PEDRO G. CUARTANGO
DECÍA WILLY Brandt con humor que un gobernante puede solucionar todos
los problemas excepto el de la burocracia.
El tiempo ha confirmado esta afirmación porque la burocracia que Weber
ligaba a las sociedades modernas ha ido creciendo, expandiéndose y atrapando
a los ciudadanos como un gigantesco pulpo.
En este país la aseveración de Larra del «vuelva usted mañana» se ha quedado
muy corta porque ahora hay que volver también pasado mañana, y al día
siguiente y así hasta un número indeterminado de jornadas hasta que, como
siempre, el funcionario se apiade de uno.
Contra lo que parecía lógico, los ordenadores e internet no sólo no han facilitado
nada los trámites administrativos sino que los han complicado muchísimo,
ya que el ciudadano, además de verse obligado a reunir una montaña de certificados
y documentos, tiene que navegar por engorrosas e incomprensibles páginas
que siempre se caen cuando uno está a punto de concluir el proceso.
Pongo un ejemplo real. La Administración ha creado un procedimiento en
Madrid que hace imposible renovar el carnet de familia numerosa, ya que son
tantos los papeles y los trámites que es necesario coger unas largas vacaciones
y contratar a un asesor para cumplimentarlos.
Naturalmente todos los datos y acreditaciones que te exigen ya los tiene
la Administración. Pero eso es irrelevante.
Lo importante es probar el equilibrio mental de los ciudadanos, a
los que, por cierto, si van a la ventanilla pertinente para pedir ayuda se les
indica amablemente que hay que solicitar cita previa.
Ello también es una tarea heroica porque hay que hacerlo mediante un complejo
cuestionario telefónico en el que te pueden preguntar la fecha de nacimiento
de tu abuelo, el código del catastro y la casilla 74 de la declaración del IRPF.
Todo este castigo es insoportable para el contribuyente, pero tiene un efecto
perverso sobre la población de más edad que no sabe manejar internet y se
pierde en este laberinto burocrático. He visto a ancianos indefensos en una estación
de metro que eran incapaces de manejar las máquinas que expenden los
billetes. Y no digamos ya de rellenar el contrato de las eléctricas donde hay un
renglón en el que se exige el BICC (?).
Siempre ha sido complicado entenderse con la Administración, pero hoy
es imposible porque a la irracionalidad burocrática se suma la maquinaria tecnológica
que convierte en una incierta aventura solicitar cualquier acreditación
o certificado.
Hace años se habló de una ventanilla única, pero lo que ahora hay son tres o
cuatro administraciones paralelas que, con perdón, no se cansan de tocar las
pelotas a los ciudadanos con requisitos y exigencias estrafalarias como tener
que demostrar que uno es el que es o que vive donde vive.
Que nadie se deje engañar por las proclamas y los eslóganes de los políticos
y que vaya a una ventanilla para comprobar como funciona la Administración
y como se les trata a las personas por no hablar de las interminables
colas. Todo ha ido a peor hasta convertirse en una pesadilla. Y esto queridos
amigos, no hay quien lo arregle.
DECÍA WILLY Brandt con humor que un gobernante puede solucionar todos
los problemas excepto el de la burocracia.
El tiempo ha confirmado esta afirmación porque la burocracia que Weber
ligaba a las sociedades modernas ha ido creciendo, expandiéndose y atrapando
a los ciudadanos como un gigantesco pulpo.
En este país la aseveración de Larra del «vuelva usted mañana» se ha quedado
muy corta porque ahora hay que volver también pasado mañana, y al día
siguiente y así hasta un número indeterminado de jornadas hasta que, como
siempre, el funcionario se apiade de uno.
Contra lo que parecía lógico, los ordenadores e internet no sólo no han facilitado
nada los trámites administrativos sino que los han complicado muchísimo,
ya que el ciudadano, además de verse obligado a reunir una montaña de certificados
y documentos, tiene que navegar por engorrosas e incomprensibles páginas
que siempre se caen cuando uno está a punto de concluir el proceso.
Pongo un ejemplo real. La Administración ha creado un procedimiento en
Madrid que hace imposible renovar el carnet de familia numerosa, ya que son
tantos los papeles y los trámites que es necesario coger unas largas vacaciones
y contratar a un asesor para cumplimentarlos.
Naturalmente todos los datos y acreditaciones que te exigen ya los tiene
la Administración. Pero eso es irrelevante.
Lo importante es probar el equilibrio mental de los ciudadanos, a
los que, por cierto, si van a la ventanilla pertinente para pedir ayuda se les
indica amablemente que hay que solicitar cita previa.
Ello también es una tarea heroica porque hay que hacerlo mediante un complejo
cuestionario telefónico en el que te pueden preguntar la fecha de nacimiento
de tu abuelo, el código del catastro y la casilla 74 de la declaración del IRPF.
Todo este castigo es insoportable para el contribuyente, pero tiene un efecto
perverso sobre la población de más edad que no sabe manejar internet y se
pierde en este laberinto burocrático. He visto a ancianos indefensos en una estación
de metro que eran incapaces de manejar las máquinas que expenden los
billetes. Y no digamos ya de rellenar el contrato de las eléctricas donde hay un
renglón en el que se exige el BICC (?).
Siempre ha sido complicado entenderse con la Administración, pero hoy
es imposible porque a la irracionalidad burocrática se suma la maquinaria tecnológica
que convierte en una incierta aventura solicitar cualquier acreditación
o certificado.
Hace años se habló de una ventanilla única, pero lo que ahora hay son tres o
cuatro administraciones paralelas que, con perdón, no se cansan de tocar las
pelotas a los ciudadanos con requisitos y exigencias estrafalarias como tener
que demostrar que uno es el que es o que vive donde vive.
Que nadie se deje engañar por las proclamas y los eslóganes de los políticos
y que vaya a una ventanilla para comprobar como funciona la Administración
y como se les trata a las personas por no hablar de las interminables
colas. Todo ha ido a peor hasta convertirse en una pesadilla. Y esto queridos
amigos, no hay quien lo arregle.
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