divendres, 2 de novembre del 2012

Delicados fascistillas (un article de Aníbal Malvar)


El viento sopla inclemente contra el rostro impertérrito de España. Su efigie milenaria de precisos contornos, quinientos años soportados, ha recibido la lluvia huracanada de la deslealtad y la injuria, la furia aldeana, la resentida quimera del desprecio a la excelencia mantenida en los momentos más difíciles”.
Que no se atraganten mis millones de admiradoras. Estas enardecidas prosas no las ha escrito este guaperas. Son el arranque del editorial de octubre de la revista web de la Fundación Francisco Franco, en el que se insta al gobierno de España a sacar los tanques a la calle, derrocar a Artur Mas y poner fin al cachondeíto secesionista. 
Nuestros delicados fascistillas no se cortan un pelo: “Recordamos con orgullo que el mes de octubre comienza con el recuerdo del día 1, en que se produce la exaltación del General de División Francisco Franco Bahamonde a la Jefatura del Estado, Generalísimo de los tres ejércitos y máxima autoridad en la conducción de la guerra y organización del nuevo estado, por parte de la Junta de Defensa Nacional. Te recordamos capitán, fuiste la solución a nuestros problemas. Nos dejaste una patria irreconocible en bienestar, progreso, unidad, cohesión y justicia con respecto a la que cogiste. Tu generación cumplió, con creces, con su mandato histórico por la sangre derramada”. Las comas mal puestas no son mías. Ni la sangre derramada.
 Al margen de quién fuera el dueño de la citada sangre derramada, a mí me huele este editorial a exaltación del golpismo, del genocidio y del fascismo, cosa que creo tipificada como delito en nuestro Código Penal. Si Bildu escribiera este último párrafo, literal, cambiando el nombre de Franco por el de Josu Ternera, ya tendríamos a José María Aznar y a Jaime Mayor Oreja subidos a lomos de los tanques y pasándoselo pipa.
Pero no. Como siempre, en España, la provocación fascista, filonazi y golpista se responde mirando hacia otro lado. Dejando decir y hacer a estos delicados fascistillas sus delicadas fascistadas. Y llevamos así casi cuarenta años. Pero no son inofensivos. Aunque las ideas en general no matan, algunas ayudan. Y las de estos señores, más.
Me extraña que nuestro modernuqui ministro de Justicia, tan aseado él, no se haya pronunciado sobre esta provocación progolpista pública. Será que ya tiene bastantes líos en casa y no quiere broncas con su suegro, José Utrera-Molina, ni con su cuñado Luis, ambos destacados miembros de la Fundación Francisco Franco.
Pero coño, Alberto, aunque no los quieras meter en la cárcel por evitar que tu señora se fugue con Blas Piñar, por lo menos ciérrales la página web, que más se perdió en Egunkaria. O proponle a Angela Merkel crear con los Utrera-Molina la fundación Adolf Hitler en Berlín, para democratizar Alemania, a ver qué te dice.
Tampoco estaría como muy de más, o sea, aplicarle la Ley de Partidos a la Falange Española, esos encantadores chicos de aspecto civilizado y gemelos de oro que todavía no han renunciado a los principios fundacionales de José Antonio. Un ejemplo: “Si nuestros objetivos han de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. [...] Bien está la dialéctica como primer instrumento de comunicación, pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia y a la Patria”. ¿No tiene nada que decir nuestra sacrosanta ley de partidos contra estos violentos, don Alberto? ¿O los violentos solo son los otros? Por si acaso se me confunden, apuntalar que este cronista considera que ETA fue, es y será execrable. Que luego sois muy cucos, mis asquerosos fachas.
Pero a lo que íbamos. Pues no. Nuestra ley de partidos no tiene nada que decir. Y Falange Española, toda pizpireta, se sigue presentando a las elecciones. Desde la transición, ese maravilloso jardín de extrañas flores nacidas mustias, la historia de España se ha labrado sobre el olvido. Sobre nuestro olvido. No sobre el suyo. Hasta el punto de que el PP fue fundado por un fascista que se hizo autonomista cuando comprobó que nunca podría gobernar en toda España. Manuel Fraga, de funesto recuerdo.
Estamos haciendo la historia de España como aquel policía del gran Jean-Claude Izzo que encubre un crimen y lo explica así: “Trucando la realidad a falta de poder transformar el mundo”. Pues a mí no me da la gana de seguir trucando la realidad. Ya está bien de que veamos el fascismo como una anécdota de viejillos subvencionados (la Fundación Francisco Franco recibió 147.000 euros de nuestros impuestos en la segunda legislatura de Aznar). El editorial de octubre del suegro de Gallardón y sus secuanazis merece una acción judicial. Y la mera existencia de Falange Española, lo mismo. Si no, es que hay barra libre electoral, y yo inscribo a mi gato en la ETA y lo presento a presidente del gobierno. Mi gato es rabudo y no le sienta mal llevar txapela. Os vais a enterar.