Llama la atención el peso que está teniendo el ‘concepto’ Israel en
la política de los independentistas catalanes. En su visita a éste país,
el
pasado diciembre, el president Artur Mas llegó a comparar a Catalunya
con Israel, e incluso buscó orígenes comunes de ambos pueblos: ¿podría
llegar a Babilonia? Una incógnita.
Las continuas referencias al “modelo judío” como aquel pueblo que consiguió con tenacidad un Estado propio (omitiendo el cómo y si el objetivo debe justificar los medios) no concuerdan con las razones que se presentan para justificar el discurso soberanista, que dibuja más bien una situación próxima a la que sufren los palestinos: de tener su tierra ocupada (aquí por los inmigrantes andaluces, gallegos, marroquíes o rumanos), y de ser víctima del expolio (allá ha sido el de la tierra, agua, petróleo, etc., acompañado por el asesinato de decenas de miles de palestinos y la expulsión de cinco millones de ellos que aún siguen en los campos de refugiados de Jordania, Siria y Líbano).
Lo más sorprendente ha sido la referencia a Mahatma Gandhi, el líder indio de la “no violencia” como inspirador del proyecto independentista, que se coloca al lado de Ariel Sharon, el carnicero de Sabra y Shatila, representante de un gobierno que ha ejecutado decenas de operaciones militares, ha utilizado armas prohibidas como el fósforo blanco contra civiles, ha aplicado el ilegal castigo colectivo y el terrorismo de Estado a todo un pueblo por obra de varios terroristas.
¿Sabe el president que Israel se ríe del derecho de autodeterminación de los palestinos, reconocido por la ONU desde 1970? (Ver: Lenin en Palestina)
La derecha soberanista catalana tampoco puede presumir de respetar la legalidad cuando organiza la visita del Futbol Club Barcelona a las tierras ocupadas: Tel Aviv, con la impunidad que tienen las armas y el dinero, ha infringido todas las resoluciones de la ONU al respecto, y no ha pasado nada. Un cúmulo de gestos contrarios a la postura de la mayoría de los catalanes, que no se han dejado manipular por la propaganda que identifica al pueblo judío con los líderes ultraderechistas de Israel, quienes aplican un agresivo militarismo y un apartheid, en todos los sentidos, a la nación palestina. Gaza, la ciudad hermanada con Barcelona desde 1998, además de continuos bombardeos (ayer, en nada menos que en tres ocasiones), sufre desde 2007 un férreo bloqueo militar que le ha convertido en la prisión más grande del planeta. Allí, 1.400.000 personas, incluidos niños y
ancianos, están atrapadas en este duro invierno ya que ni pueden calentarse por la escasez de combustible. Unos 200 asentamientos ilegales de colonos judíos en Cisjordania, por
ejemplo, se han apoderado del agua, tierra y otros recursos de los palestinos. Se les niega el acceso a alimentos, agua, medicamentos, trabajo, educación o atención médica. Han demolido miles de casas, sus hogares, y les han arrancado sus árboles, unos 800.000 olivos desde 1967. 7.500 sólo en 2011.
Los informes de Save the Children relacionan la alta mortalidad infantil en Gaza con el bloqueo que impide que la población reciba alimentos y atención sanitaria. Se trata de una clara política genocida para acabar con este pueblo, obligándole a marcharse (¿hacia dónde?), morir bajo los ataques quirúrgicos, o lentamente de hambre y desesperación. En esto consiste la libertad y el derecho de elegir los palestinos.
Viven bajo un constante estado de terror y luego viene un listillo y pregunta “¿por qué hay tantos científicos israelíes y ni uno palestino?”. Los milagros suceden en la ficción y en los libros sagrados.
El derecho a la autodeterminación es un derecho justo, pero no puede valer todo, si la causa es noble.
La falacia del “Israel versus islamismo”
Propaganda alimentada por los medios de comunicación (Hollywood a la cabeza) que victimizan a uno y demonizan al otro; cabe saber no solo que la famosa Sahri’a procede de las tradiciones y textos judíos, sino también que el propio Israel es un estado semiteocrático: las leyes civiles están supeditadas a las religiosas y los tribunales rabínicos aplican la ley de familia, elaborada hace varios miles de años y fuertemente patriarcal. Como ejemplo, las mujeres quedan “encadenadas” (aguná) de por vida al marido no deseado, si a éste no le entra la gana de otorgarle el divorcio, o que sus hijos con otro hombre son registrados como bastardos (¡es así!) y entre otras limitaciones a sus derechos, sólo pueden casarse con otros bastardos de la lista.
El maniqueísmo de estar de forma “incondicional” a favor de los musulmanes (identificado con el islamismo) o de los judíos (sinónimo de sionismo), es una enfermedad asentada en la ignorancia incapaz de ver la complejidad de los fenómenos y que las comunidades religiosas están divididas en clases sociales, cuyas élites oprimen a sus correligionarios, manipulando su fe y los sentimientos más íntimos. Dichas doctrinas se retroalimentan. El judíocentrismo del gobierno israelí no es diferente al islamocentrismo de los jeques saudíes que protegen su identidad étnico-religiosa bajo la bandera de la “seguridad nacional”.
La igualdad de los ciudadanos, hombres y mujeres, de todos los credos y entinas ante la ley, es el principal fundamento de un Estado democrático. Hay que tener en cuenta que Israel es más que su gobierno. Allí también existen partidos progresistas e intelectuales cuya visión trasciende de lo tribal y apuestan por desjudaizar el estado, étnica y religiosamente. La Red Judía Antisionista Internacional se desmarca de los crímenes que se cometen en nombre de los judíos, y pide que el ‘nunca más’ de los crímenes nazis contra los hebreos, comunistas, homosexuales, indigentes, mutilados, etc., se aplique a todos los colectivos, y en todos los lugares.
El beneficio de Israel
Tel Aviv apoya de forma implícita el secesionismo catalán, sin temor a la reacción negativa de Madrid; sabe que éste no se atreverá poner mala cara al poderoso país asiático y el aliado especial de EEUU. Debe dolerle al sector ultra del Partido Popular, admirador del régimen de Israel.
La llamada “estrategia periférica”, lanzada por Ben-Gurión, que proponía desarrollar alianzas con países no árabes y con minorías étnicas y religiosas estaba dirigida a Oriente Próximo, que no a Europa o África (ver: El bombardeo de Sudan por Israel). Sin embargo, Tel Aviv no pierde nada; es más, mejora así su imagen en extranjero, además de abrir el camino de nuevas oportunidades de negocio, recibe un trato normalizado como si no hubiera roto ningún plato, y su usurpación no es más que la legítima “guerra contra el terrorismo”. Sin embargo, lo de palestino-israelíes no es una lucha entre iguales, para darles un trato igual, si uno lanza todo tipo de artefactos, incluidas los prohibidos, y mata por ejemplo con el Plomo fundido (2008) y bombas de racimo a 1.400 palestinos, y el otro con sus misiles mata a 13 israelíes.
La construcción del Estado israelí, como la de Pakistán, otro fundado sobre la base religiosa, es una historia llena de guerras, de decenas de miles de muertos y de injusticias. No debe ser un modelo (Ver: Israel y la lógica de los vasos comunicantes). Unos se consideran “elegidos” por fuerzas imaginarias y otros se ven “puros” (el significado de Pakistán) , y ambos muestran sus pruebas en el mismo texto donde se afirma que las mujeres nacieron de la costilla de los hombres. El exclusivismo étnico-religioso es una idea primitiva.
Atraer el respaldo de los líderes mundiales a una causa noble no es incompatible con una visión justa de la realidad.
El derecho de autodeterminación
“Análisis concreto de unas circunstancias concretas”, así debe ser el trato hacia las reivindicaciones nacionalistas. Todos los pueblos deben gozar del derecho de autodeterminación, otra cosa es apoyar su separación o no. En caso de aplicar “Una nación, un Estado”, ¿en cuántas piezas se partirían India o Brasil?
La clave está en los intereses generales de los trabajadores de ambas naciones, que no en los privilegios de la élite burguesa oportunista de la nación pequeña, en su afán de ser “cabeza de ratón que no la cola de león”.
La tragedia que está acarreando la crisis financiera sin frontera a decenas de naciones, consolida el lema lanzado por Marx de “trabajadores de todo el mundo, uníos”.
Lamentablemente, no hay una fuerza de izquierda capaz de organizar tal cooperación, mientras las fuerzas de derecha se protegen y se abrazan.
Las continuas referencias al “modelo judío” como aquel pueblo que consiguió con tenacidad un Estado propio (omitiendo el cómo y si el objetivo debe justificar los medios) no concuerdan con las razones que se presentan para justificar el discurso soberanista, que dibuja más bien una situación próxima a la que sufren los palestinos: de tener su tierra ocupada (aquí por los inmigrantes andaluces, gallegos, marroquíes o rumanos), y de ser víctima del expolio (allá ha sido el de la tierra, agua, petróleo, etc., acompañado por el asesinato de decenas de miles de palestinos y la expulsión de cinco millones de ellos que aún siguen en los campos de refugiados de Jordania, Siria y Líbano).
Lo más sorprendente ha sido la referencia a Mahatma Gandhi, el líder indio de la “no violencia” como inspirador del proyecto independentista, que se coloca al lado de Ariel Sharon, el carnicero de Sabra y Shatila, representante de un gobierno que ha ejecutado decenas de operaciones militares, ha utilizado armas prohibidas como el fósforo blanco contra civiles, ha aplicado el ilegal castigo colectivo y el terrorismo de Estado a todo un pueblo por obra de varios terroristas.
¿Sabe el president que Israel se ríe del derecho de autodeterminación de los palestinos, reconocido por la ONU desde 1970? (Ver: Lenin en Palestina)
La derecha soberanista catalana tampoco puede presumir de respetar la legalidad cuando organiza la visita del Futbol Club Barcelona a las tierras ocupadas: Tel Aviv, con la impunidad que tienen las armas y el dinero, ha infringido todas las resoluciones de la ONU al respecto, y no ha pasado nada. Un cúmulo de gestos contrarios a la postura de la mayoría de los catalanes, que no se han dejado manipular por la propaganda que identifica al pueblo judío con los líderes ultraderechistas de Israel, quienes aplican un agresivo militarismo y un apartheid, en todos los sentidos, a la nación palestina. Gaza, la ciudad hermanada con Barcelona desde 1998, además de continuos bombardeos (ayer, en nada menos que en tres ocasiones), sufre desde 2007 un férreo bloqueo militar que le ha convertido en la prisión más grande del planeta. Allí, 1.400.000 personas, incluidos niños y
ancianos, están atrapadas en este duro invierno ya que ni pueden calentarse por la escasez de combustible. Unos 200 asentamientos ilegales de colonos judíos en Cisjordania, por
ejemplo, se han apoderado del agua, tierra y otros recursos de los palestinos. Se les niega el acceso a alimentos, agua, medicamentos, trabajo, educación o atención médica. Han demolido miles de casas, sus hogares, y les han arrancado sus árboles, unos 800.000 olivos desde 1967. 7.500 sólo en 2011.
Los informes de Save the Children relacionan la alta mortalidad infantil en Gaza con el bloqueo que impide que la población reciba alimentos y atención sanitaria. Se trata de una clara política genocida para acabar con este pueblo, obligándole a marcharse (¿hacia dónde?), morir bajo los ataques quirúrgicos, o lentamente de hambre y desesperación. En esto consiste la libertad y el derecho de elegir los palestinos.
Viven bajo un constante estado de terror y luego viene un listillo y pregunta “¿por qué hay tantos científicos israelíes y ni uno palestino?”. Los milagros suceden en la ficción y en los libros sagrados.
El derecho a la autodeterminación es un derecho justo, pero no puede valer todo, si la causa es noble.
La falacia del “Israel versus islamismo”
Propaganda alimentada por los medios de comunicación (Hollywood a la cabeza) que victimizan a uno y demonizan al otro; cabe saber no solo que la famosa Sahri’a procede de las tradiciones y textos judíos, sino también que el propio Israel es un estado semiteocrático: las leyes civiles están supeditadas a las religiosas y los tribunales rabínicos aplican la ley de familia, elaborada hace varios miles de años y fuertemente patriarcal. Como ejemplo, las mujeres quedan “encadenadas” (aguná) de por vida al marido no deseado, si a éste no le entra la gana de otorgarle el divorcio, o que sus hijos con otro hombre son registrados como bastardos (¡es así!) y entre otras limitaciones a sus derechos, sólo pueden casarse con otros bastardos de la lista.
El maniqueísmo de estar de forma “incondicional” a favor de los musulmanes (identificado con el islamismo) o de los judíos (sinónimo de sionismo), es una enfermedad asentada en la ignorancia incapaz de ver la complejidad de los fenómenos y que las comunidades religiosas están divididas en clases sociales, cuyas élites oprimen a sus correligionarios, manipulando su fe y los sentimientos más íntimos. Dichas doctrinas se retroalimentan. El judíocentrismo del gobierno israelí no es diferente al islamocentrismo de los jeques saudíes que protegen su identidad étnico-religiosa bajo la bandera de la “seguridad nacional”.
La igualdad de los ciudadanos, hombres y mujeres, de todos los credos y entinas ante la ley, es el principal fundamento de un Estado democrático. Hay que tener en cuenta que Israel es más que su gobierno. Allí también existen partidos progresistas e intelectuales cuya visión trasciende de lo tribal y apuestan por desjudaizar el estado, étnica y religiosamente. La Red Judía Antisionista Internacional se desmarca de los crímenes que se cometen en nombre de los judíos, y pide que el ‘nunca más’ de los crímenes nazis contra los hebreos, comunistas, homosexuales, indigentes, mutilados, etc., se aplique a todos los colectivos, y en todos los lugares.
El beneficio de Israel
Tel Aviv apoya de forma implícita el secesionismo catalán, sin temor a la reacción negativa de Madrid; sabe que éste no se atreverá poner mala cara al poderoso país asiático y el aliado especial de EEUU. Debe dolerle al sector ultra del Partido Popular, admirador del régimen de Israel.
La llamada “estrategia periférica”, lanzada por Ben-Gurión, que proponía desarrollar alianzas con países no árabes y con minorías étnicas y religiosas estaba dirigida a Oriente Próximo, que no a Europa o África (ver: El bombardeo de Sudan por Israel). Sin embargo, Tel Aviv no pierde nada; es más, mejora así su imagen en extranjero, además de abrir el camino de nuevas oportunidades de negocio, recibe un trato normalizado como si no hubiera roto ningún plato, y su usurpación no es más que la legítima “guerra contra el terrorismo”. Sin embargo, lo de palestino-israelíes no es una lucha entre iguales, para darles un trato igual, si uno lanza todo tipo de artefactos, incluidas los prohibidos, y mata por ejemplo con el Plomo fundido (2008) y bombas de racimo a 1.400 palestinos, y el otro con sus misiles mata a 13 israelíes.
La construcción del Estado israelí, como la de Pakistán, otro fundado sobre la base religiosa, es una historia llena de guerras, de decenas de miles de muertos y de injusticias. No debe ser un modelo (Ver: Israel y la lógica de los vasos comunicantes). Unos se consideran “elegidos” por fuerzas imaginarias y otros se ven “puros” (el significado de Pakistán) , y ambos muestran sus pruebas en el mismo texto donde se afirma que las mujeres nacieron de la costilla de los hombres. El exclusivismo étnico-religioso es una idea primitiva.
Atraer el respaldo de los líderes mundiales a una causa noble no es incompatible con una visión justa de la realidad.
El derecho de autodeterminación
“Análisis concreto de unas circunstancias concretas”, así debe ser el trato hacia las reivindicaciones nacionalistas. Todos los pueblos deben gozar del derecho de autodeterminación, otra cosa es apoyar su separación o no. En caso de aplicar “Una nación, un Estado”, ¿en cuántas piezas se partirían India o Brasil?
La clave está en los intereses generales de los trabajadores de ambas naciones, que no en los privilegios de la élite burguesa oportunista de la nación pequeña, en su afán de ser “cabeza de ratón que no la cola de león”.
La tragedia que está acarreando la crisis financiera sin frontera a decenas de naciones, consolida el lema lanzado por Marx de “trabajadores de todo el mundo, uníos”.
Lamentablemente, no hay una fuerza de izquierda capaz de organizar tal cooperación, mientras las fuerzas de derecha se protegen y se abrazan.
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