Esther Vivas
Nadie dijo que sería fácil, pero hay que intentarlo. Y esto es, precisamente, lo que está haciendo el Procés Constituent en Catalunya, impulsado por la monja benedictina Teresa Forcades y el economista Arcadi Oliveres, junto a muchas personas más. Crear conciencia social, movilizar, promover la desobediencia civil y plantear una alternativa política que desafíe a quienes ostentan y monopolizan el poder.
Su objetivo, construir un nuevo instrumento político-social, basado en la auto-organización popular, leal con los de abajo y capaz de sumar, en la diversidad, al conjunto de la izquierda social y política. En el horizonte, si dichas premisas se cumplen, se expresa la voluntad de concurrir a unas próximas elecciones al Parlament de Catalunya, con una candidatura amplia, resultado de la necesaria confluencia de muchas gentes, algunas hoy dentro y otras fuera del Procés, que aspire a transformar el malestar social en mayoría política y establecer las bases para promover un proceso constituyente, que permita dotarnos colectivamente de un nuevo marco político al servicio de la mayoría.
Algunos dirán que esto es utópico, pero más utópico, desde mi punto de vista, es pensar que quienes nos han conducido a la presente situación de crisis, de la que, por cierto, obtienen jugosos beneficios, nos sacarán de la misma. Justamente romper con el escepticismo, la apatía y el miedo es el reto que tenemos por delante. Saber que “podemos”, es el primer paso para conseguir victorias concretas.
Desde que el Procés Constituent se presentó en público el pasado mes de abril, han sido numerosos los apoyos recibidos. El Procés Constituent ha sabido conectar con amplios sectores de la sociedad que perciben, en el actual contexto de crisis, la urgente necesidad de cambiar las cosas. Muchas personas de mediana edad, otras más jóvenes, e incluso mayores, sin demasiada experiencia política ni organizativa, se han sentido interpelados por un discurso que apela a algo tan esencial como imprescindible: la justicia.
Otros activistas sociales han visto en el Procés Constituent un instrumento para ir más allá de la movilización social per se y plantear una perspectiva político-organizativa de cambio. Dos años después de la emergencia del 15M, muchos son los que perciben que por más que ocupemos bancos, viviendas vacías, supermercados, hospitales… quienes ostentan el poder siguen aplicando una serie de medidas que nos hunden en la más absoluta miseria. Apostando por la imprescindible lucha en la calle, sin la cual no hay cambio posible, el Procés Constituent plantea, al mismo tiempo, desafiar el poder político-económico, también, en las instituciones. Y no para cambiar el sistema desde dentro sino para “ocupar” dichas instancias y devolverlas a la mayoría social vía un proceso constituyente.
No hay fórmulas mágicas, está claro, pero experiencias como los procesos constituyentes en América Latina (Ecuador, Bolivia, Venezuela) o la más cercana Islandia, a pesar de sus controvertidas evoluciones, son experiencias a tener muy en cuenta, no para imitar pero sí para aprender de sus aciertos y errores. En Catalunya, el debate sobre la cuestión nacional y la independencia abre una oportunidad, como nunca muchos habríamos imaginado, para poder decidir… y decidir sobre todo.
Alta participación
La gran participación en presentaciones públicas del Procés Constituent, a cargo algunas de Teresa Forcades y otras de Arcadi Oliveres, con una media de entre 400 a 700 personas en municipios como Vic, Sabadell, Santa Coloma de Gramenet, Lleida, Girona, Vilanova i la Geltrú, Balaguer, Figueres, Blanes, Granollers, Terrassa… o en, incluso, pequeños municipios como Santa Fe del Penedès o Fals muestran la capacidad de atracción de dicha iniciativa, que ha realizado, en pocos meses, más de cien presentaciones por todo el territorio catalán.
Y lo que es más importante, el interés de quienes se acercan al Procés Constituent no reside tan solo en escuchar a sus dos principales promotores sino en participar activamente en la construcción de dicho instrumento político-social. De este modo, se han creado ya más de 80 asambleas locales en toda Catalunya. Algunas de carácter comarcal, otras locales, unas más numerosas otras más pequeñas. También se han puesto en marcha asambleas sectoriales como las de educación, sanidad, feminismos e inmigración. Todas ellas coordinadas en una asamblea general que, con el nombre de Grupo Promotor, se reúne mensualmente.
Las formas de hacer del Procés Constituent reflejan, también, esa “otra política”. En la mayor parte de actos públicos se pasan huchas improvisadas para recolectar lo que ha costado alquilar el aparato de megafonía, las fotocopias, etc. Se dice en qué se ha gastado el dinero. Las presentaciones sirven, asimismo, para convocar a los asistentes a las asambleas y reuniones locales. Los grupos en el territorio se organizan en función de sus propias prioridades y se coordinan a escala nacional. El Procés Constituent, aún tiene poco recorrido, pero demuestra las potencialidades de una iniciativa política capaz de conectar con un malestar social mayoritario. Aunque, evidentemente, aún queda mucho por hacer, tal vez lo más difícil: consolidar el proceso, mejorar la coordinación de las asambleas. Se trata de un proceso en construcción.
De abajo a arriba
La confianza que generan sus principales promotores, Teresa Forcades y Arcadi Oliveres, es clave del éxito. Pero desde el Procés Constituent somos conscientes de que se trata de una iniciativa que sólo tendrá éxito si se construye de abajo a arriba. Ya lo dijeron ambos el día en que presentaron la propuesta: “Nosotros dos solos, poca cosa podremos hacer”. Así es. Hoy, el Procés Constituent cuenta con más de 44 mil personas adheridas y múltiples asambleas locales y sectoriales. Teresa Forcades y Arcadi Oliveres, como han dicho en reiteradas ocasiones, no quieren ser líderes de nada, pero sí aceptan poner su credibilidad al servicio de una causa justa.
Las críticas por el perfil cristiano de ambos han sido, también, habituales, a pesar del carácter aconfesional del Procés. Lo que en parte no deja de sorprender. La movilización social de izquierdas, tanto en Catalunya como en el Estado español, no se entendería, en parte, sin la aportación del crisitanismo de base. Sin ir más lejos, uno de los fundadores del, tan criminalizado por unos y admirado por otros, Sindicato de Obreros del Campo no fue otro que el cura de los pobres Diamantino García. No admitir esta realidad implica desconocer parte de nuestra historia colectiva. Más allá, tanto Teresa Forcades como Arcadi Oliveres se han pronunciado en reiteradas ocasiones, y desde mucho antes del Procés Constituent, en contra de la jerarquía eclesiástica, por la separación entre Iglesia y Estado y en defensa del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Lo que, por cierto, les ha valido múltiples críticas por parte de sectores reaccionarios de la iglesia y de su propia jerarquía.
Este domingo, 13 de octubre, se celebra en Barcelona el acto central del Procés Constituent, justo seis meses después de su presentación. Aún recuerdo como antes de lanzarse la propuesta alguien comentó: “Porqué tirar adelante un proyecto así. Esto va a fracasar”. Una compañera contestó: “Fracasar sería no intentarlo”. En esas estamos.
Nadie dijo que sería fácil, pero hay que intentarlo. Y esto es, precisamente, lo que está haciendo el Procés Constituent en Catalunya, impulsado por la monja benedictina Teresa Forcades y el economista Arcadi Oliveres, junto a muchas personas más. Crear conciencia social, movilizar, promover la desobediencia civil y plantear una alternativa política que desafíe a quienes ostentan y monopolizan el poder.
Su objetivo, construir un nuevo instrumento político-social, basado en la auto-organización popular, leal con los de abajo y capaz de sumar, en la diversidad, al conjunto de la izquierda social y política. En el horizonte, si dichas premisas se cumplen, se expresa la voluntad de concurrir a unas próximas elecciones al Parlament de Catalunya, con una candidatura amplia, resultado de la necesaria confluencia de muchas gentes, algunas hoy dentro y otras fuera del Procés, que aspire a transformar el malestar social en mayoría política y establecer las bases para promover un proceso constituyente, que permita dotarnos colectivamente de un nuevo marco político al servicio de la mayoría.
Algunos dirán que esto es utópico, pero más utópico, desde mi punto de vista, es pensar que quienes nos han conducido a la presente situación de crisis, de la que, por cierto, obtienen jugosos beneficios, nos sacarán de la misma. Justamente romper con el escepticismo, la apatía y el miedo es el reto que tenemos por delante. Saber que “podemos”, es el primer paso para conseguir victorias concretas.
Desde que el Procés Constituent se presentó en público el pasado mes de abril, han sido numerosos los apoyos recibidos. El Procés Constituent ha sabido conectar con amplios sectores de la sociedad que perciben, en el actual contexto de crisis, la urgente necesidad de cambiar las cosas. Muchas personas de mediana edad, otras más jóvenes, e incluso mayores, sin demasiada experiencia política ni organizativa, se han sentido interpelados por un discurso que apela a algo tan esencial como imprescindible: la justicia.
Otros activistas sociales han visto en el Procés Constituent un instrumento para ir más allá de la movilización social per se y plantear una perspectiva político-organizativa de cambio. Dos años después de la emergencia del 15M, muchos son los que perciben que por más que ocupemos bancos, viviendas vacías, supermercados, hospitales… quienes ostentan el poder siguen aplicando una serie de medidas que nos hunden en la más absoluta miseria. Apostando por la imprescindible lucha en la calle, sin la cual no hay cambio posible, el Procés Constituent plantea, al mismo tiempo, desafiar el poder político-económico, también, en las instituciones. Y no para cambiar el sistema desde dentro sino para “ocupar” dichas instancias y devolverlas a la mayoría social vía un proceso constituyente.
No hay fórmulas mágicas, está claro, pero experiencias como los procesos constituyentes en América Latina (Ecuador, Bolivia, Venezuela) o la más cercana Islandia, a pesar de sus controvertidas evoluciones, son experiencias a tener muy en cuenta, no para imitar pero sí para aprender de sus aciertos y errores. En Catalunya, el debate sobre la cuestión nacional y la independencia abre una oportunidad, como nunca muchos habríamos imaginado, para poder decidir… y decidir sobre todo.
Alta participación
La gran participación en presentaciones públicas del Procés Constituent, a cargo algunas de Teresa Forcades y otras de Arcadi Oliveres, con una media de entre 400 a 700 personas en municipios como Vic, Sabadell, Santa Coloma de Gramenet, Lleida, Girona, Vilanova i la Geltrú, Balaguer, Figueres, Blanes, Granollers, Terrassa… o en, incluso, pequeños municipios como Santa Fe del Penedès o Fals muestran la capacidad de atracción de dicha iniciativa, que ha realizado, en pocos meses, más de cien presentaciones por todo el territorio catalán.
Y lo que es más importante, el interés de quienes se acercan al Procés Constituent no reside tan solo en escuchar a sus dos principales promotores sino en participar activamente en la construcción de dicho instrumento político-social. De este modo, se han creado ya más de 80 asambleas locales en toda Catalunya. Algunas de carácter comarcal, otras locales, unas más numerosas otras más pequeñas. También se han puesto en marcha asambleas sectoriales como las de educación, sanidad, feminismos e inmigración. Todas ellas coordinadas en una asamblea general que, con el nombre de Grupo Promotor, se reúne mensualmente.
Las formas de hacer del Procés Constituent reflejan, también, esa “otra política”. En la mayor parte de actos públicos se pasan huchas improvisadas para recolectar lo que ha costado alquilar el aparato de megafonía, las fotocopias, etc. Se dice en qué se ha gastado el dinero. Las presentaciones sirven, asimismo, para convocar a los asistentes a las asambleas y reuniones locales. Los grupos en el territorio se organizan en función de sus propias prioridades y se coordinan a escala nacional. El Procés Constituent, aún tiene poco recorrido, pero demuestra las potencialidades de una iniciativa política capaz de conectar con un malestar social mayoritario. Aunque, evidentemente, aún queda mucho por hacer, tal vez lo más difícil: consolidar el proceso, mejorar la coordinación de las asambleas. Se trata de un proceso en construcción.
De abajo a arriba
La confianza que generan sus principales promotores, Teresa Forcades y Arcadi Oliveres, es clave del éxito. Pero desde el Procés Constituent somos conscientes de que se trata de una iniciativa que sólo tendrá éxito si se construye de abajo a arriba. Ya lo dijeron ambos el día en que presentaron la propuesta: “Nosotros dos solos, poca cosa podremos hacer”. Así es. Hoy, el Procés Constituent cuenta con más de 44 mil personas adheridas y múltiples asambleas locales y sectoriales. Teresa Forcades y Arcadi Oliveres, como han dicho en reiteradas ocasiones, no quieren ser líderes de nada, pero sí aceptan poner su credibilidad al servicio de una causa justa.
Las críticas por el perfil cristiano de ambos han sido, también, habituales, a pesar del carácter aconfesional del Procés. Lo que en parte no deja de sorprender. La movilización social de izquierdas, tanto en Catalunya como en el Estado español, no se entendería, en parte, sin la aportación del crisitanismo de base. Sin ir más lejos, uno de los fundadores del, tan criminalizado por unos y admirado por otros, Sindicato de Obreros del Campo no fue otro que el cura de los pobres Diamantino García. No admitir esta realidad implica desconocer parte de nuestra historia colectiva. Más allá, tanto Teresa Forcades como Arcadi Oliveres se han pronunciado en reiteradas ocasiones, y desde mucho antes del Procés Constituent, en contra de la jerarquía eclesiástica, por la separación entre Iglesia y Estado y en defensa del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Lo que, por cierto, les ha valido múltiples críticas por parte de sectores reaccionarios de la iglesia y de su propia jerarquía.
Este domingo, 13 de octubre, se celebra en Barcelona el acto central del Procés Constituent, justo seis meses después de su presentación. Aún recuerdo como antes de lanzarse la propuesta alguien comentó: “Porqué tirar adelante un proyecto así. Esto va a fracasar”. Una compañera contestó: “Fracasar sería no intentarlo”. En esas estamos.
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