Carlos Torres
La política de la boina no es exclusiva de una región determinada o de un partido en sí. El boinismo lo practican por igual en el norte o el sur los guardianes de lo políticamente correcto y los talibanes del pensamiento único. Pongamos dos ejemplos separados por escasas 24 horas. El primero de ellos les corresponde a los ultras del boinismo en Barcelona. Aquí, los miembros de un prestigioso certamen fotográfico como el World Press Photo escogieron la foto de un torero para adornar las banderolas que anunciarán la exposición en Barcelona. Los del provincianismo en la cabeza, en este caso los del Ajuntament de Barcelona, vetaron la foto por cañí y poco estética, no vaya a ser que tal y como están los ánimos los votantes de bien se nos sulfuren. Hay que recordar que, no hace mucho en estas latitudes, ya se evitó dar permiso de grabación a la serie Isabel de TVE para evitar interpretaciones de la historia poco acordes con “la que nos gusta”.
Los de la boina son así, personas con no usan las luces largas y que tienen el umbral de la sensibilidad muy bajo. Miren si no a los miembros del Partido Popular que han exigido que se suspenda en Gijón la actuación del artista Catalán Albert Plà. La censura de los boinistas viene esta vez motivada por unas declaraciones en las que el cantante decía que siempre le había dado asco ser español, que le gustaría ser independiente y que cree que en Gijón se debería imponer el catalán “por cojones”. Pues bien, los boinistas españolistas, a los que la libre expresión se la rempampinfla piden que el Teatro Jovellanos no acoja la obra del susodicho. Así es el ADN de esta artimaña política: la piel fina, la correa corta y el poco espíritu crítico del conmigo o contra mí, ése que irrumpe en librerías pidiendo que rueden cabezas, como si una persona no pudiera responder lo que le viniera en gana en una entrevista.
Quino lo explicaba mucho mejor que yo en una viñeta en la que Mafalda y Felipe compartían protagonismo. Estaba él calzado con un casco militar y ella ataviada con un escurridor de pasta en la cabeza. Felipe, en este caso el improvisado boinista, le preguntaba a la niña: “Mafalda, pero ese casco esta lleno de agujeros y pueden entrar las balas“, “Ya, pero deja salir las ideas”, respondía ella. Convendrán conmigo que el Congreso tendrá goteras pero en determinados partidos les hace falta unos buenos agujeros por los que pueda filtrarse el aire fresco. Necesitan nuestras democracias menos boinas y más escurridores en la azotea, al fin y al cabo no se trata de adornar la cabeza, si no de usarla de vez en cuando.
La política de la boina no es exclusiva de una región determinada o de un partido en sí. El boinismo lo practican por igual en el norte o el sur los guardianes de lo políticamente correcto y los talibanes del pensamiento único. Pongamos dos ejemplos separados por escasas 24 horas. El primero de ellos les corresponde a los ultras del boinismo en Barcelona. Aquí, los miembros de un prestigioso certamen fotográfico como el World Press Photo escogieron la foto de un torero para adornar las banderolas que anunciarán la exposición en Barcelona. Los del provincianismo en la cabeza, en este caso los del Ajuntament de Barcelona, vetaron la foto por cañí y poco estética, no vaya a ser que tal y como están los ánimos los votantes de bien se nos sulfuren. Hay que recordar que, no hace mucho en estas latitudes, ya se evitó dar permiso de grabación a la serie Isabel de TVE para evitar interpretaciones de la historia poco acordes con “la que nos gusta”.
Los de la boina son así, personas con no usan las luces largas y que tienen el umbral de la sensibilidad muy bajo. Miren si no a los miembros del Partido Popular que han exigido que se suspenda en Gijón la actuación del artista Catalán Albert Plà. La censura de los boinistas viene esta vez motivada por unas declaraciones en las que el cantante decía que siempre le había dado asco ser español, que le gustaría ser independiente y que cree que en Gijón se debería imponer el catalán “por cojones”. Pues bien, los boinistas españolistas, a los que la libre expresión se la rempampinfla piden que el Teatro Jovellanos no acoja la obra del susodicho. Así es el ADN de esta artimaña política: la piel fina, la correa corta y el poco espíritu crítico del conmigo o contra mí, ése que irrumpe en librerías pidiendo que rueden cabezas, como si una persona no pudiera responder lo que le viniera en gana en una entrevista.
Quino lo explicaba mucho mejor que yo en una viñeta en la que Mafalda y Felipe compartían protagonismo. Estaba él calzado con un casco militar y ella ataviada con un escurridor de pasta en la cabeza. Felipe, en este caso el improvisado boinista, le preguntaba a la niña: “Mafalda, pero ese casco esta lleno de agujeros y pueden entrar las balas“, “Ya, pero deja salir las ideas”, respondía ella. Convendrán conmigo que el Congreso tendrá goteras pero en determinados partidos les hace falta unos buenos agujeros por los que pueda filtrarse el aire fresco. Necesitan nuestras democracias menos boinas y más escurridores en la azotea, al fin y al cabo no se trata de adornar la cabeza, si no de usarla de vez en cuando.
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