Fernando López Agudín
No es cierto, como reiteran desde ayer todos los publicistas bipartidistas que ocupan las tertulias televisivas, que España vaya camino de convertirse en un país ingobernable como lo fuera antes de la abdicación de Amadeo I, el primer rey huelguista como lo denominara Engels. No hay más que observar los resultados electorales para que salte a los ojos la existencia de una mayoría amplia de progreso que facilitaría un gobierno estable. Si se suman los votos de PSOE, PODEMOS e IU, sin contar con los obtenidos por la izquierda nacionalista, puede fácilmente elaborarse una alternativa gubernamental basada en un mínimo programa común junto con el PNV. Lo que ocurre es que el bipartidismo, que tiende siempre a socializar las pérdidas, intenta socializar su aplastante derrota electoral. Rajoy ha perdido sin que Sánchez haya ganado. El primero va tener muy complicado renovar en la Moncloa, el segundo siente ya en su cogote el aliento de Susana Díaz que en la misma noche electoral tuvo el mal gusto de recordar que ella venció ampliamente en su feudo andaluz mientras que la lista de su secretario general pasaba a ser la cuarta fuerza en Madrid.
El recambio, protagonizado por ese bipartidismo ampliado a Ciudadanos, ha sido barrido. El PP ha perdido más de 60 diputados, el PSOE unos 20 y Ciudadanos pese a conseguir un resultado notable se queda por debajo de las expectativas alimentadas por los sondeos. La misma política de recortes produce los mismos efectos. Quien gobierna se descalabra, el fracaso de ayer de Rajoy es el mismo que experimentó Rubalcaba en 2011, quien va de jefe de la oposición se hunde, acercándose cada vez más la pasokización, y quien intenta aparecer como la expresión del recambio se queda sólo en una muleta inservible de los lisiados peperos y sociatas . De estos datos electorales se desprende un serio problema político. Difícilmente pueden formar un gobierno estable ,salvo que se le eche una mano desde fuera del centro derecha. Porque en esta ocasión ya no cuentan con ese comodín de CiU tan bien retribuido desde Madrid. Una vez que han descubierto oficialmente la corrupción de Pujol que realmente encubrían, desde que en 1986 presionaran a los magistrados para que se archivara la causa sobre Banca Catalana, no pueden recurrir a este salvavidas.
Es justo en este punto donde se reedita desde anoche el nuevo pulso político entre el cambio, que ha ganado estas elecciones, y el recambio que las ha perdido. Derrotados electoralmente intentan dar la vuelta a su derrota ganando políticamente lo que perdieron en las urnas. A medida que pasen las horas van a aumentar extraordinariamente las presiones para que el PSOE ayude al centro derecha a formar un gobierno que burle a sus electores. Bien sea por activa o por pasiva, Angela Merkel con el IBEX-35 van a pasar la muy considerable factura de las ayudas económicas recibidas por Ferraz desde los muy lejanos tiempos de Willy Brandt o de las muchas condonaciones de sus deudas por los bancos. Su irresoluble problema es que su electorado ha apoyado el cambio progresista y que no seguiría a estos socialistas sentados en consejos de administración o muy asiduos a las puertas giratorias en su propuesta de suicidio. Los socialdemócratas del PSOE, la inmensa mayoría de sus militantes, no aceptarían estas proposiciones deshonestas de los socioliberales del PSOE como esta minoría tampoco aceptaría ir de la mano de Pablo Iglesias.
Si es así y así parece ser, la espada de la Merkel pende sobre el cambio posible no para imponer el recambio sino para hacerlo imposible hoy. Si ese empate social en el interior de Ferraz prefigura un empate político, millones de electores se sentirían traicionados en sus ansias de cambiar la política económica y social de la sociedad española. Pero sería una victoria pírrica para el bipartidismo. El movimiento popular que acaba de barrerlo, lo barrería mucho más en unas elecciones anticipadas que se convocarían si lograran formar un gobierno contrario a la voluntad popular manifestada en las urnas. Toca a los socialistas optar por el modelo Papandreu, que ha condenado al Pasok a la más completa irrelevancia política, o por el modelo Costa, que ha llevado al Partido Socialista Portugués a gobernar en Lisboa. La experiencia griega señala que la gran coalición con la derecha terminó con el triunfo de Alexis Tsipras, la portuguesa muestra que sólo el viraje a la socialdemocracia permite la supervivencia del socialismo. En cualquier hipótesis, lo irreversible es el ascenso del movimiento popular en España simbolizado por PODEMOS. En efecto, sí se puede si se quiere.
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