David Torres
El Ministerio de Defensa asegura que no descansará hasta encontrar a los responsables de las torturas de Diwaniya. Yo creo que han tenido un lapsus militari, que en realidad se referían a los autores del video, que es lo que de verdad molesta. Un portavoz de Defensa asegura que las imágenes son deplorables. Es verdad. A la iluminación deficiente y los torpes ángulos de cámara, hay que sumar el pésimo guión y el recitado nasal propio de oligofrénicos marcando el paso. Mal, muy mal. Así no hay manera de que el cine español levante cabeza.Aparte de la vergüenza de pertenecer a la especie humana en general y a la hispánica en particular, siempre que veo un video snuff de éstos siento la curiosidad malsana de preguntarme en qué cojones estaría pensando el homínido que estaba grabando semejante paliza. En denunciarlo no, por supuesto, porque han pasado muchos años desde entonces y quizá la única cosa divertida de todo este triste asunto será descubrir por qué extraño birlibirloque se ha hecho público ahora. La historia recuerda inmediatamente el argumento de la película Invasor, de Calparsoro, basada en la novela homónima de Fernando Marías, quien fue uno de los pocos que dio testimonio del horror por puro instinto profético, de oído, tal y como suelen hacerlo los novelistas cuando aciertan en el blanco con los ojos cerrados.
Dicen también que se trata de un hecho aislado y, por supuesto, también ha sido otro lapsus militari. Lo aislado es el video, no los hechos. El video viene a corroborar el muy conocido “efecto cucaracha”, que viene a decir que si ves una cucaracha correteando en las inmediaciones de la nevera es que tienes la casa colonizada. Para filmar por diversión a una banda de tarados con uniforme jugando al fútbol con un prisionero atado de pies y manos hay que estar, al menos, tan tarado y tan uniformado como ellos. El comentario final (“A éste se lo han cargao ya”) suena con ese deje inequívocamente militroncho, entre chusquero y forense, con que se ha ido haciendo, golpe a golpe y verso a verso, la historia de España.
Sin embargo, como en el ejército no se mueve ni un tenedor sin permiso de toda la cadena de mando, habrá qué pensar cuál es el rango de un prisionero de guerra reventado a patadas. O bien un oficial ordenó la paliza, o bien se enteró y la dejó pasar, o bien allí ni Dios se enteraba de nada, que es lo peor y lo más probable. Pero no hay que buscar en montañas muy lejanas para encontrar al responsable último de esta infamia: un señor con bigote que marchó a la guerra de Irak a cambiar cromos. En persona no, claro, porque, como tantos valientes que juegan a soldaditos desde casa, Aznar ni siquiera ha hecho la mili y difícilmente podría distinguir un arma de destrucción masiva de una fabada. Llega a presentarse en Diwaniya y es capaz de perder la guerra él solo.
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