Antonio Aveldaño
El Gordo de Navidad es como la muerte, siempre les toca a los otros. Y además con la muerte te mueres tu mismo y con el Gordo se muere la vida que llevabas hasta ese momento. Aunque parece que no se muere del todo: se dice que a la mayoría de los que les toca el Gordo invierten mal, se enemistan con la familia, dilapidan el dinero y al cabo de pocos años se arruinan, con lo cual vuelven de nuevo a su antigua vida.
Aun así, ese relato tan oportunamente moralizante de lo que les sucede a los agraciados resulta demasiado redondo para ser del todo cierto. Más bien parece una narración ideada para consuelo de quienes nunca tienen suerte. En cualquier caso, todos los grandes relatos son consoladores, y muy en particular aquellos que no pretenden serlo.
Todo lo dicho hasta aquí vale, no obstante, únicamente para las personas normales, no para quienes están hechos de una pasta especial. ¿Cómo quién, por ejemplo? Como Carlos Fabra, naturalmente, al cual no le ha tocado la lotería una vez sino siete, no se ha enemistado con la familia, no ha invertido mal y, por supuesto, no se ha arruinado.
Que te toque la lotería tantas veces como le ha tocado a Fabra es como que alguien se muriera varias veces. Todos diríamos que tal cosa es imposible y por tanto mentira. Pues bien: lo milagroso en el caso de Fabra es que durante años y años miles de dirigentes, militantes y votantes del Partido Popular de Castellón ¡creían a Fabra! Y no solo lo creían ellos: viendo los años que ha durado su causa, también lo creían no pocos jueces, fiscales, abogados, procuradores… ¿Por qué tanta fe en un simple mortal? Seguramente porque, en efecto, Fabra es un hombre hecho –nunca mejor dicho- de una pasta especial.
Pero 2013 ha sido ¡ay! diferente. La principal novedad política de la lotería de Navidad de 2013 es que esta vez no le ha tocado a Carlos Fabra. Dado que Hacienda y la justicia ya saben casi todo lo que había que saber de las cuentas bancarias del líder del PP, ha dejado de tener sentido que le toque la lotería una vez más para justificar sus ingresos. Fabra sería, pues, la involuntaria encarnación de ese relato periodístico con moraleja sobre el triste destino que espera a los afortunados con el Gordo: ¡ahí lo tenéis, tantos años tocándole la lotería para acabar condenado por delito fiscal!
Aunque también es cierto que el expresidente de la Diputación no lo tiene todo perdido: cuando llegue el momento solicitará el indulto al Gobierno y quién sabe si no se lo darán. El indulto es a la justicia lo que el Gordo de Navidad a la lotería. Si Fabra ha tenido siempre tan buena mano con la lotería, ¿por qué no habría de tenerla con la justicia cuando llegue la hora de la verdad, que en materia de justicia siempre es, como se sabe, la hora de entrar en la cárcel?
El Gordo de Navidad es como la muerte, siempre les toca a los otros. Y además con la muerte te mueres tu mismo y con el Gordo se muere la vida que llevabas hasta ese momento. Aunque parece que no se muere del todo: se dice que a la mayoría de los que les toca el Gordo invierten mal, se enemistan con la familia, dilapidan el dinero y al cabo de pocos años se arruinan, con lo cual vuelven de nuevo a su antigua vida.
Aun así, ese relato tan oportunamente moralizante de lo que les sucede a los agraciados resulta demasiado redondo para ser del todo cierto. Más bien parece una narración ideada para consuelo de quienes nunca tienen suerte. En cualquier caso, todos los grandes relatos son consoladores, y muy en particular aquellos que no pretenden serlo.
Todo lo dicho hasta aquí vale, no obstante, únicamente para las personas normales, no para quienes están hechos de una pasta especial. ¿Cómo quién, por ejemplo? Como Carlos Fabra, naturalmente, al cual no le ha tocado la lotería una vez sino siete, no se ha enemistado con la familia, no ha invertido mal y, por supuesto, no se ha arruinado.
Que te toque la lotería tantas veces como le ha tocado a Fabra es como que alguien se muriera varias veces. Todos diríamos que tal cosa es imposible y por tanto mentira. Pues bien: lo milagroso en el caso de Fabra es que durante años y años miles de dirigentes, militantes y votantes del Partido Popular de Castellón ¡creían a Fabra! Y no solo lo creían ellos: viendo los años que ha durado su causa, también lo creían no pocos jueces, fiscales, abogados, procuradores… ¿Por qué tanta fe en un simple mortal? Seguramente porque, en efecto, Fabra es un hombre hecho –nunca mejor dicho- de una pasta especial.
Pero 2013 ha sido ¡ay! diferente. La principal novedad política de la lotería de Navidad de 2013 es que esta vez no le ha tocado a Carlos Fabra. Dado que Hacienda y la justicia ya saben casi todo lo que había que saber de las cuentas bancarias del líder del PP, ha dejado de tener sentido que le toque la lotería una vez más para justificar sus ingresos. Fabra sería, pues, la involuntaria encarnación de ese relato periodístico con moraleja sobre el triste destino que espera a los afortunados con el Gordo: ¡ahí lo tenéis, tantos años tocándole la lotería para acabar condenado por delito fiscal!
Aunque también es cierto que el expresidente de la Diputación no lo tiene todo perdido: cuando llegue el momento solicitará el indulto al Gobierno y quién sabe si no se lo darán. El indulto es a la justicia lo que el Gordo de Navidad a la lotería. Si Fabra ha tenido siempre tan buena mano con la lotería, ¿por qué no habría de tenerla con la justicia cuando llegue la hora de la verdad, que en materia de justicia siempre es, como se sabe, la hora de entrar en la cárcel?
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