Mentre per un costat els dirigents politics
dels partits de promouen la consulta diuen que volen integrar el PSC però
també a UDC i per aquest motiu han fet una pregunta inclusiva, la seva
militància, en públic (xarxes socials) es dedicar a posar al mateix sac
al PSOE i al PP.
Mireu, ara com ara estic força desvinculat
del PSC però encara segueixo mantenint el carnet. Es vulgui o no tinc al
PSOE com un partit germà i amb molta més estima que d’altres per molt
catalans i independentistes que sigui. La qual cosa no vol dir que, en
aquests moments, no pugui criticar l’actitud que han adoptat respecte
a la consulta i l’actual situació política de Catalunya.
Quan alguns polítics del PP i de UPyD
comparen l’estratègia d’alguns dels nostres dirigents amb el nazisme,
els partits als que pertanyen aquests dirigents, es molesten y en raó,
però no els importa comparar pràcticament amb la mateixa mesura al PSOE
amb el PP.
No diré que els dos partits tenen en
comú la idea de la unitat indivisible d’Espanya, però la diferència entre
els dos grans partits espanyols és abismal, sobre tot socialment. Només
per posar un exemple: l’avortament. Mentre quan governava el PSOE la llei
va permetre cada vegada contemplar més supòsits per a poder interrompre
l’embaràs, el PP vol retornar a l’esperit de la primera llei que es va
fer allà pels anys 80.
El que poden aconseguir tots aquells
militants i simpatitzants de partits com ERC o CDC és que els que tenim
una manera diferent de pensar, però que ara per ara votaríem com ells a
la consulta, es a dir sí, sí, ens acabem despenjant i votem sí, no.
Què ho reflexionin.
10 cosas que estarán prohibidas
Concha Caballero
No se trata de un debate entre izquierda y derecha sino entre estado autoritario o democrático
Concha Caballero
No se trata de un debate entre izquierda y derecha sino entre estado autoritario o democrático
Todos los gobiernos adoran a las mayorías
silenciosas, pero este ha dado un paso más. Por si acaso no hay en el futuro
mayorías silenciosas, habrá por ley mayorías silenciadas.
En los primeros años de la crisis los think
tank de este capitalismo salvaje se asustaron con la perspectiva de una
revuelta popular. Nos dijeron que “lo sentían mucho” y que “no volvería
a pasar nunca más”. Anunciaron una refundación del capitalismo pero enseguida
vieron que era mucho más productivo refundar el estado del bienestar y
volverlo chiquitito, minúsculo tan reducido como los salarios de los que
alimentan con su trabajo la maquinaria de sus ganancias.
Inyectaron provisionalidad y miedo en grandes dosis. El tono moral de la sociedad en general ha sido de resignación pública e indignación privada. Arden las redes, sobrevuelan maldiciones en conversaciones de bares y centros de trabajo pero la calle (ay, la calle que cuando se hace millonaria en cuerpos todo lo cambia), ha permanecido silenciosa y tranquila, con gloriosas excepciones de mareas y herederos del 15-M.
Pero la derecha es previsora y barrunta que puede empezar un lento movimiento social que pretenda recuperar derechos, aumentar salarios y devolver la calidad perdida de los servicios públicos. Por eso, justo cuando publicitan el fin de la crisis económica, promulgan una ley represora que intenta cortar las protestas de raíz, por vía gubernativa y sin apelación posible.
Creíamos que no tenían en cuenta a los movimientos sociales pero han tomado exacta cuenta de sus acciones y han diseñado un traje a medida para terminar con sus movilizaciones. Vean algunas de ellas:
Contra el 15-M: ya no se podrá volver a acampar en Sol ni en Las Setas de Sevilla, ni en ningún espacio público.
No se podrá acompañar a las víctimas de los desahucios porque supone obstaculizar la labor de funcionarios públicos.
No se podrán celebrar manifestaciones en torno al Congreso de los Diputados, el Senado, ni el Parlamento de Andalucía. No importa que desde hace 30 años se esté haciendo a diario y sin conflictos. Vaya a manifestarse donde no estén sus representantes.
No se podrán grabar las actuaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad ni compartirlas en las redes sociales. Si hay violencia policial, debe quedar en la estricta intimidad.
No podrá colgar pancartas ni banderas en edificios.
No podrá instalar tenderetes para recoger firmas o repartir propaganda.
Tenga cuidado de que sus expresiones no supongan una ofensa para España a juicio de la autoridad competente. Diga que recitaba a Cernuda, Machado o Gil de Biedma por si acaso.
No haga reuniones o manifestaciones en lugares de tránsito público. Busque lugares recónditos de tránsito privado.
No pierda el DNI ni dejen que se lo sustraigan tres veces en cinco años porque será multado. Llévelo siempre atado al cuello.
No pronuncie injurias, calumnias ni acusaciones contra las autoridades o instituciones en las manifestaciones públicas. No vuelva a repetir aquello de “Fulanito… trabaja de peón”. Ahora debe decir “Mariano, creo que te estás equivocando”.
El Gobierno creará un registro de infractores que tendrá unos indeterminados efectos administrativos. Quizá no le den licencia de apertura de su negocio, o le prohíban el acceso a cualquier servicio público.
El Gobierno se reserva el derecho a autorizar, disolver y reprimir un derecho fundamental. Para que los jueces no se entrometan han trasladado las decisiones a la vía gubernativa. Bastará la palabra de un funcionario, un policía o una autoridad para ser multado. Si aún así se empeña, las tasas judiciales le convencerán de que está mejor calladito.
Con esta ley, hecha a la medida del Madrid
más reaccionario, de las demandas de Aguirre y las frustraciones de Ana
Botella, el Gobierno está tocando el nervio del sistema democrático. No
se trata de un debate entre izquierda y derecha sino entre estado autoritario
o democrático. Una vez más. Treinta y tantos años después. ¡Qué dolor!
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Por otro lado en el BOE de ayer el Ministerio del Interior anuncia la licitación por medio millón de euros de UN CAMIÓN LANZA AGUA para ahogar (nunca mejor dicho) cualquier intento de protesta ciudadana.
Por otro lado en el BOE de ayer el Ministerio del Interior anuncia la licitación por medio millón de euros de UN CAMIÓN LANZA AGUA para ahogar (nunca mejor dicho) cualquier intento de protesta ciudadana.
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