abandono en la práctica del derecho de autodeterminación por parte del PSOE fue resultado de la influencia del Ejército y del temor que la cúpula de tal partido le tenía. Y fue también durante el golpe militar del 81 cuando, además de no incluir a los partidos nacionalistas en el análisis post-mortem del golpe militar, se eliminó la autonomía y grupo parlamentario propio del PSC.
Y cuando ahora se pide desde el PSC recuperar tales señas de identidad, se acusa a la Dirección de tal partido de romper a España o dividir la población en Catalunya. Lo que el PSC está intentando es recuperar su capacidad de movilización, que se ha visto limitada debido a su pérdida de identidad ideológica, absorbida por el neoliberalismo del pensamiento dominante en la cultura económica por un lado y la falta de vocación transformadora por el otro, resultado de su excesiva dependencia hacia el PSOE. Hoy la mayor parte de las clases populares están hartas del establishment español, basado en Madrid, de su incomprensión, de su condescendencia, de sus insultos y de su actitud antidemocrática. Y lo patético del caso es que la derecha catalana –la gran socia del establishment de Madrid en la gran mayoría de políticas económicas y fiscales- está intentando capitalizar este hartazgo.
Independientemente de la oportunidad de varias declaraciones del dirigente del PSC, Pere Navarro, el hecho es que tal dirigente político está indicando que es necesaria una segunda Transición con cambios mucho más sustanciales que los de la Dirección del PSOE reconoce, pues esta dirección parece no entender lo que está ocurriendo ni en España ni en Catalunya. Es esta actitud la que puede llevar a una ruptura del país. Existe una urgente necesidad de reformar profundamente tanto la Generalitat de Catalunya como el Estado español, democratizando ambos a base de la participación democrática, tanto directa (tipo referéndums) como indirecta (tipo representatividad), enfatizando más y más en lo primero y exigiendo correcciones en lo segundo para que cada persona tenga la misma capacidad de decidir, rompiendo con el bipartidismo que se creó en la Transición inmodélica, que ha tenido un impacto profundamente conservador en el sistema electoral español y en las instituciones representativas del sistema democrático español.
Y dentro de estos referéndums, debe aceptarse el poder de las distintas naciones de decidir sobre su futuro. Es importante que la ciudadanía en Catalunya pueda escoger mantenerse dentro de España voluntariamente (como creo que la población escogería) y no por la fuerza. Naturalmente, la ciudadanía también podría escoger la independencia y, si así fuera, ello debería respetarse, siempre y cuando sea una gran mayoría la que la apoya y que el proceso de decisión vaya acompañado de una pluralidad ideológica en los medios –incluyendo los públicos- de información para que no sean instrumentalizados a favor de una opción (como está ocurriendo ahora), permitiendo una diversidad que hoy no existe. Es incoherente que se utilice el argumento democrático para exigir el proceso de decisión, y a la vez se dificulte la libre expresión de todos los puntos de vista, instrumentalizando los medios.
Lo que España, incluyendo Catalunya, necesita, es la profundización de la democracia, tan limitada hoy en nuestro país, resultado de la transición inmodélica. El enorme desequilibrio de fuerzas que existió en el proceso de Transición de la dictadura a la democracia –proceso dominado por las fuerzas conservadoras que controlaban el Estado y la mayoría de medios de información y persuasión- condujo a un desarrollo muy escaso de la democracia. La ausencia de referéndums vinculantes a nivel central, autonómico y local, es un claro ejemplo de ello. Los mecanismos de participación popular en las instituciones llamadas representativas son sumamente limitados. Y de ahí el gran escepticismo popular hacia la democracia existente en el país.
Y otro indicador de esta democracia incompleta (causa primordial de un bienestar muy insuficiente) es la falta de democratización de los partidos políticos, que aparece claramente en el Partido Socialista, el PSOE. Su presidencialismo es una muestra de ello, y está contribuyendo a su declive y falta de recuperación. Hoy no está respondiendo a las mayores crisis que España, incluyendo Catalunya, está sufriendo.
Este hartazgo de grandes sectores de la ciudadanía hacia el Estado se entremezcla en Catalunya con un hartazgo hacia el Estado español, basado en Madrid, por su extraordinaria insensibilidad y falta de aceptación del carácter plurinacional del Estado español. La constante réplica a las demandas de mayor autonomía por parte del gobierno de la Generalitat, con el argumento de que España ya es en la práctica un Estado federal, refleja tal incomprensión. Incluso un dirigente socialista tan poco sospechoso de simpatías nacionalistas como es el Presidente de Andalucía, el Sr. Griñán, ha señalado la excesiva centralidad del Estado español. Voces como las del Sr. Griñán, por desgracia, no se oyen en Madrid y, en caso de que existan, no tienen ninguna caja de resonancia mediática.
Esta incomprensión es, en sí misma, un indicador de la incapacidad del PSOE de desarrollar una autocrítica (necesaria como el aire que respira), pues sin ella el socialismo español irá desapareciendo (como ha ocurrido con el socialismo italiano), lo cual significaría una enorme pérdida para el país. En contra de lo que voces sectarias izquierdistas están diciendo, la desaparición del partido socialista en España sería una enorme pérdida para todas las izquierdas. Y puede ocurrir.
Es urgente que haya un giro casi copernicano en sus políticas económicas, rompiendo claramente con el neoliberalismo. Y esta ruptura no está ocurriendo. El apego al “modelo exportador” como la solución a nuestra crisis es, como he indicado en estas mismas páginas, un error fundamental. Pero no es éste, ahora, el motivo de estas letras. Quiero referirme, como catalán y como español, al otro grave problema que tiene la Dirección del PSOE: su incapacidad de comprender la plurinacionalidad del Estado español. En realidad, las izquierdas españolas siempre aceptaron, al menos en teoría, que España era un Estado plurinacional. Hay que recordar que el PSOE en la clandestinidad defendió tal plurinacionalidad, incluyendo la autodeterminación de Catalunya. Miren los documentos y lo verán. La autodeterminación no era ni más ni menos que lo que ahora se llama “poder de decisión”, poder que está intrínseco en la definición de un país como nación. Es una manipulación ideológica constante que se identifique tal autodeterminación con la llamada a la independencia.
Naturalmente, todo proceso de autodeterminación tiene que ofrecer varias alternativas –incluida la independencia- como los posibles resultados de una consulta popular. Para conseguir la independencia mediante un proceso democrático, una nación necesita el poder de decidir. Pero no todo el poder de decidir implica llegar a la independencia. En realidad, que sea o no así depende más del Estado español y de su flexibilidad y comprensión que de Catalunya. Y la insensibilidad y rigidez mostradas por el establishment madrileño está produciendo independentistas en Catalunya a velocidades de progresión geométrica. Como bien escribe el ex Presidente Montilla de la Generalitat de Catalunya en su reciente libro, este deseo de independencia se ha ido expandiendo como resultado de toda una serie de intervenciones de voces e instituciones en el establishment de Madrid (desde los famosos cepillazos -ofensivos en su tono y en su contenido-, a las decisiones del Tribunal Supremo, sin olvidar las faltas de cumplimiento en sus compromisos fiscales) que están destruyendo España.
Las causas del hartazgo
No es nada difícil ver las causas de este hartazgo. Nuestra historia nos las muestra. La transición inmodélica realizada en condiciones de un enorme desequilibrio de fuerzas mantuvo unas estructuras e instituciones que reflejaban una muy escasa sensibilidad social (incluso hoy, más de treinta años después de la Transición, España continúa a la cola de la UE-15 en gasto público social por habitante) y una falta de aceptación de la plurinacionalidad de su Estado. En realidad, el abandono en la práctica del derecho de autodeterminación por parte del PSOE fue resultado de la influencia del Ejército y del temor que la cúpula de tal partido le tenía. Y fue también durante el golpe militar del 81 cuando, además de no incluir a los partidos nacionalistas en el análisis post-mortem del golpe militar, se eliminó la autonomía y grupo parlamentario propio del PSC.
Y cuando ahora se pide desde el PSC recuperar tales señas de identidad, se acusa a la Dirección de tal partido de romper a España o dividir la población en Catalunya. Lo que el PSC está intentando es recuperar su capacidad de movilización, que se ha visto limitada debido a su pérdida de identidad ideológica, absorbida por el neoliberalismo del pensamiento dominante en la cultura económica por un lado y la falta de vocación transformadora por el otro, resultado de su excesiva dependencia hacia el PSOE. Hoy la mayor parte de las clases populares están hartas del establishment español, basado en Madrid, de su incomprensión, de su condescendencia, de sus insultos y de su actitud antidemocrática. Y lo patético del caso es que la derecha catalana –la gran socia del establishment de Madrid en la gran mayoría de políticas económicas y fiscales- está intentando capitalizar este hartazgo.
Independientemente de la oportunidad de varias declaraciones del dirigente del PSC, Pere Navarro, el hecho es que tal dirigente político está indicando que es necesaria una segunda Transición con cambios mucho más sustanciales que los de la Dirección del PSOE reconoce, pues esta dirección parece no entender lo que está ocurriendo ni en España ni en Catalunya. Es esta actitud la que puede llevar a una ruptura del país. Existe una urgente necesidad de reformar profundamente tanto la Generalitat de Catalunya como el Estado español, democratizando ambos a base de la participación democrática, tanto directa (tipo referéndums) como indirecta (tipo representatividad), enfatizando más y más en lo primero y exigiendo correcciones en lo segundo para que cada persona tenga la misma capacidad de decidir, rompiendo con el bipartidismo que se creó en la Transición inmodélica, que ha tenido un impacto profundamente conservador en el sistema electoral español y en las instituciones representativas del sistema democrático español.
Y dentro de estos referéndums, debe aceptarse el poder de las distintas naciones de decidir sobre su futuro. Es importante que la ciudadanía en Catalunya pueda escoger mantenerse dentro de España voluntariamente (como creo que la población escogería) y no por la fuerza. Naturalmente, la ciudadanía también podría escoger la independencia y, si así fuera, ello debería respetarse, siempre y cuando sea una gran mayoría la que la apoya y que el proceso de decisión vaya acompañado de una pluralidad ideológica en los medios –incluyendo los públicos- de información para que no sean instrumentalizados a favor de una opción (como está ocurriendo ahora), permitiendo una diversidad que hoy no existe. Es incoherente que se utilice el argumento democrático para exigir el proceso de decisión, y a la vez se dificulte la libre expresión de todos los puntos de vista, instrumentalizando los medios.
Lo que España, incluyendo Catalunya, necesita, es la profundización de la democracia, tan limitada hoy en nuestro país, resultado de la transición inmodélica. El enorme desequilibrio de fuerzas que existió en el proceso de Transición de la dictadura a la democracia –proceso dominado por las fuerzas conservadoras que controlaban el Estado y la mayoría de medios de información y persuasión- condujo a un desarrollo muy escaso de la democracia. La ausencia de referéndums vinculantes a nivel central, autonómico y local, es un claro ejemplo de ello. Los mecanismos de participación popular en las instituciones llamadas representativas son sumamente limitados. Y de ahí el gran escepticismo popular hacia la democracia existente en el país.
Y otro indicador de esta democracia incompleta (causa primordial de un bienestar muy insuficiente) es la falta de democratización de los partidos políticos, que aparece claramente en el Partido Socialista, el PSOE. Su presidencialismo es una muestra de ello, y está contribuyendo a su declive y falta de recuperación. Hoy no está respondiendo a las mayores crisis que España, incluyendo Catalunya, está sufriendo.
Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Este artículo fue publicado originalmente por la revista digital SISTEMA el 8 de marzo de 2013
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